Erró al tornarse verde y dolió más dentro del espectro marrón del cuarto hueco, con olor a estancado como viejo y como semen. Tocalo y sentí la punción, mordiendo los propios dientes.
Pensó seguro aquella sombra. Mató a mis caballos, están vacíos, solo dejó su cuero y sus huesos, Los secó, ya no pude entrar al establo porque al apoyar la pierna verde se derrumbaria y todo el ámbito cobraría un tono putrefacto hasta que el mismo se volviera el olor de su cuerpo inerte.
La memoria de lo absurdo de una costumbre nos hace tener miedo en esa situación y él lloró porque no comprendía cual era la intención de la gangrena, cuando pensó se sintió más arriba, en el muslo, y la mitad de su cuerpo se tornaba naranja, ahora es azul la otra mitad, culpa del sol.
Ese es otro error, los colores son inexactos y el verde es tan voraz para cosas opuestas.
Las hojas cuando son verdes y blandas cuestan romperse, y cuando se endurecen se tornan frágiles y mueren.
Desea me visitaba, deseo me visite, deseaba me visitara, la empuja mirandola a Los ojos y Ella abarca todo el torso con sus uñas y lo desnuda. Luego estaban cansados, dejan correr su pelo por las sábanas y fuman y gimen corto por los retales.
Quiero saber más, no te se decir, preguntame, te voy a leer, que difícil.
Me levanté y vi a la sombra que mataba a los caballos, se perdió en el mismo lugar que la suya que no vi más. Me aburrí yo también y me hice violeta, cargame o caete y si caes matanos.
Cómo me terminé consumiendo en aquello que era todo madera y olía a podrido y fumar y tomar y no lavarme para acelerarme.
Caíme. Me gemí
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