Al abrazar su pequeño y frágil cuerpo, vi el tatuaje de la mariposa, allí seguía a pesar de que a veces pensé que era una maldición, nunca se lo dije, pues a una hija, has de tener mucho cuidado con lo que le dices para que no haga justo lo contrario. La tengo entre mis brazos, la siento viva, cálida, sus lágrimas mojan mi pecho… no la soltaría nunca.
Hoy celebrábamos el triunfo en la enésima batalla, entre otras muchas batallas pérdidas.
Aún recuerdo cuando me comento que se tatuaría.
─Mama ya está decidido, voy a tatuarme una mariposa, será el símbolo del cambio, de mí cambio, sabes que la mariposa es un símbolo de transformación y evolución en la vida? Pues cuando yo comience con mi dieta, esta será mi inspiración.
Ella siempre decía que estaba gorda, a mí me parecía normal, con esas redondeces típicas de la juventud, y además, era tan bonita y alegre. Yo siempre intenté mostrarle, el valor de su interior, y lo importante que era, alimentar tu mente con conocimiento, el alma con arte y el corazón con amor. Pero para ella eran solo “las tonterías de mama”.
Pronto empezó a cambiar, sus formas antes redondeadas y suaves, se transformaban poco a poco en salientes duros, abruptos como acantilados perfilados por el mar y el viento. Su cara infantil de mejillas sonrosadas, paso a pómulos marcados y palidez mortal. Sus extremidades parecían más largas como ramas de un árbol enfermo.
Ella, alborozada, feliz, decía. -los tejanos me sientan mejor, mis amigas me envidian, los chicos me miran…
Le dije que parara, que ya estaba bien, ella me pidió un poco más, que no le concedí. Ya era tarde, la espiral de cambio enfermizo donde se encontraba, no tenía límite, al igual que la mariposa, es el único ser vivo capaz de cambiar por completo su estructura genética, mi hija ya no era mi hija. Al mirarla no podía asociar a ese ser, que casi como un espíritu caminaba con una ligereza sobrenatural por mi casa, con la chiquilla que corría llena de energía riendo y jugando. Las mentiras, malditas mentiras, siempre estaban presentes, separándonos cada vez más, mentiras sin límites que yo no podía acotar
Su mente y sus ojos cambiaron, donde yo veía delgadez extrema, ella veía gordura mórbida, donde yo veía un rostro sin vida, ella veía la perfección de la belleza. Cuando yo sentía que mi hija querida, se alejaba ligera como una mariposa hacia el reino de los espíritus, ella sentía, que su ideal de pasarela estaba cada vez más cerca.
Cómo puedes hacer ver, a quien no quiere o no puede ver? ¿Cómo comunicarme con aquel ser que vivía en su mundo, donde solo se comunicaba con seres como ella?
Pero no somos mariposas, por mucho que admiremos su capacidad de cambio simbolizada con la libertad, la transformación interior, o la belleza. Nuestro ADN nunca cambiara al cien por cien, todas las etapas por las que pasamos viven en nuestro interior, desde la niña risueña, al adolescente insoportable. Para bien o para mal nuestros cambio vitales permanecen, y forman parte de nosotros, si volvemos la vista atrás, con dolor y alegría, podemos aprender y recordar que esas etapas están allí para ayudarnos a volver al centro de nosotros mismos, y ver cómo somos en realidad. Mirarnos al espejo y volver a reencontrarnos.
Mi niña, recordó quien era en un momento glorioso que no sé definir. Ella bajo al infierno…. y volvió. En su interior llevará por siempre sus fallos, sus aciertos, su valentía, y sobre todo guardara como un tesoro el conocimiento de cuan frágiles somos al alejarnos de nuestra esencia, y no recordar quienes somos.
OPINIONES Y COMENTARIOS