Despertar y lo primero que ves es la claridad entrando en tu habitación por los pequeños espacios que olvidaste tapar, solo quiero estar a oscuras, no quiero despertar, no quiero ver que aun estoy viva, miro a mi alrededor y veo cada cuadro de pintura que he hecho, detrás de cada uno de esos cuadros llenos de colores y dibujos asombrosos, se esconde un llanto, un lamento, una despedida que decidí regalar en secreto. Las personas están acostumbradas a asociar que un cuadro de color azul con personas llorando, es lo que tu alma siente, y creo que voy a cambiar eso muy pronto, por que mis pinturas son de colores vibrantes, rosadas, con flores de todos los colores, y nadie se imaginaría que los pinté luego de intentar acabar con mi vida, un intento fallido pero lo exprese en la pintura, y si observas bien, verás que en todas ellas, hay pequeñas letras que juntas forman la palabra «ayuda».
Estoy gritando auxilio, estoy cayendo en un pozo oscuro, y la verdad es que me aterra, pero no se como detenerlo, creo que soy yo misma. En cada esfuerzo que hago por levantarme ruge en mi corazón un dolor agudo, cada paso que doy es como si estuviera sobre una cuerda floja sobre las nubes, miro mi reflejo en el espejo roto del baño, que yo misma destruí al tratar de matar ese monstruo que ahora no reconozco, ojos cansados llenos de rabia inundados por lágrimas de tristeza, con una sonrisa forzada y falsa; abro la ducha para que mis lágrimas se mezclen con el agua, al mismo tiempo que limpian mis heridas de mi cuerpo, ya no es lo mismo, antes una flor de primavera venía a cantar sus canciones favoritas y bailar con la espuma que hacía su largo cabello, ahora solo pienso en llenar la bañera y terminar esto que empecé, pero debo continuar el sufrimiento, hoy es un nuevo día y tal vez el último.
Me escabullo por el pasillo, silenciosa, para que no noten mi presencia, mientras se escuchan los gritos de mis padres discutiendo por mi culpa otra vez, ¿no saben el daño que me hacen con sus palabras?; finjo que estoy bien, Dios, no recuerdo la última vez que sonreí, sinceramente ha pasado tiempo, tomo rápidamente mis cosas, no se cuanto tiempo pueda aguantar, y me marcho a donde soy invisible para la sociedad, camino con la cabeza baja sintiéndome desnuda ante todos, puedo escuchar esos murmullos que me atormentan, que duelen, y en ese momento me veo en el ataúd abierto para que finalmente todos puedan verme junto a una fotografía con una sonrisa falsa dibujada en el rostro, un deseo que aun no tengo el valor de cumplirlo, me pregunto si habrá alguien que pueda salvarme de mi misma, solo una persona que se siente conmigo en esta cueva oscura, alguien que no necesite entenderme y no tenga que culparme, creeme que yo lo hago todo el tiempo, me culpo por existir, desearía poder enfrentarlo pero no tengo fuerzas para pelear conmigo misma. Me siento en la última fila, donde pocos puedan verme, pero aun así escucho sus susurros que comen mi cabeza; los profesores me preguntan qué es lo que sucede, por que cambie, por que no soy la misma de antes, ¿donde se fue esa niña que reía por todo?, lo que no saben es yo misma estoy perdida en donde no puedo encontrarme, donde caigo en un vacío que no puedo escapar, me he vuelto a perder en este mundo una y otra vez, mi peor enemiga soy yo misma. Las personas me menosprecian tanto que hasta yo misma los comprendo, por que yo también me odio, y me odiaré hasta el día en que muerta¿cuando morir se transformó en mi deseo más preciado?. Miro a mi alrededor, no hay nadie a mi lado, solo tengo a la que ahora llamo «mi mejor amiga», la navaja. Sola, en el sueño del baño, abrazándome a mí misma, viviendo, respirando y sangrando al mismo tiempo, lo peor de todo es que soy consciente de que me estoy matando y aun así sigo haciéndolo, no me puedo detener, la roja sangre recorre mis muñecas hasta llegar a las puntas de mis dedos, pero no hay dolor por que todo esta muerto en mi interior; estoy asustada de mi misma, estoy perdiendo esta guerra contra mi. Las voces que no paran un segundo y ahora decido escucharlas, me dicen una y otra vez que le haría un favor a todos si solo me muero, y tienen razon, morir sería lo mejor, pero me siento débil hasta para intentarlo.
Llegó la hora de fingir nuevamente, lavo mis muñecas y camino hacia donde mis demonios me llevan; luego de caminar sin rumbo por las calles vacías, me encuentro con un lugar lleno de recuerdos, el puente donde veíamos el atardecer con mi familia, que reflejaba en las cálidas aguas del río y en ese momento nada importaba, ¿cuándo terminó?. En mis pensamientos lo único que veo son las sonrisas de mi madre cuando era pequeña, pienso en llamarla, marco su número con las manos temblorosas, espere unos minutos y nadie contestó, algo se terminó de romper en mí, supongo que su trabajo es más importante que su hija, y eso me derrumbó. Solo quería despedirme, escuchar su voz por última vez, dejé suavemente el teléfono en el suelo con una nota en el, levanto mis ojos llorosos para ver el atardecer y …… Salté.
Mientras caía solo veía las imágenes de las personas que me hicieron odiarme, podía oír sus murmullos y críticas destructivas, hasta que todo se oscureció y al fin me sentí bien.
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