Sueños eternos

Querida yo del futuro:

Dentro de un mes, dos meses, tres meses, cuando sea… Todo esto habrá acabado: las clases online, los aplausos, los trabajos desde casa, la cuarentena…, todo ello. Y entraremos otra vez en nuestro mundo, en la monotonía de la vida.

Los seres humanos vivimos la vida corriendo, sin detenernos, por muy cansados que estemos, siempre haciendo, siempre estando, siempre en movimiento. Y pocas veces paramos a recuperar el aliento, y ver dónde estamos. Nuestro mundo es maravilloso, y con él todo lo que conocemos. Hay mucho de lo que nos podemos dar cuenta al observar: un cerezo en primavera, la luz del sol al amanecer, el calor de una chimenea cuando tenemos frío, un reconfortante sillón al finalizar el día, una noche estrellada, los colores del otoño, la claridad del cielo en un día sin nubes.

Estamos sufriendo por todo esto, por volver a sentirlo. Y sé que, en un futuro, cuando nos hayamos olvidado de cómo nos sentíamos durante abril de 2020, no valoraremos dar un paseo en familia, jugar en el parque, correr por el campo…, incluso coger el autobús para ir al colegio a las 8:00 de la mañana. Estoy escribiendo esto a todo aquel que quiera leer mis palabras porque quiero transmitir un mensaje: observa todo lo que tienes y te rodea, y pregúntate si de verdad lo valoras lo suficiente, porque es posible que, en lo que tardas en despertarte la mañana siguiente, todo habrá cambiado. Y echarás de menos todas esas cosas que no tenían importancia, que eran tan sencillas como para ti pestañear.

Cuando estés intentando conciliar el sueño, busca una imagen que te transmita paz y tranquilidad, como el reflejo de la luna llena en el mar, con tus pies descalzos tocando la arena y tu pelo ondeando al viento. Sueña con ese sentimiento y cuando lo vivas de verdad, guarda cada segundo en tu corazón, y recuerda ese momento tan especial.

Vive tu vida cada día, cada segundo, a cada respiro, porque un día puede que ya no puedas hacerlo de la misma manera.