Un ladrido en la tormenta

Un ladrido en la tormenta

Clara Gonorowsky

29/04/2017

Cuando leí en el whatsapp que había caído un rayo cerca de casa, inmediatamente pensé en mi mascota Rocco, pero estaba a treinta kilómetros de distancia.

La inquietud se instaló en mi pecho y cuando regresé, siete horas más tardes, al ver huellas de perro embarradas y salpicadura de sangre junto a la puerta de ingreso, mis piernas flaquearon y pensé lo peor…

Caí en un sopor y mi cerebro entró en un laberinto espiralado que desembocó en la cabeza del perrito:

“Justo hoy que el cielo amenaza tormentoso, se le ocurre salir y dejarme desamparado, a mí, que siempre les fui fiel y tan guardián y tan compañero.

Me jura amor y a la vez me deja solo cuando se avecina la tempestad.

Mi ama me enseñó a tener miedo, si yo no sabía qué era luz que se encendía en el cielo y le seguía un ruido estridente que hacía temblar los vidrios.

Ella me llamó y me hizo entrar la primera vez que la vi. Entendí que debía ser peligrosa, y ya nunca más quise estar en la intemperie en días y noches de tormenta, pero confieso, de noche me asusto más y hoy cuando la vi partir me dio tristeza y fastidio.

¿No se daba cuenta que se venía una tormenta y me dejaba solo, en el patio?

Bueno, hay una galería donde guarecerse de la lluvia, pero, ¿y de los truenos?, ¿ quién me protege de esos ruidos infernales?

Y llegó el momento atroz, un rayo cayó tan cerca que tembló el piso.

Mi corazón estuvo a punto de explotar, tan solo y asustado; quise escapar sin saber a dónde.

Intenté abrir la puerta del living pero estaba con llave y me vino, en mi desesperación, una loca idea: saltar la tranquera y huir, huir hasta donde me dieran mis patas, hasta donde aguantara mi corazón.

Al saltar, me lastimé la pata trasera derecha con un alambre, medio rengo, intenté entrar a la casa por el frente pero la alta puerta de pino maciso lo impedía.

Ya no podía correr tanto, me sangraba y dolía la herida, además estaba mojado y embarrado.

Observé el auto de mi ama estacionado en la cochera, ella había partido con mi amo, y allí me acurruqué, al amparo de olores conocidos y triste, me lamí la pata para desinfectar el corte y seguí temblando hasta quedarme totalmente dormido.”

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