El presidente Trump entró a la oval office donde ya lo esperaba la delegación de diplomáticos mexicanos para comenzar una jornada de diálogo que buscaba reducir las crecientes tensiones entre ambos países. El presidente estadounidense había acusado al gobierno mexicano de permitir e incluso facilitar la entrada a su país de demasiados bad hombres lo cual lo llevó a ordenar, con el apoyo de la gran mayoría de la bancada republicana, a sus soldados y drones a cruzar la desértica frontera internacional para perseguir y arrestar o abatir a migrantes y supuestos narcotraficantes y terroristas. El gobierno mexicano condenó estas acciones unilaterales por tratarse de una flagrante violación de la ley internacional y de la soberanía nacional. El consejo de seguridad de la ONU se unió a la condena en una resolución que fue vetada de inmediato por los Estados Unidos.
Todos los delegados mexicanos se levantaron para recibir al presidente que, visiblemente de buen humor, antes se detuvo a la mitad del salón para sonreír y saludar a las cámaras. Comenzando por el canciller, uno a uno saludó cordialmente a la delegación mexicana, incluso intentó enunciar algunas palabras en español que solo recibieron sonrisas confundidas como respuesta. Cuando le llegó el turno de saludar al gobernador Quinta se detuvo frente a él y, de repente, se le borró la sonrisa. Perplejo lo miró de arriba a abajo y de abajo a arriba, vacilante le extendió la mano y claramente desconcertado volteó a ver a su staff que, al igual que los miembros de la prensa, hacían intentos desesperados por contenerse la risa. Examinó una vez más al gobernador y de golpe le arrebató la mano como si se la hubiera quemado, se dio media vuelta y furioso dijo: «It’s over, folks, it’s over. We’re done here». Entre un diluvio de flashes que pintaron el salón de plata salió con sonoros pasos de su oficina azotando la enorme puerta blanca detrás de él. Algunos miembros de su gabinete fueron en vano tras su commander-in-chief para tratar de convencerlo de regresar y así evitar un escándalo que pudiera agravar aun más las tensiones que amenazaban con desatar una sangrienta y absurda guerra. Los fotógrafos se apresuraron a rodear al gobernador Quinta que hasta ese momento había sido un político prácticamente anónimo incluso en su propio país, y es que el gobernador en el rostro, facciones y cuerpo se parecía al presidente Trump, tenían el mismo pelo escaso y anaranjado, la misma sonrisa ladeada, los mismos brazos que cuelgan incómodamente, las mismas ojeras blancas, mismas manitas, en todo se parecían, excepto tal vez, en que tenía ligeramente un poco más de pigmento el gobernador que con porte diplomático (casi escultórico) y sin decir palabra alguna, se dejó fotografiar por las hordas de rientes periodistas.
La imagen del presidente Trump saludando perplejo a su doble no tardó en darle la vuelta al mundo volviéndose trending topic y template de una gran cantidad de memes. El presidente twitteó minutos más tarde que él era el presidente con el mejor sentido del humor en la historia de los presidentes y que la broma le había parecido mala (not funny at all), de mal gusto y provocadora, y lo de las manos chiquitas lo consideraba como un acto de guerra. En respuesta, el presidente mexicano sostuvo que el parecido entre el gobernador y el presidente Trump, aunque pensaba había sido exagerado por la prensa y «las gentes del internet», era mera casualidad y de ninguna manera fue un intento por parte del gobierno mexicano de humillarlo, después de todo, el gobernador Quinta, dijo sonriendo de lado, era un hombre guapo y distinguido. Llamó a su homólogo a serenarse ya que él era un pacifista y el gobierno mexicano no tenía ninguna intención de involucrarse en una guerra contra su histórico aliado por tan solo un absurdo malentendido.
La verdad, según una fuente cercana a la presidencia mexicana que ha preferido mantenerse anónima, es que lo del doble no fue ninguna casualidad, al presidente mexicano le interesa y conoce bien la historia de México —incluso, algunos afirman, esta obsesionado con ella. Se dice que, aunque no ha sido confirmado, siempre lleva La verdadera historia de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo en su portafolio y de vez en cuando lo acaricia como si fuera una especie de talismán. Algunos historiadores habían ya notado que varias escenas del relato de Díaz se habían repetido de formas extrañas durante el mandato del actual presidente tomando él el lugar que en la relación le corresponde a Moctezuma —un personaje sin lugar a dudas que pocos, muchos menos un presidente, querría imitar, lo cual lo hace aun más extraño.
En una ocasión, a los pocos meses del inicio de su mandato, días antes de una cumbre internacional que se llevaría a cabo en la isla de Cozumel, el mandatario mexicano mandó al presidente de España un penacho de plumas de quetzal, monedas de oro y una carta donde le decía que no tenía caso alguno que asistiera a la cumbre, que no se molestara, Cozumel no era tan bonito como decían y que: «Os quiero dar una hija mía muy hermosa para que os caséis con ella y la tengáis por vuestra legítima mujer», haciendo eco a lo relatado por Díaz del Castillo lo cual, como era de preverse, provocó la indignación del presidente español desatando un escándalo diplomático cuando hizo pública la extraña y ofensiva oferta que había recibido. Por fortuna las actuales relaciones comerciales entre ambos países son prácticamente insignificantes y no hubo mayores repercusiones que tuvieran efectos nocivos en la vida diaria de los ciudadanos de ambos países a excepción de algunas lamentables expresiones anti-hispánicas y anti-indígenas en redes sociales de ambos lados del Atlántico que no llegaron a más.
Como este suceso ocurrieron otros que despertaron la imaginación de varios. Algunos, más proclives al misticismo y a lo esotérico, aseguran que el espíritu de Moctezuma ha poseído el cuerpo del inadvertido presidente con la intención de cobrar venganza sobre los invasores extranjeros (lo irónico, algunos críticos de está hipótesis han notado, es que el espíritu del tlatoani haya optado por poseer un cuerpo mestizo). Otros más cínicos creen que el presidente es tan solo un bromista que aburrido de la monotonía de dirigir un estado fallido, elabora, para su propio entretenimiento, complejas bromas que cree solo él puede entender y disfrutar.
Sin embargo, un prominente psicoanalista mexicano descartó que las conductas del presidente que replican el pasado sean de modo alguno intencionadas y conscientes, tiene tan poco control sobre sus conductas, escribió en un artículo de opinión en el periódico Metro, como cualquiera tiene sobre lo que sueña por las noches. De acuerdo a su investigación no hay, contrario a lo que los seguidores del presidente aseguran, evidencia alguna de que el presidente sea un verdadero estudioso de la historia y que lo más probable es que, partiendo de los estudios de C.G. Jung, un arquetipo se está manifestando a través de él y, tal como los mitos se repiten una y otra vez en culturas apartadas por siglos y océanos, el presidente es tan solo la pantalla sobre la cual se está proyectando el inconsciente colectivo. El psicoanalista encuentra un interesante eco a lo sucedido en la oval office en lo que Díaz del Castillo relata en su Historia Verdadera donde describe el bizarro encuentro entre Cortés y los emisarios del tlatoani Moctezuma que con halagos y regalos fueron a verlo al actual estado de Veracruz al poco tiempo de su llegada. A pesar de sus generosas ofrendas les dijeron a los españoles que en cuanto a su visita a México y a su señor Moctezuma, no había para qué, estaba muy lejos, el camino era difícil y no valdrían la pena sus esfuerzos. Lo más extraño de ese encuentro fue que, entre los emisarios, el tlatoani había enviado a un cacique que físicamente era idéntico a Cortés. Verse a sí mismo es terrorífico y Moctezuma lo sabía, en su mundo ni los dioses eran inmunes a los horrores del espejo. Pero para esa época los espejos eran cosa común en Europa, contrario al Nuevo Mundo donde, aparte del obscuro y opaco reflejo de los espejos de obsidiana, considerados sagrados y de uso exclusivo de los sacerdotes, la gente común solo había visto su propio reflejo en el difuso reflejo del agua quieta, así que a Cortés y a sus hombres todo eso les pareció cosa de risa y lo tomaron como tan solo una muestra del buen sentido del humor del poderoso Moctezuma.
En la literatura especializada se ha discutido mucho por qué Moctezuma envió a ese doppelgänger
a disuadir a Cortés de viajar hasta Tenochtitlan. Una explicación ha sido que Moctezuma quería que Cortés, con la intención de intimidarlo, supiera que estaba siendo observado muy de cerca por su inteligencia militar y para que tuviera bien claro que los mexicanos eran una sociedad guerrera altamente sofisticada digna de ser temida hasta por los «dioses» o «teules» como escribe Díaz llamaban los indios a los recién llegados seres blancos. Otra explicación que se le ha dado a este episodio es de índole mítica, la mitología mexicana habla del duelo que hay entre los dioses Tezcatlipoca y Quetzalcóatl que, de acuerdo con el calendario cíclico mesoamericano, se alternan el trono de las diferentes eras cósmicas. Se cuenta que Tezcatlipoca cíclicamente pone su espejo negro de obsidiana frente a Quetzalcóatl que queda tan horrorizado al ver en su reflejo lo feo que es, que en una canoa huye por el mar hacia el oriente cediéndole así el trono a su rival, el señor del espejo humeante.
La fecha de llegada de los españoles a las costas del actual estado de Veracruz coincidió (juzgue el lector si por casualidad) con el cambio de ciclo en el calendario azteca cuando se supone que Quetzalcóatl regresaría de su exilio a retomar el trono. A partir de esto, se ha tratado de explicar el envió del doble de Cortés como un intento de Moctezuma de comprobar si ese hombre barbudo montado sobre un venado que llegó de donde sale el sol era en verdad la Serpiente Emplumada (pronto sabría de quién en verdad se trataba).
¿Por qué mandó el presidente mexicano a un doble del presidente Trump a la Casa Blanca? Hasta el momento no hay una respuesta contundente a esta incógnita y quizás nunca la habrá. Algunos creen que ansioso por ganarse un lugar como héroe en la historia de un país que por más de cien años se ha visto privado de una guerra gloriosa, el presidente mexicano decidió, aunque lo niega públicamente, de esa forma tan peculiar y enigmática, ofreciéndole a su homólogo una mano chiquitita y anaranjada, declararle la guerra al más temible de los rivales. De cualquier manera, así lo tomó el commander-in-chief y aún estamos a la espera de saber qué represalias tomará. Aunque los que encuentran explicaciones en los reflejos de la historia han sido suplantados por los que favorecen las explicaciones de tipo real-politik, varios han encontrado oídos receptivos entre el público, no obstante, la explicación del intento de intimidación tipo Moctezuma es irrisoria en este caso y puede ser fácilmente descartada. Asimismo, es difícil creer que el presidente mexicano estuviera tratando de comprobar si Trump era Quetzalcóatl retornando del oriente, de ser esa la explicación correcta estaríamos hablando de un incuestionable delirio o cuadro psicótico por parte del presidente mexicano (de lo cuál, es cierto, ya ha sido acusado muchas veces antes por sus rivales), aunque, cabe mencionar, que al igual que Quetzalcóatl, el presidente Trump «huyó» de su «reflejo» contrario a Cortés a quien le pareció divertido verse reflejado en un indio. Posiblemente obtengamos la respuesta a la incógnita si el presidente mexicano recibe en los próximos días al presidente Donald Trump en el Palacio Nacional.
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