Desde que tengo memoria, la que me dejaron conservar claro está, se decía que soñar era una enfermedad.

Desde los 12 años (la edad programada para razonar) los niños son intervenidos y tratados para que sus cerebros y mentes no divaguen en historias absurdas y tontas. Eso no los vuelve personas eficientes y productivas. No se les tiene permitido soñar, en el amplio sentido de la palabra; nos borran partes del hemisferio derecho para que al momento de dormir, nuestros cerebros se desconecten por completo. Nos son borradas todas las historias de fantasía que nuestra madre pudiera contarnos, y se nos educa en un sistema cuadrado.

No hay libros. No hay películas. No hay juegos.

No hay nada que nos permita imaginar.

No hay nada que, según el pentágono (Gobierno que rige los estados colindantes de A), nos haga revelarnos y pensar en una revolución. Nos vuelven «pacíficos».

He escapado, algo ha salido mal. Creo que estoy defectuosa. Pero he encontrado a miles como yo. Aquí sí tengo permitido pensar, imaginar, ¡Bailar!

He encontrado un almacén de libros, repleta de periódicos en su mayoría.

Según los archivos de la biblioteca de Seo: –«Los individuos dejados en el anonimato de las costas del estado central A, desarrollaron increíbles especialidades casi divinas…Se muestran atentos, alerta, no dejan de crear e inventar…Han comenzado a crear una lengua, un idioma que parece solo ellos entienden…Parece que se comunican sin el habla; creemos que utilizan señas…Han desaparecido dos docenas, y los restantes se negaron a hablar…El gobierno ha decidido dejarlos en cautiverio, pero parece mala idea a comparación de fusilarlos…El dirigente de A, ha decidido que las masas de las costas del estado central A sean exterminadas…Al momento de la ejecución, una decena de ellos desapareció frente a sus ojos, otra decena escapó, y el último grupo decenal asesinó al dirigente de A y a las tropas militares encargadas de su ejecución. Se dice que no movieron ni un solo músculo en el acto.»

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