Abro una botella de whisky y me la bebo mientras camino por un pasillo casi oscuro, con una luz tenue que apenas alcanza para ver los graffitis que en las paredes están dibujados. Alguien me escucha, pero no me ve, me aconseja pero no entiende, se encuentra cerca pero está lejos. Le pregunto -¿Eres una deidad?- Ríe, no responde, pero continúa diciendo cosas que no entiendo, pues me pierdo en la dulzura de su voz y en la suave melodía que su voz esboza siempre que habla. Esbozo una sonrisa con mis labios casi inexistentes intentando entrar en los aposentos de su mente con tan delicado gesto, no lo logro y me desespero, intento escuchar para entender que me dice, no escucho nada.

Al cabo de un rato, comienzo a interpretar sus palabras, cual músico con su guitarra o artista con su pincel, me habla sobre aventuras de su adolescencia, sobre un amor cubierto por las piedras del tiempo, sobre sus deseos y ambiciones, me narra una historia de vida maravillosa. Ya sobrio lo entiendo, no estaba en aquel pasillo oscuro que había visto en mi ebriedad, me encontraba en la casa de quién siempre fue el amor de mi vida, ella silenciosa hace un gesto de felicidad, y en su mirada veo plenitud. Siento como me penetra esa felicidad, la cuál por aquella dulce mirada que calienta mi cuerpo frío y demacrado por el tiempo, agarra mi mano, que se encuentra apoyada sobre una mesa pequeña y redonda, como las de té.

Entonces me habla, me dice que todo estará bien y que tan solo la vida me ha jugado una mala pasada, me recuerda de todo por lo cuál aún me queda por luchar y por fin me ve, por fin me entiende, ¿Soy yo o hace calor? Cuando me doy cuenta estoy envuelto en sus blancas sábanas, y su figura desnuda me lleva al camino del pecado, pero entonces lo entiendo, no existe tal cosa como el pecado cuando el amor se nos presenta de manera tan cordial, grata y amable, cuando este es tan puro que se puede confundir con la divinidad misma. Entonces le vuelvo a preguntar, está vez casi convencido. -¿Eres una Deidad?

Ella ríe, se ruboriza y se acerca hacia mi, lentamente y me besa, se acurruca a mi lado y su mirada me envuelve y me lleva por un camino que es desconocido pero a su vez, es simple, simple y hermoso, y cuál corriente me dejo llevar por un camino de luz y oscuridad.

Todo termina y nos dormimos, ella parece de la realeza, yo mientras tanto en una caverna, me encuentro solo ahí con no más que mis pensamientos y me pregunto, ¿Esto es para mi? Y me veo pensando en lo desgarradora que la felicidad puede ser, nunca tuve nada y ahora lo tengo todo, es una sensación agridulce que casi puedo saborear, y con la paciencia de un santo el miedo aparece e inunda la caverna en la que me encuentro.

Me despierto exaltado, intento recomponerme rápido y allí la veo, dormida junto a mi, iluminando la oscuridad de la caverna en la que me encuentro. Todo vuelve a ser paz dentro de mi, ella se despierta y lo primero que ve es mi rostro, me besa en la mejilla y se queda mirándome como si fuese el más valioso de sus tesoros.

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