Último viaje familiar

Último viaje familiar

Daniela Luján

01/07/2019

Eran las 8:25 de la noche, varias familias piuranas habían detenido su paseo dominical para observar lo que en una esquina acontecía. Todos se miraban, susurraban entre ellos, algunos sacaban sus celulares para grabar aquella escena; madres e hijos jugaban a las escondidas, con un pequeño cambio de reglas: la escena se escondía y los niños no debían ir a buscarla.

-Tenemos un 20:23 entre Junín y Grau- repetía el bombero más robusto del grupo- dos mujeres y tres hombres, todos iban en el mismo vehículo.

-Mamá, ¿por qué sacan a esa niña en una bolsa?- preguntaba un niño que asomaba los ojos entre los dedos de su madre.

-Rodri, no mires; José, ya vámonos, los niños no tienen por qué ver esto- le decía la madre del menor a su esposo.

A lo lejos se escuchaba una sirena, las personas regresaron a mirar la esquina contraria, desde donde provenía el sonido. Después de unos minutos apareció una ambulancia, llenando todo el lugar de luces rojas parpadeantes.

El auto recién llegado se detuvo, de él bajaron dos paramédicos y un médico. Se acercaron a los cuerpos que estaban en el suelo, mientras los bomberos rodeaban la zona con una cinta amarilla.

-Despejen el área, por favor. Intentamos trabajar- dijo el menor de los bomberos a las personas que interrumpían el paso de los hombres de bata blanca.

-Por radio nos dijeron que eran cinco personas- pronunció uno de los paramédicos mientras le tomaba el pulso a la señora tendida en la calle.

-Lo eran, pero la menor ya está lista para ir a la morgue- dijo el bombero que alejaba a las personas.

La escena era terrible, una familia completa: mamá, papá, dos gemelos de diez años y una pequeña de cinco. Sus cuerpos llenos de sangre, la mirada fija hacia la nada, los puños cerrados y pedazos de vidrio entre la piel. La camioneta familiar estaba destrozada contra un poste de luz, todas las ventanas se habían roto en el impacto, había huellas de llanta en la pista; una de las puertas traseras estaba abierta, como muestra del intento fallido de los gemelos para escapar de su muerte.

-Ninguno tiene pulso- dijo el médico después de pasar por todos los cuerpos- código 10:42 para toda la familia, levanten los cuerpos.

-Entendido- dijeron los paramédicos al unísono.

La pequeña ya estaba esperando al resto de la familia en la ambulancia, los subieron uno a uno; primero mamá, luego papá y al final sus hermanos. Las puertas se cerraron, el vehículo arrancó en silencio, ya no había necesidad de usar la sirena. Avanzaron por toda la avenida Grau hasta desaparecer entre el tráfico. Los espectadores desaparecieron lentamente, algunos volvían a los restaurantes, otros arrancaban sus autos con más cuidado, y unos cuantos se quedaban en la escena solo para preguntar y crear hipótesis sobre lo sucedido. Todo esto mientras al otro lado de la ciudad otra persona estaba viendo televisión y la llamada del hospital interrumpía su programa, solo para informarle que debía ir a firmar unos papeles y regresar con lo poco que quedaba de sus familiares.

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