Esa especie de autismo le producía un gran placer. Volverse hacia ella misma con el único objeto de navegar en la nada era la base de su existencia.

Sería por eso que la música nunca le acompañó en su viaje, nunca reconoció ninguna melodía ni color como fondo de su vida.

Para ella todo estaba demasiado lleno, demasiadas cosas. Demasiados ritmos inundaban esa vida que no reconocía como auténtica… Seguramente siempre fue una desadaptada.

Buscaba en esos momentos tan suyos y en esa quietud, una caricia que solo le podía ofrecer la nada. Y frente a ese silencio que buscaba casi con angustia estaba ella, ella y el tiempo.

El viaje es lo que perturba al viajero. Un andén repleto de personas extrañas, miradas curiosas con ojos perdidos.Todas inquietas buscando la salida… No saben que en realidad esa es su vital existencia.

Nada es más real que lo que aún no ha llegado. Nada nos desconcierta más que la espera. Una maleta, un cigarro en la otra mano y la ansiedad de reconocerse como vacío inestable en su propio tránsito.

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