El buen detective se encontraba inmerso en su labor, a tal punto que perdió la noción del tiempo, un rápido vistazo a su muñeca, reveló que habían pasado más de cinco horas y ya comenzaba a amanecer, pero a él no le importaba, pues nadie lo esperaba en casa. Notó que los cigarrillos se habían acabado, al igual que las ideas, se dio entonces, la tarea de revisar por última vez todos los antecedentes, por si había dejado atrás alguna pista. Esta era la información más relevante con la que contaba:
La sospechosa es una mujer, descrita como una persona con rasgos psicopáticos, con un elevado nivel de independencia intelectual y por ende, incapaz de ajustarse a las normas socialmente aceptadas. Si bien, la sospechosa tiende a actuar en absoluta concordancia con sus deseos y pensamientos (sin importar cualesquiera que estos sean), la mayor parte del tiempo sucumbe ante sus emociones, las cuales expresa sin ningún pudor ante las personas que suelen evocarlas. Se especula que la aludida, ha acabado con la vida de cuatro personas, todos ellos hombres, los cuales fueron encontrados con el corazón totalmente destrozado, uno había sido partido a la mita; el otro estaba perforado de lado a lado; otro parecía desgarrado y el último mostraba indicios de haber sido exprimido. El modus-operandi aún no ha podido ser determinado, al igual que el arma utilizada para acabar con sus víctimas.
Había pasado ya casi un año desde que el caso fue asignado al buen detective y a pesar de sus esfuerzos, no había logrado dar con la mujer ni siquiera en una oportunidad, esta situación lo tenía al borde del colapso nervioso. Decidió entonces, volver a su solitaria morada para descansar de una ardua jornada de trabajo, la cual se había prolongado más de lo previsto. Entonces, el buen detective tomo sus llaves, se puso su abrigo y salió a la calle. Notó que aún estaba oscuro, cuando comenzó a caminar y lo único que podía oír en ese momento era su propia respiración, ya que ningún alma circulaba todavía en el sector. Mientras avanzaba mirando el suelo, de reojo se percató que en la acera de en frente, una silueta femenina se movía en dirección opuesta. El buen detective no tardó mucho en identificar a esa persona, era la mujer que buscaba. De todos los lugares donde buscó, jamás pasó por su mente que encontraría a la escurridiza asesina justo al salir de su oficina, pero así fue y en ese momento no se permitiría dejar que escapara, entonces, sin pensarlo dos veces, cruzó la calle y se posó justo en frente de ella, sin darse cuenta que no traía sus esposas y tampoco su arma de servicio. La mujer mantenía la cabeza baja y sus manos en los bolcillos del pantalón, pero, cuando fue abordada por el detective, esta levantó la mirada y él pudo comprobar que ella si venía armada. En vano el hombre rebuscó entre sus ropas su arma, cuando terminó de hacerlo, supo que el fin estaba próximo, la mujer lo apuntaba directamente al corazón. Por inercia, el buen detective pronunció sus últimas palabras:
¡Señorita, baje esos ojos y déjelos donde pueda verlos!
Ya era demasiado tarde, un rayo fulminó su corazón.
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