Siete de septiembre

Siete de septiembre

Xochimeh

03/03/2019

Tomé el bolígrafo y comencé a escribir: Ciudad de México, a siete de septiembre de dos mil dieciocho». No bien había terminado cuando pude sentir el arrepentimiento. Le molestaba mucho mi costumbre de escribir los números con letras, y al final solo seguí haciéndolo para provocar su disgusto. Era una de tantas maneras de llamar su atención. Ese día siempre traía algo de nostalgia. Pero además me hacía sentir un poco más patética: seguir celebrando un aniversario tantos años después de disuelta la relación. Y por la fecha nuestra canción era la de Mecano, porque decíamos que no sabíamos si besarnos en la cara o en los labios. En dos mil dieciocho se hacían siete años sin vernos, pero su ausencia seguía sintiéndose como el primer día. Y yo me negaba a soltarlo, tanto que no había permitido que ningún hombre se me acercara tanto como él. Y de seguro no lo permitiría diez años más tarde, porque ninguno me haría sentir como él.

Retomé la escritura, aún dudosa sobre lo que pensaba plasmar en esa carta. Pero dejé la duda diciéndome que era mejor ser honesta. Escribi: «Te extraño como antes, como siempre, con la misma duda y el mismo recelo. Porque cada siete de septiembre sin ti es igual de doloroso que el resto de los días, y ningunas manos han sabido anidar en mi cuerpo como las tuyas, y otros besos han sido insípidos y secos. Y te seguiré extrañando, y me seguirás doliendo, y cada siete de septiembre pensaré que podríamos estar celebrando un año más».

Mis cartas siempre fueron breves, y eso no iba a cambiar. Porque sabía que si las prolongaba terminaría repitiendo la retahíla de reclamos de las primeras misivas que me atreví a escribir y luego enviar a una dirección en la que nadie las recibía. Pensé que no tenía sentido volver a llenar hoja tras hoja con lágrimas y reproches. Porque, de cualquier manera, nada de lo que yo escribiera podría hacernos volver a ese minuto exacto en el que se colocó la pistola en la boca y jaló el gatillo, siete años atrás, en el siete de septiembre más triste de mi vida.

Los muertos no pueden ser amados, pero los suicidas ni siquiera merecen la intención.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS