Sobrevivir al acoso sexual en épocas de cuarentena

Sobrevivir al acoso sexual en épocas de cuarentena

Dorys Briceño

13/05/2020

Sobrevivir al acoso sexual en épocas de cuarentena

Hace años tenía presente escribir sobre mi historia. Una historia basada en como “sobrevivir al acoso sexual laboral”. Soy Elizabeth Taylor B., viví en un lugar llamado Mucujún, estado Mérida y a los 42 años recuerdo que tuve una infancia difícil, viví en un hogar disfuncional, con pobreza y padres que no estaban preparados para educar. Soy la hermana mayor de cuatro hermanos y por primera vez siento la necesidad de contar como desde mi corta edad comencé a ser abusada sexualmente.

Recuerdo que tenía seis años aproximadamente y mi madre me envió a comprar en la bodega que estaba al cruzar la calle de donde vivíamos. Era atendido por un señor canoso, panzón, con uñas largas y negras, al llegar estaba solo, me acerque al mostrador a pedir lo que iba a comprar, me dijo que me acercará a él, me tomo por un brazo, y por mi estatura solo podía ver sus piernas, comenzó a tocar mis partes íntimas, en ese momento levante la mirada y pude ver su cara, salí corriendo lo más rápido que pude y le conté a mi madre lo que había pasado, ella no hizo nada, ni un reclamo tan poco hablo conmigo. Ahora que lo reflexiono me siento tan mal, no me defendió, no hubo consejo o algo que hubiese hecho por mí en ese momento. No volví a hablar de eso con nadie.

Posterior a eso aun pequeña, en una visita a la casa de mi abuela donde estaban mis tíos y mis primos, uno de los mayores, de trece años encerró a mis primitos y a mí en la habitación de mi abuela, me coloco encima de la cama y puso su cuerpo sobre mí, hacía movimientos muy extraños, eso duro por unos minutos hasta que mi madre se daría cuenta que no estábamos a su lado, de pronto abrió la puerta y lo sorprendió, nuevamente no dijo nada, no me defendió solo nos sacó de ese lugar.

Cabe destacar que viví en una casa con falta de valores y poca comunicación entre los miembros de la familia, así llegué a mis quince años dando traspiés. A esa edad conocí a un muchacho unos años mayor, me supo seducir y perdí mi virginidad. En el momento no lo vi mal, porque él estaba a mi lado. Al pasar los días noté que no me buscaba como antes y había perdido el interés en mí.

Pasaron varios meses y continué con mis estudios, conocí un par de chavos tuve relaciones sexuales con ellos, y este sentimiento de vacío permanecía en mí. Estaba confundida ya nada era igual. Al cruzar esta puerta de la sexualidad iba a enfrentar un mundo del cual no estaba preparada, sin instrucciones y sin saber lo que me esperaba. No contaba con nadie más que conmigo misma.

Un día mi amiga de la secundaria, Beatriz, me comento que ella entrenaba cerca de su casa un deporte llamado Esgrima, me dio curiosidad y le hice varias preguntas entre ellas los requisitos para entrar. Aclaró que no se pagaba mensualidades y que podía hacerlo dos o tres veces a la semana. Luego de unos días de pensarlo fui y me presenté. A la par de eso mi familia se estaba desplomando, no teníamos para comer, mi papá tenía una segunda relación extra-marital y mi madre decidió dejarnos, se fue lejos, no pudo enfrentar lo que pasaba así que nos abandonó.

Al mismo tiempo comencé a practicar Esgrima, dos veces por semana. Todo iba bien hasta que el Entrenador a cargo de ese deporte comenzó a decirme que usará el uniforme de clases, que le gustaba verme llegar con el uniforme, cosas que no entendía en ese momento. Usaba el uniforme porque salía de clases y bajaba directo a los entrenamientos. Esto se debe a que vivía lejos y para no bajar a la casa y volver a subir me ahorraba el dinero del transporte. A cabo de unas semanas nos informaron que había una competencia en el estado Aragua (que queda a doce horas de donde vivía) en un complejo deportivo ubicado en la localidad El Limón. Era mi primera experiencia viajando sola. Pasaron muchas cosas en ese viaje, no estaba preparada económicamente y el dinero que nos dieron del viaje trate de ahorrarlo y comprar comida para la familia. Después de terminar la competencia nos regresamos a nuestro sitio de origen, estaba confundida, aterrorizada, deprimida por no haber ganado la competencia y no tener un buen desempeño.

Al llegar al Terminal de buses a eso de media noche el Entrenador observó que estaba sola, pues ya a todos mis compañeros los habían ido a recoger, y pregunto si alguien vendría por mí y le conteste que “no”. Ofreció llevarme a su apartamento, accedí. Era un hombre alrededor de 40 años, cubano y vivía con otro compañero, jamás pensé que podía tocarme o tratar de abusar de mí, ya que él daba clases de Esgrima muchos jóvenes y tenía una reputación que cuidar. Llegamos a su apartamento y a que no adivinan: lo hizo, esa noche intento tener relaciones conmigo, le pedí que no lo hiciera, que no quería estar con él, me aleje y no pude cerrar los ojos en toda la noche, apenas amaneció le pedí que me llevara a mi casa pues era muy temprano y no quería permanecer un rato más en ese lugar. En el camino me convenció que no le contará a nadie de lo sucedido y mientras tanto vistiera mi uniforme de clases para ir a entrenar. Me cambié de lugar de entrenamiento y no volví a verlo. Nunca le he contado a nadie esta experiencia, es la primera vez después de tantos años.

Mientras tanto sigue con mis estudios, obtuve el título de secundaria y entre a la Universidad. Por falta de apoyo y valores fui introvertida, hablaba poco y no tenía amigos. Tuve relaciones con un par de hombres que me seducían para lograr algo de dinero o para salir a un restaurant a comer y beber unos tragos.

A los 20 años quedé embarazada y tuve mi primer hijo, salí a trabajar y hubo oportunidades en que hombres mayores me seducían, muchas veces dije que no, sin embargo, mi falta de autoestima y este patrón de comportamiento sumisa y callada seguía apareciendo en mí. Trabaje de noche para sacar mis estudios adelante. Vivía en un mundo sumergida en el alcohol, mientras dejaba a mi hija al cuidado de un familiar. Poco a poco me fui superando y buscando otros trabajos con mayores oportunidades.

Un día se presentó la ocasión de trabajar en una prestigiosa Empresa y fui la entrevista. Aceptaron mi solicitud. En varias ocasiones pedí aumento de sueldo y un apoyo para la guardería de mi hija, ya que vivía con lo justo. El Administrador negó dicha solicitud. El padre de mi hija no me ayudaba en ese entonces. Pasaron varios meses, todo iba muy bien, me adaptaba al sitio. Un día trabajando en la oficina se presentó el mismo Administrador, mi relación con él era totalmente laboral, se acercó a mí y toco mis senos con todo su morbo. Me quedé en shock, no supe que hacer, recogí mis cosas y me fui. Llore toda la noche, mi trabajo estaba en juego ¿era él o yo?, ¿a quien le iban a creer? si contaba lo que había sucedido, tenía que pagar alquiler, guardería y una hija que alimentar. Después de todo me volví a quedar callada, y seguí trabajando en ese mismo sitio. Vivía aterrorizada pensando que se podía acercar a mí en cualquier momento. Afortunadamente me cambiaron de oficina y pude estar más tranquila.

En el 2004 las cosas mejoraron por un tiempo, me casé, tuve dos hermosos hijos, hoy día uno de 15 y otro de 12 años. Adelantando la historia llevaba a uno de ellos a su entrenamiento de Karate, se me ocurrió la maravillosa idea de entrenar con los adultos, ya tenía una amistad con el Sensei del Doyo, pero curiosamente en oportunidades me decía que si necesitaba ayuda contará con él, ya por mi experiencia y a mis 38 años no quería que se malentendieran las cosas. Solo que un día se complicó mi situación económica y le pedí que me diera chance para pagar la mensualidad en dos partes y accedió. Solicitó mi número de celular para enviarme la cuenta del banco y así pagarle lo que debía. Fue mi peor error. Me escribía cada cinco minutos cosas obscenas. No quería sacar a mi hijo de los entrenamientos, mi hijo estaba muy ilusionado y no quería arruinarle el deporte que tanto le gustaba. Cuando lo volví a ver, fue impactante su cara no era normal, sus ojos me desnudaban. Pague mis cuentas y lo bloquee. Afortunadamente por fuerzas mayores cambié de domicilio y no tuve noticias de él.

Mi dilema es el ahora, al cambiar de domicilio, cambió mi lugar de trabajo, conseguí un sitio para trabajar como asistente administrativo. Al principio todo era muy proactivo estaba muy contenta, aprendí a conocer la empresa y sus archivos, la administración y los detalles de la Ingeniería. Luego de un mes todo empezó a cambiar, mi jefe comenzó a tomarme de la mano, y a tocarme las piernas, le di un alto a esta situación, Un día se apareció frente a mi e intento darme un beso sin mi consentimiento, me propuso un intercambio sexual. Le deje que no que se alejará, sin embargo, esto paso también con otras chicas que llegan a trabajar a la empresa. A varias de ella les tuve admiración por tener la valentía de renunciar y decir nunca más al acoso sexual, siento que fui cómplice de todo aquello por saber lo que les podía pasar y no hablar. Por otra parte, seguí callada antes que denunciar, por miedo, por vergüenza y sumisa ante la necesidad económica que estaba pasando. Aguante unos meses más y justo estamos atravesando la pandemia del COVID-19, estoy en mi casa 53 días transcurridos y no he vuelto a trabajar en la oficina, se inició la etapa de reapertura económica. De la empresa me escriben a mi WhatsApp, preguntado si volveré, pero honestamente estoy mejor así, hay un sentimiento de renunciar de no volver y decir ya basta, pero a su vez esta mi situación como madre pagar el alquiler, comida, servicios, vestuario y pare de contar. Quiero tener la fortaleza y colocar un alto al ACOSO SEXUAL LABORAL.

He comentado a dos personas muy cercanas mi experiencia y me dicen que la situación en la que me encuentro es muy peligrosa, que he callado por muchos años. Solo el hecho de que te toquen, que te propongan un intercambio sexual por un beneficio laboral, que te obliguen a tener relaciones sexuales y que te amenacen o castiguen por no aceptarlo te ponen en una situación de alto riesgo. Es necesario que denuncie esta situación y busque apoyo en quienes confíes, es posible que no sea la única persona que está pasando por esto. El hostigamiento sexual laboral no es normal. Y no merezco este maltrato. 

Por eso debemos saber que no estamos solas, denunciar y las autoridades tomar acción inmediata. La felicidad de los hijos no está en un hogar violento, está en el amor que sus padres les puedan dar. Juntos o separados.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS