Soliloquio autobiografico II

Hay autores a los que les tuve miedo, sus obras me dieron miedo. Ernesto Sabato es uno, leer sus novelas ha sido muy triste, <<el túnel>> despertó en mi una angustia inmensa, tuve abandonarla un tiempo, un par de semanas en las que no creía que yo pudiera sentir algo que no fuera angustia. Me sentí identificado, no con mi yo de ahora sino con uno joven. Inseguro, celoso y posesivo. Hay de mi y de mis dolores juveniles que no sanan. Recordar los paseos que tuve con cada pareja y con todo el ruido en la cabeza. Yo quería ser un chico malo, un jovencito mujeriego, aunque esa vida es difícil y más cuando creciste con una pareja católica y monógama pero, lo intentaba. No me daría por vencido contra esos sentimientos beatos.

Todo desencadeno en un joven mujeriego y posesivo, supongo que algo común para México. Que imbécil.

Luego retome la lectura, termine el libro y me prometí no leer a Sabato durante un tiempo, sin embargo ahora leyendo <<Abbadon el exterminador>> vuelvo a sentir una angustia, como si el tiempo no existiera o como si nosotros no existiéramos.

Ahora no veo más que sombras, comienzo a creer o a convencerme de que de las personas solo conocemos un tipo de testimonio, no percibo figuras sino ruido o incluso vibraciones de algún tipo. Las caras de los demás se han vuelto borrosas, veo como mi casa, mis muebles; escritorios; sillas; libros, envejecen pero siguen inmutables, a pesar de que todo se cayera en ruinas sabría que aquellos destrozos son los mismo pero, yo no. Yo envejezco, no es el tiempo que pasa por mi cuerpo sino es la vida que atravieso la cual me vuelve otro el día de hoy y otro el día de mañana.

He abandonado la lectura de momento, hasta resolver si yo también soy un testimonio que se percibe de alguna forma en alguien más o si yo soy el receptor único del ruido ajeno.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS