Te extraño, pero ya no me perturba,
sentir que me alejo, me asusta.
El llanto, dejó de ser recurrente.
Y aún siendo un pensamiento permanente,
tu recuerdo ya no es sinónimo de presente.
Perdió el peso del hoy,
recordarte es remembrar el ayer.
La tristeza, ya no tiene cuerpo.
Ha tomado un «estado neutro».
Si duele, me lo permito,
si me hace sentir bien, ya no me siento mal.
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