Lo extrañaba tanto, que, al cerrar los ojos, lo imaginaba a él, frente a mí, con esa sensualidad que le caracteriza, ¿Qué me has hecho? Pensaba, que no ves que padezco tu ausencia, no ves que muero por ver tus ojos, esos que lanzan una mirada que te penetra el alma, aquella seducción radiante que me aceleraba el corazón cada que me miraba, jamás había sentido tal cosa por alguien, esa explosión de sustancias químicas recorriendo mi cuerpo, aquel anhelo impresionante de hacerlo mío, tan mío que no pudiera olvidarlo jamás, al volver de aquel sueño en el que estaba inmersa, de aquel soñar despierta, me sentía desdichada por ese sentir que te quema el pecho, por saberle ausente, ausente de sus ojos, de su esencia, de su risa, de su cuerpo desnudo, de su boca engrosada y seductora, estaba jodida, sin ti, sin mí, sin nada…

Lo que me daba rabia era haberle perdido, haberle dejado, ahora no está, solo tengo los recuerdos de diez años, es la única cosa que me mantiene hilada a él, su recuerdo, que se esfumaba como el humo de un cigarrillo, pero no quería olvidarle, aquel hombre de ojos hermosos era sin duda, el amor de mi vida …

Era misterioso y peculiar, nada común, siempre habría que descubrir o adivinar en qué momento de su vida estaba, o quizá los pensamientos extraños que le caracterizaban, en donde su mirada se sumergía en un punto específico de algún lugar, preguntándose cosas inimaginables, que sutil y frágil me parecía, quería cuidarle, ceder a sus deseos, ser de él, de su vida, ser de todo lo que pudiera ser con él, tomada de su mano, era el único lugar en el que me olvidaba de todo, inclusive de mí, ese abogado de ojos hermosos me hacía enloquecer, sentir cosas extraordinarias, el amor en plenitud para mí, era él, en su esplendor, en su forma de dormir tan quieta, esa pasión y esfuerzo que le dedicaba a lo que amaba.

Imaginaba por algunos momentos, una esperanza, aquella prueba de amor, la más grande y leal que hubiese podido hacer, mi esperanza radicaba en crecer, sanar, purificar, para poder volver a él, ser parte de sus anhelos, de sus deseos, anhelaba su presencia, quería deshacerme de su ausencia, quería que sus ojos fueran lo último que vieran los míos cada que la noche caía en la ventana, su rostro, la alegría de mis mañanas, ¿imagina lo hermoso que sería? La ilusión que me hacía tenerlo en mi cama cada noche, despertar a su lado, ver su rostro, anhelaba tanto aquel día, aquel en el que nos uniéramos por siempre, pero sabía que aquella imaginación mía, no podría ser, y así se me iba la vida, imaginando momentos, anhelando su presencia y sintiéndome tan desdichada por su ausencia.

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