«Tesoro de mi vida»
Para mi hija, mi luz eterna
JOSE E DIAZ
Desde el día en que llegaste, mi cielo cambió,
el mundo cobró sentido, el tiempo se detuvo,
y tu primera palabra —»papá»— me abrazó,
como un canto divino, tierno y absoluto.
Eres mi lucero, mi faro, mi razón,
la llama que enciende cada amanecer,
mi alma late al compás de tu voz,
mi niña pequeña, mi todo, mi bien.
Y aunque el tiempo avanza con paso traidor,
no quiero pensar en verte crecer,
porque crecer, mi amor, es dejarte ir…
y eso me parte el alma, me cuesta entender.
Si pudiera, detendría el reloj sin dudar,
te quedaría en mis brazos, por siempre, igual,
con tus risas, tus juegos, tu mundo ideal,
mi corazón es tuyo… que sólo te sabe amar.
Un día volarás, lo sé, mariposa en flor,
y yo, con los ojos llorosos de amor,
te dejaré ir con el alma partida,
pero guardaré cada risa compartida.
En el baúl secreto de mi existir,
llevaré tus abrazos, tus pasos, tu sentir,
y si algún día la vida me lleva de aquí,
te juro, mi cielo, que no me iré sin ti.
Seré el sol que caliente tu piel por la mañana,
el viento que acaricie tu frente en calma,
te besaré en el rocío, con la lluvia temprana,
te abrazaré en la sombra, desde el alma.
Y aunque mis ojos se apaguen al fin,
serás mi guía, mi luz, mi jardín,
mi amor eterno, sin límite ni fin,
porque soy tu papá… y tú, todo en mí.
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