Un cielo con demonios

Ahí estaba ella, como la venus que inmortalizaron los griegos, acostada en el ombligo de mi lecho, esperando que yo la amara entre sábanas. Los gestos de su boca comunicaron deseo a la mía, entonces se puso de pie y lentamente se quitó la blusa mientras caminaba hacia mí, me dio a probar un poco del dulce sabor de su boca que embriago mis sentidos, sus manos empezaron a jugar con los botones de mi pantalón. Gracias a la dinamita que llevaba en su boca, encendió la pólvora de mis deseos, entonces;con ímpetu agarré sus nalgas y las apreté tan fuerte que mordió mis labios. Decidimos quitarnos las prendas que nos estorbaban esa noche, finalmente, desnudos; empecé a escalar a mordiscos su tersa espalda, mientras le di un vigoroso golpe a sus nalgas y ella los recibió con gusto, eso me quiso decir el gesto del mordisco en su boca. Luego de que el borde de mis labios pasaran sobre sus vellos erizados, besé su cuello y mi lengua humedeció la curva de sus orejas, a la vez susurre un verso sin rima a sus oídos, escuche su respiración aumentar, dando paso al desenfreno del deseo. Volteó su cuerpo quedando boca arriba, yo busque su boca y aparecieron los besos bruscos, mientras mi mano derecha leía su cuerpo bajando lentamente por su ombligo para llegar al final, mis dedos quisieron responder todos los deseos que cruzaban en ese momento por su cabeza, tuvieron una conversación con su sexo mientras un caudal los mojaba, tan profunda y placentera fue esa conversación, que ella decidió tomar las riendas, con seguridad subió a mi cuerpo y nuestros sexos se compenetraron, en ese momento sentí un contraste; en sus ojos veía el cielo mientras que en su cintura habían demonios bailando sobre mi cuerpo. Fue una noche donde tan solo se escucharon los gemidos finos; eran sonidos de goce, así nos consumimos esa noche, dejando las sábanas marcadas con una silueta húmeda, entregamos toda la energía realizando todos los pensamientos maquiavélicos y al terminar solo esperamos una noche más como esa.