Alexandra:
Escuché el sonido de mi alarma muy irritante. Sabía que era hora de levantarme pero mis ojos aún querían seguir cerrados, ayer fue un día muy complicado.
Mi nombre es Alexandra Piedrahita, aunque normalmente me dicen Alexa. Tengo 20 años y una vida que muchos quisieran excepto yo.
Mi padre se llama Germán Piedrahita y es un multimillonario que sin decir mucho nunca está en casa, es muy rara la vez que tengamos un día para los dos, pero ya estoy acostumbrada, pues eso ha pasado desde que tengo memoria. Aún así no dudo ni un segundo que mi papá me ama. Siempre que me ve me lo repite muchas veces.
Hace 8 años resido en Estados Unidos, cuando estaba más pequeña vivía en Bogotá pero por motivos de trabajo me ha tocado vivir aquí. Mi madre no quería dejar Bogotá, así que se quedo viviendo allí.
Una mañana mi padre me sorprendió con una llamada diciendo que empacara todo que nos íbamos de regreso a Bogotá, que me regresara sola porque él le había tocado adelantarse y por eso no me espero. Yo no tenía pensando regresar aún, pero fueron indicaciones de mi padre. Fue un viaje muy largo, estaba muy agotada.
Cuando regresé mi papá no estaba en casa aún, le pregunté a mi mamá y solo me dijo que estaba arreglando un asunto muy importante. Lo esperé por varias horas y cuando regresó se veía muy frustrado. Traté de preguntarle por qué estaba así pero solo me ignoro. Sabía que tenía que ver con él señor Garzón.
La familia Garzón es una familia muy poderosa y con mucho dinero. Hace aproximadamente un mes mi papá, le pidió una cantidad muy grande de dinero al señor Garzón para resolver un asunto relacionado con algunas empresas de la que es dueño y se encuentran alrededor del mundo. Tenía exactamente un mes para pagar y ayer ese tiempo se había cumplido. Había razones de sobra para sentirse frustrado.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por el ruido de la puerta de mi cuarto, en ese instante apareció mi mamá y caminando hacia la ventana, con una expresión de emoción me dijo: -Alexa, ven y mira el jardín, nuestras matitas de rosas, ya florecieron. La expresión de su cara era muy emocionada pues su jardín significa mucho para ella.
-si mamá ahorita salgo- le dije devolviéndole la sonrisa. Ella salió del cuarto con la misma emoción con la que entró. Me levante y me dirigí hacia el baño, me cepillé los dientes, lave mi cara, y me arreglé un poco. Cuando salí me quité la pijama y me puse un vestido algo ligero color rosa, me pareció que se vería bello si lo combinaba con un chaleco blanco pues iba perfecto con mis tacones favoritos. Fui hacia el jardín donde mi madre estaba y para mi sorpresa mi papá también estaba ahí. -Buenos días hija ¿cómo dormiste? Me pregunto él con una bella y hermosa sonrisa. Se le notaba en su mirada una tristeza que no puedo describir, me sentí muy mal, porque sabía que aún no había podido resolver sus problemas. -Muy bien papi ¿y tú? -También muy bien hija- ¡Me mintió!
Mi madre al ver que noté la mirada de mi padre cierta preocupación, se dirigió a la cocina a preparar el desayuno.
-Papá, ¿qué está pasando? – pregunté con temor. Justo en ese momento la tranquilidad que había en casa se esfumó por el ruido de varias camionetas que entraron a nuestra casa.
-Ven adentro Alexandra y escóndete bien – Dijo mi papá con firmeza. Me entró una inseguridad y un miedo, decidí correr sintiendo que la adrenalina me invadía por completo. Me escondí detrás de dos arbustos que estaban muy cerca de las camionetas, pues quería entender que estaba pasando, y porque papá estaba tan agitado. De pronto de una de las camionetas baja un señor de un aspecto que con solo verlo causaba miedo. Vestía un fino traje negro, y lentes oscuros, acercándose lentamente a papá con voz firme le dijo: -Ya sabes quién me envió y a que ¿verdad? No es necesario que te lo diga.
-Pero yo le dije al señor Garzón que lo tendría en dos días más. Ha sido imposible para mí reunir esa cantidad- contestó mi padre muy asustado.
-Te lo advertimos Germán, tú sabes que con el señor Garzón no puedes jugar.
Aquel hombre de traje negro se dirigió a donde yo me encontraba, mientras que el otro detenía a mi padre. En ese momento volví a sentir un temor que no se podía describir. Traté de correr pero sentí que me tomaron fuertemente del brazo, traté de soltarme con todas mis fuerzas, pero fue imposible. Lo único que pensaba era que esto no me podía estar pasando a mí.
Estaba muy asustada sentía miedo, terror no sabía qué hacer.
-No! Alexa! Suéltala maldito! – escuché a mi padre gritar mientras me vendaban los ojos con un pañuelo. Muy bruscamente me sentaron en la camioneta y sentí que alguien tapaba mi boca con una especie de trapo.
– ¡¿Que hacen?! ¡¿A dónde me llevan?! Pensaba mil cosas, imaginé que mi vida terminaría ahí. Traté de gritar con fuerza a pesar de tener algo en mi boca.
-Shhh no tengas miedo, no te va a pasar nada si tu papi nos hace caso. – me dijo una voz algo ronca, pero femenina. Sentí como se acercaba a mí. Escuché su respiración agitada en mi oído, me puse muy tensa. No te asustes linda me dijo aquella voz.
Miranda
¡Miranda! -Quiero que te hagas cargo de ella, bájala y enciérrala Dijo mi padre cuando ya estábamos en casa
Mi trabajo era seguir las órdenes de mi padre, ya había hecho esto muchas veces pero nunca con una mujer.
Me llamo Miranda Garzón cuando era muy pequeña sabía que mi vida era diferente a la de otros niños de mi edad, mi familia y yo viajábamos mucho, nunca permanecíamos en un lugar por mucho tiempo. Así que nunca tuve un lugar al cual le pudiera llamar “hogar”. Ahora tengo 22 años y eso ya no es importante para mí.
Tengo una hermana llamada Valentina, tiene 17 años y no me gusta que se involucre en los negocios de mi padre. Siempre trato de que esté lo más lejos posible de esto. Ella si conoce lo que hace nuestro padre pero la mantenemos lejos de todo esto.
Mi padre se llama Jaime Garzón, y controla muchas zonas, especialmente en nuestra ciudad, se ha dedicado al narcotráfico por años, no conoce otro modo de vida.
Este negocio es muy peligroso, ¿cómo llegue hasta este punto? Pues al pasar de los años, me di cuenta que yo no quería ser doctora, profesora, o abogada, al ver los lujos que tenía a mi alrededor, empecé a involucrarme poco a poco en sus negocios, pues es la única escala al éxito que conozco. Al principio me daba terror lo que él me ponía hacer, pues tenía que sembrar miedo a las personas que traían los hombres de papá. Eso es lo que me toca, recordarles quién manda.
Jasón y Brian, dos de los escoltas de papá, y gente de confianza, bajaron Alexandra de la camioneta. Estando ya abajo empezó a gritar muy fuerte, ¡Suéltenme idiotas!
La tomé por el brazo y le cogí el cabello.
-Te callas o te callo a golpes, le dije con firmeza.
Al hablarle así hizo que se callara y solo soltara un suspiro. – ¿Qué les hice yo? – preguntó con un tono de voz muy bajo. No le conteste y solo la llevé adentro entre empujones y jalones.
Nos dirigimos al sótano, era el lugar más desagradable, ahí podíamos tener encerrados a las personas que le debían a mi padre, hasta que el diera otra orden.
La senté en una silla, y le amarre los brazos y las piernas fuertemente.
-Me estás lastimando!- dijo con un grito de dolor
– ¿Qué te acabó de decir Alexandra? Te callas.
Solo hizo una mueca de dolor pero ya no dijo nada.
Atada por fin en la silla, era tiempo de quitarle la venda que cubría sus ojos. Me acerque a ella muy lentamente, y quite el nudo. Por fin pude ver su cara.
Alexandra:
Esto es doloroso, no sé si voy a salir de aquí viva, y eso me da miedo, la mujer que me está “cuidando” no tiene miedo de nada, se escucha es su voz que es una mujer de agallas y de fuerte temperamento.
De un momento a otro, solo sentí que empezó a deshacer el nudo que tenía la venda que cubría mis ojos y solo pensé – ¡Estoy lista para escupirle en su maldita cara!- pero cuando me quito ese pedazo de tela, tarde un poco en poder ver bien la imagen de aquella mujer, pues llevaba ya un tiempo con los ojos tapados. Al poder ya ver bien, gire mi cabeza para ver si reconocía el lugar que me habían llevado, gire mi vista al frente a donde ella estaba, y no podía creer lo que estaba viendo. Es hermosa, su mirada tan profunda, una mirada que hace que el tiempo se detenga. Era la mirada más hermosa que había visto, sus ojos cafés tan claros eran fascinantes, su cabello liso color castaño, tan brillante, tan largo. Llevaba puesta una camisa negra con una chaqueta de cuero del mismo color, sus pantalones rotos eran de un color negro pálido, esa mujer irradiaba fuerza, coraje, y una hermosura. Nunca había visto a una mujer tan atractiva como ella. Mi corazón latía muy rápido y por primera vez en una hora no era de miedo.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por su voz.
-Me voy en tres horas vuelvo, a ver si quieres comer algo- me dijo antes de irse.
Mi pensamiento se quedó por un momento sumergido en esa mirada, en el brillo de esos ojos hermosos, hasta que recordé en el lío que estaba metida.
-Secuestrada estoy secuestrada! No puede ser! Mis manos y pies esteban atados fuertemente, no había manera de escapar de ahí. Me invadió de nuevo un sentimiento de miedo y angustia pensaba en mis padres, me preguntaba que iba a pasar con ellos, que iba a pasar conmigo.
Mientras tanto en la casa de los Piedrahita se respiraba un ambiente de preocupación y desesperación, ¡No puede ser! – Dijo Germán golpeando la mesa. ¡Gonzalo! Llama a Luis, el tiene que saber a dónde se llevaron a mi princesa -le dijo a su asistente.
Luis es un amigo de infancia de Alexandra, siempre ha gustado de ella, pero ella de él no.
En menos de una hora Luis ya estaba en la casa de los Piedrahita, no sabía porque lo había mandado a llamar tan rápidamente. – ¿pero qué está pasando? -pregunto Luis con un tono de angustia.
-Es Alexa, la ha secuestrado – Le contestó Germán.
-¡¿Qué? Es una broma, verdad? – respondió Luis.
No jugaría con algo tan serio como la vida de mi propia hija. Hoy en la mañana vinieron los hombres del Señor Garzón y se la llevaron – Dijo Germán en llanto.
No, Eso no puede ser!
Luis, aún creyendo que era una broma se dirigió al cuarto de Alexandra.
-Alexa! Alexa!- cuando nadie respondió, se llevó sus manos a la cabeza, cayó de rodilla al piso y empezó llorar – ¡No, No!
Había pasado un rato desde que Luis llegó a casa de los Piedrahita, se alejó de él cuarto de Alexandra y se dirigió donde Germán y le dijo con una voz firme – Tengo que ir a buscarla.
Miranda
-Estaba en mi cuarto, cuando escuché a mi padre decir – Miranda ven aquí, tengo que decirte algo.
Salí de mi cuarto y fui hacia la oficina a donde se encontraba papá. ¿Me necesitabas? – pregunté
-Tú sabes que Germán Piedrahita me debe mucho dinero ¿Verdad?
-Si, por eso su hija está aquí ¿no?
-Exacto, así que no tengas piedad con ella, el me debe mucho más que antes -me dijo mientras escribía algo en un papel. – ten ve, y pídelo esto a Jasón.
-Si papá – le dije antes de irme. Fui a la cocina para pedirle a la cocinera la comida de Alexandra. Luego le di el papel a Jasón.
Ahora voy de camino al sótano para darle de comer Alexandra. Abrí la puerta y estaba dormida muy incómoda en la silla. La sacudí un poco y se levantó de inmediato.
-¿Que me vas hacer? – me pregunto.
-Solo vengo a darte de comer, así que calla y come.
Empecé por darle una mordida de un pan tostado, pero ella cerró su boca y volteo su cabeza. La agarré de la cara y la apreté un poco.
-Mira Alexandra, si no quieres comer, no te voy a rogar, prefieres morirte de hambre? – le dije.
Y ella movió su cabeza diciendo no.
Le di otra vez del mismo pan y ella abrió su boca lentamente, ella le dio una pequeña mordida, así que procedí a darle un poco de huevo. Ella se lo comió igual, muy lento.
-No tengo tú tiempo, come más rápido.-le dije
Y ella me obedeció.
Cuando ya acabó le di un vaso de agua, y puse el plato desechable en la basura. Me moví muy bruscamente que hice que se ahogara con el agua causando que la escupiera. Empezó a toser muy fuerte.
-¡Dios mío! Le di unas cuantas palmadas en la espalda, y pronto paro de toser, me le quedé viendo unos segundos y ella me sonrió. Yo le devolví la sonrisa, pero me di cuenta de lo que estaba haciendo y puse mi cara de seria. – regreso en unas horas para darte la cena.-le dije mientras me dirigía a la puerta.
-Pero mi vestido esta empapado de agua -me dijo
-Pues sóplate para que te seques – le dije antes de cerrar la puerta del sótano.
-Miranda! – voltee a ver a mi hermana.
-¿Qué pasa vale?-le pregunté.
-Tienes alguna idea de dónde está mi cámara? Quiero tomar algunas fotos del atardecer.
Tan linda mi hermanita pensé. Pues ella siempre le ha dado mucha importancia a la naturaleza.
Desde que nuestra madre falleció siempre hecho lo imposible para que ella esté bien. Quiero que vea que la vida es hermosa a pesar de todo.
-Sí, está en el sótano, ya voy por ella espérame aquí.- le dije
Baje al sótano y no podía creerlo. Me entró coraje y fui corriendo hacia donde estaba Alexandra.
Alexandra:
Me empezó a dar un poco de frio por la humedad de mi vestido. Esta mujer es una malvada. No voy a soportar estar mucho tiempo aquí. Me tengo que ir. Moví mis manos muy fuertemente ignorando el dolor tan intenso que me causaba. Sentía que estaba muy cerca de desatarme. Cuando sentí mis manos libres me dio mucha alegría. Lo logre.
Rápidamente empecé a desatar mis pies. Rápido Alexandra pensaba dentro de mí. Cuando ya estaba completamente desatada, escuche la puerta abrirse.
-Alexandra! -Grito la mujer y corrió hacia mí. -qué crees que haces?
-Me voy-le conteste
-Eso crees-me respondió
Corrí hacia la puerta, y ella corrió unos segundos después, y alcanzo a coger parte de mi vestido. Me abrazo muy fuertemente y me llevo otra vez a la silla. La mujer era muy pequeña de estatura, pero tenía mucha fuerza. Trate de soltarme, pero su fuerza me lo impedía. -¡suéltame ya! ¡Por favor! -empecé a llorar. Me amarro nuevamente y me vio muy fríamente
-Tu Alexandra Piedrahita, nunca te vas a ir de aquí-
Sabia que no me debería de agradar mucho lo que dijo, porqué hablaba de mi libertad, pero no podía evitarlo, me sentía muy atraída hacia ella. La mujer busco entre muchas cosas y saco algo en un estuche. Después solo se fue.
Miranda
-Aquí esta hermanita-le dije a vale dándole su cámara.
-Te tardaste mucho, pero gracias-me dijo antes de irse.
Atrapar Alexandra fue muy agotador. Pero esta es la vida que llevo, esta es la vida que me dio mi padre. Siempre me dice que no quiere que viva como el lo hizo.
La verdad es que mi padre no nació millonario. Al contrario, el nació en una familia donde el dinero era lo que menos tenían. No asistió a la escuela y tuvo que trabajar muy joven con su papá. Los dos se dedicaban hacer piñatas. A los 17 años fue en busca de un trabajo mejor y se convirtió en un repartidor de cerveza y ahí fue donde conoció a mi madre, pues ella era cajera en una de las tiendas donde el repartía. Cada semana que él iba a repartir, le decía muchas cosas bonitas. Un día tuvo la valentía de invitarla a salir. Y ahí empezó su hermosa historia. Mi papá quería invitarla a muchas partes, pero nunca tenía suficiente dinero. Mi madre siempre le recordaba que lo amaba por lo que llevaba dentro de su corazón no en su billetera. Aún así mi papá intento buscar un trabajo mejor. Y lo logro. Ganaba el triple en un día de lo que normalmente ganaba en una semana en su trabajo anterior. El problema era que su trabajo era ilegal, pues vendía droga. Empezó vendiendo cerca de donde vivía. Y después fue subiendo de lugar hasta convertirse en jefe del cartel. Ahí fue cuando mis padres me tuvieron, y tiempo después a mi hermanita Vale.
Vivíamos muy asilados, pero siempre estábamos felices pues estábamos juntos la mayoría de tiempo. El problema de mi papá ya no era el dinero, ahora era la enfermedad de mi mamá.
Cuando yo tenía 13 años mi madre fue diagnosticada con cáncer muy avanzado. Mi papá hizo lo que pudo. Pagó doctores y más doctores. Pero él cáncer ya estaba muy avanzado, y lamentablemente mi madre falleció.
Los días empezaron a ser muy pesados, duros y difíciles. La extrañábamos mucho, todavía lo hacemos.
Regresando a lo de mi papá, él ha prestado dinero a muchos empresarios. Y el papá de Alexandra es uno de ellos.
Mi papá es muy generoso, pero cuando dice algo eso tiene que ser. Germán Piedrahita no lo escucho, y por eso estamos en esta situación.
Alexandra
Han pasado 4 días aproximadamente desde mi captura. Detesto estar aquí. La mujer que me cuida solo baja a darme de comer y se va.
Es muy fría, y estoy totalmente segura de que no tiene sentimientos. Escuche la puerta abrirse, y sabía quién era. Se me hacía muy raro que estuviera aquí, porque ya había desayunado hace media hora.
Se acercó a mí y empezó a desatarme, – te llevaré al baño a cambiarte, ven- me agarro fuertemente de la mano y me llevó al baño que normalmente usaba para hacer mis necesidades. Como siempre yo entraba y ella se quedaba afuera esperando a que yo saliera.
-Como te llamas? – le pregunté sin pensar. Porque pregunté eso, es obvio que no va a responder
-Eso a ti no te importa – respondió
Justo como lo pensé, pero hoy tenía tiempo, así que le pregunté de nuevo.
-la verdad si me importa, no sé nada sobre ti- le dije
-Solo cállate y vístete.
Me dio mucha frustración. Aunque no la podía ver por la puerta que nos separa, sabía que no me estaba poniendo mucha atención. – Por favor dime – le insistí.
-TE DIJE QUE TE CALLARAS- me gritó.
Aunque no lo quisiera, unas pequeñas lagrimas se escaparon de mis ojos. Me quedé callada mientras acababa de vestirme. Ya no tengo mi vestido rosa, ahora visto con una camisa negra, y unos pantalones muy cómodos color negro. Estoy casi segura de que es su ropa.
Cuando salí, ella me miró fijamente, vio mis lágrimas y vi que algo en sus ojos cambió.
-Me llamo Miranda Garzón- me dijo mientras tomaba mi ropa vieja en sus manos. – Yo me llamo Alexandra Piedrahita- le dije con una sonrisa.-me puedes llamar Alexa-
-Bueno Alexa
Procedió a llevarme nuevamente a la silla, y me ató, esta vez no tan fuerte como las otras veces. Cuando acabo de paro y le dije – puedes quedarte un rato? Te quiero conocer-. Ella solo sonrió y me dijo – tengo que irme, otro día hablamos- y empezó a subir las escaleras para regresar a su vida
-Miranda- le grite. Ella volteo y me vio -Si?-
-Tú nombre es hermoso-le admití. Podía ver que sus mejillas se pusieron un poco rosadas – Gracias, lo escogió mi madre – dijo y se retiro.
Miranda:
-Papá, estas demente?
-Es la mejor opción hija, si no lo hago Germán Piedrahita no me pagara y será peor-me contesto mi padre.
El tiene la idea bastante loca de torturar Alexandra en cámara para mandar un video al padre de ella. La verdad es un plan muy inteligente pero la idea de torturar Alexandra meda un poco de lastima.
-Has lo que quieras pero yo no te ayudare ni seré cómplice- le respondí
-Que te está pasando Miranda? Tú no eres así cuando se trata de negocios.-me dijo con una voz muy seria.
-Ya te dije lo que pienso.-le dije antes de retirarme viéndole a directo a los ojos.
Baje al sótano y me di cuenta que Alexandra estaba dormida. Mi padre está loco. Yo no sería capaz de lastimar a esta hermosa mujer. De solo pensarlo se me hace un nudo en la garganta.
Escuche su voz tierna y delicada “Miranda, tengo frio”
Fui a un cajón lleno de cobijas y tomé una rosa con morado.- ten, esto te ayudara-le dije mientras la cobijaba completamente.-gracias me dijo ella con una sonrisa.
En eso las puertas del sótano se abrieron y los ayudantes de mi padre entraron. Ay no- pensé.
-Que está pasando me dijo calle muy asustada.
-Shhh espera-le respondí.
-Que hacen?-le pregunte a Brian.
-Lo que ordeno tu padre-me respondió mientras ponía la cámara frente a nosotras.
Hey! Quítame eso de aquí, estúpido. Tu no harás nada si yo no te lo permito, así que largo-le dije fuertemente.
-Pero son órdenes de tu padre y no podemos desobedecerlo
-Adiós- dije cogiendo su cámara.
Después de varios minutos mirándonos intensamente, los dos hombres se fueron. Estoy en graves problemas pensé. Pero la verdad no importa con que Alexa esté bien.
-Que fue eso? Me pregunto Alexa
-NadMiranda. Hgnóralos-le respondí con una sonrisa. Ahora me tengo que ir, vendré al rato.
-Gracias Miranda.
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