Aquella noche ella estaba radiante y relajada, lucía un precioso mono corto, pero se le cortó la respiración al ver lo mono que iba él. Por su parte él llevaba un vaquero sencillo y una camisa de cuadros que se ajustaba a su cuerpo, lo que no sabía es que se iba a quedar a cuadros al ver a esa chica de ojos azules.
Intercambiaron miradas durante poco más de diez segundos, tiempo suficiente como para olvidarse de la música, las copas y todo lo demás. Diez segundos que dieron para recorrer sus cuerpos de arriba abajo y detener su mirada en los labios del otro, que por coquetería dibujaron una tímida sonrisa.
Ambos intentaron disimular cogiendo sus copas de nuevo, pero sólo fue eso, un intento de disimulo. Él se la bebió de un trago y fue a la barra a pedir otra, ella por su parte siguió escuchando a sus amigas, sin prestarlas demasiado atención, y sin poder evitar buscarle con la mirada.
En un intento por encontrarle, se topó con sus ojos marrón avellana y no pudo por menos sonrojarse y soltar un pequeño suspiro.
Como buenamente pudo, siguió bebiendo botellines ocultando sus nervios y antes de que ella pudiera darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, él la llevó a un sitio más apartado donde poder hablar y conocerse más profundamente.
Se saludaron. Dos besos tímidos, rozando la comisura de sus labios. Ella, sólo escuchaba lo que él hablaba. Él, sólo hablaba para captar su atención. Ella, tocaba su brazo sin querer, o tal vez no. Él, rozaba su pierna, queriendo sin querer.
Y no sé muy bien si fue por el alcohol o por sus pieles erizadas, el caso es que sus dedos se entrelazaron, sus miradas se encontraron y sus bocas se juntaron.
Tras ese primer beso lento y suave, como dicen que son las nubes o como el algodón de azúcar, le siguió uno apasionado e intenso, de esos que te dejan cierto regustillo en el cuerpo y deseo de más.
Sabían que no podían seguir así o acabarían revolcándose en el sucio baño de aquel bar, por lo que decidieron mirarse a los ojos y decirse adiós, Un adiós que en realidad era un hasta luego y un beso que albergaba esperanzas de volverse a ver
Mientras caminaba en silencio hacia la pista donde estaban sus amigas, echó la mirada atrás con la esperanza de encontrarse con la mirada profunda y sincera de él, pero lamentablemente eso no fue lo que sucedió, se encontró con una mesa y dos copas vacías.
Se sentía avergonzada por el comportamiento de aquel chico, ni un minuto le había hecho falta para darse media vuelta y olvidarse de ella. Pensó que lo más sensato sería cerrar ese capítulo y disfrutar con sus amigas, soltarse la melena y mover las caderas como si no hubiera mañana.
Copa iba y copa venia, no le daba tiempo a acabar una y ya se le juntaba con la siguiente, cantaba cada canción que sonaba, especialmente sus favoritas, las de hace diez años. Estaba radiante, eufórica, desprendía felicidad por cada poro de su piel.
A cada trago que daba, su mente se nublaba, se acordaba de sus labios carnosos, de sus ojos rasgados y ese pelo despeinado que se tocaba cada vez que sonreía. Apenas le conocía, lo justo para no dejar de pensar en él, pero ansiaba saber más, si era más de bailar bachata o reggaetón, si en pareja le gustaba dormir en el lado derecho o en el izquierdo de la cama, y porque no saber si era más de ternura o de pasión desenfrenada.
Estaba tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera se percató de la presencia de aquel chico, de modo que tuvo tiempo suficiente para observarla y recrearse con sus movimientos sensuales sin que ella se diera cuenta.
Al abrir los ojos se sorprendió al encontrarse con él a su lado devorándola con la mirada, de manera que sus ojos color avellana se posaron en su boca. Se besaron desesperadamente, los brazos de ella rodearon su cuello, y los de él no se despegaron de su cintura.
Las ganas y el deseo aumentaban por momentos, así que juntos de la mano, abandonaron el local. De camino a casa, en el taxi, la única melodía que sonaba era su risa contagiosa, y la respiración más alta de lo normal que dejaba entrever lo que más tarde pasaría en esa oscura habitación.
No aguantaron más y acabaron cayendo en la tentación, Como cuando acabas comiéndote la última onza de chocolate, o comprándote ese vestido que te queda realmente bien, pero es sumamente caro.
Y antes de entrar por la puerta, la mano de ella desabrochaba los pantalones de él y se metía por dentro, y su vestido ya le llegaba por las rodillas, poniendo sus pieles de gallina y recorriendo un escalofrío sus espinas dorsales.
Fue él quien atrajo el cuerpo de su chica al suyo, quedando sus bocas a escasos centímetros, sintiendo su respiración más acelerada y caliente, hasta que finalmente ella atrapó el labio inferior de él con sus dientes, provocando mayor deseo y que sus lenguas inquietas saborearan cada centímetro de su piel.
Cuando él entraba dentro de ella, de su boca se escapaba el sonido más bonito del mundo, que no tardó en convertirse en su melodía favorita. A él le apetecía jugar, aumentar sus ganas y cuanto más suave se lo hacía, ella más fuerte tiraba de su pelo, indicándole que aumentara el ritmo y la intensidad.
Ese gesto tan pequeño provocaba en él mayor disfrute y le obligaba a ir rápido, a hacérselo más rápido, a ella le gustaba tanto que deseaba que el tiempo fuera lo más lento posible y memorizarlo por siempre. Sus grandes manos agarraban con fuerza sus pequeñas nalgas cuando llegaba al orgasmo final.
Tumbados y desnudos permanecían en silencio en la cama, recuperando lentamente el ritmo habitual de su respiración, sintiendo como subían y bajaban sus pechos a medida que recobraban el aliento.
Y no lo sabían, pero una vez que cayeron en la tentación no iban a poder dejar de hacerlo, y eso fue lo que les pasó.
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