Cuando era un párvulo, yacía en el campo con mis amigos. No obstante, cuando salimos a jugar, vimos con resquemor una casa inusitada, por ello, decidimos ingresar a la casa insólita; uno de mis amigos era pusilánime y no quería entrar al extraño lugar [este lugar se ubicaba adyacente a un río]. Luego de esperarlo un poco, dijo: «Sí, ingresaré, pero no se separen». Cuando entramos al lugar, vimos sucesos bizarros: libros con sangre y huesos sobre el suelo. Luego avizoramos una tumba abigarrada. —Debemos abrirla — dijo unos de mis amigos.
Al abrir la extraña caja, salió un extraño monstruo bicéfalo (este poseía ocho brazos oblongos); empezamos a correr raudamente, pero el monstruo colosal era más rápido. Cuando lo perdimos, durante un momento, comenzamos a resoplar.
—Jamás debimos ingresar a este inusitado y roñoso lugar —dijo mi amigo medroso.
Todos mis amigos compungidos lloraron; desde la casa, avizoré el parque y quería saltar, pero el lugar era muy colosal, por ello, empecé a salvaguardarme. Luego de yantar un pan con mis amigos, comenzamos a buscar la salida del lugar difuso. Cuando caminamos, vimos tres puertas polutas. Tres monstruos salieron con ímpetu y nos persiguieron. Mientras corrimos impetuosamente, vimos al monstruo que pertenecía a la tumba abigarrada.
Mientras escapábamos de los cuatro monstruos, vimos varias espadas; las usamos para cercenarles varias extremidades del cuerpo y luego decapitarlos. Luego de varios ataques letales, logramos matar a todos los monstruos y comenzamos a correr como prófugos.
Al salir del lugar, uno de mis amigos vociferó: «¡Quememos esta casa!»; la quemamos.
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