Sentada en las alturas busco respuestas en concreto, metafóricamente y literalmente. Concreto creado para que te tape el horizonte. El fin es tan borroso que es casi un espejismo. Y entonces las respuestas nunca llegan, pero ajusto el lente todo lo que puedo.
Bien a lo lejos veo lo que podrían ser montañas, pero son simples edificios apilados, como mis ansiedades, como mis pensamientos que lo único que tienen en común con lo concreto, es su dureza. Un cubo Rubik que nunca vas a poder desarmar.
A veces los pienso como un Jenga; voy apilando y apilando hasta que se derrumba. Y siempre se derrumba en algún momento. Qué tan alto es demasiado alto? Eso sólo lo sé cuándo ya estoy en el suelo, o directamente el subsuelo. No se imaginarían cuán importante se volvió aprender a escalar, sin tomar atajos.
Vuelvo a ajustar el lente pero solo encuentro lo mismo, una y otra vez. El loop entró en loop, se puso en cola a sí mismo, con un algoritmo que desconozco, pero que no me permite hacer ningún cambio. Tengo que aprender a girar a su ritmo. Grito y pataleo, no quiero aceptar lo que no puedo controlar. Era al revés, no cierto? Siempre es al revés. Siempre voy al revés.
Como en el tetris, también es que mis pensamientos caen, y mientras intento encajarlos, me distraigo unos segundos, como siempre me pasa, pensando más pensamientos y ahí es cuando se vuelven a acumular, desencajados, llevándome a la derrota.
Miro el horizonte de concreto, duro y desencajado, como yo, y esta vez sí logro armar una pregunta concreta, una para la que todavía no tengo respuesta. Ya conozco bien a la derrota, pero cuál es mi batalla?
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