Vine aquí -con el temor arrancado de mi pecho guardado en los bolsillos- por una respuesta de tu boca. No más preguntas de tu parte. No quiero explicar por qué mis brazos están vendados y me cuesta tanto caminar. No tengo que explicar mi embriaguez ni mis pupilas dilatadas. Ni los rumores, ni las dudas que sembré en tu pecho desde mi ausencia.

Tú más que yo mismo debes entender por qué había huido. Por qué me oculté en la caja de cigarros y la botella con tu amiga, en la playa. Por qué creí en Dios cuando desperté entre pesadillas y le rogué que te matara.

Por qué volví a hacerme tu amigo, por qué quise ser de tu sexo una vez más renovando promesas que sabía que no se podían cumplir. Por qué corrí de tu casa en la madrugada una vez última y no menos importante… Debes saber por qué estoy aquí -frente a esta pared enorme y todas tus cosas en mis bolsillos- esperando una respuesta. Un por qué.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS