La humanidad ha atravesado su propia historia por sus errores, infinitos e inamovibles, llenos de emergencias y respuestas, muchas de ellas, consecuencias negativas e irreversibles. Las experiencias del mundo que nos rodean son de múltiples verdades e imágenes. La experiencia de error nos distingue de otras especies debido al libre albedrio.
Virtual o peligroso, no estoy segura, no quiero saberlo pues justamente la vida se trata de eso. De vivirla sin saber lo que viene después
Los errores humanos en muchas ocasiones sirven para aprender, en otras para crecer y lamentablemente otras no son tan gratificantes. En ocasiones son decisiones que marcan el destino de una forma trascendental e inexplicables.
Las equivocaciones también son oportunidades para reconocernos y cambiar la forma de pensar y actuar. De las múltiples verdades que acontecen a la realidad, de alguna forma tenemos que adaptarnos.
La vida es muy injusta, eso siempre ha sido claro, no es como la esperamos y tarde que temprano somos víctimas o perpetuadores. Es la forma universal de entendernos y hallarnos en el mundo.
Quienes logran entenderlo, evolucionan, florecen y se adaptan al destino. Quiénes se aferran a seguir errando de la misma manera, mueren en vida, se amargan, se detienen.
La compañía es esencial para la supervivencia, con ella somos más fuertes y sabios. El conocimiento que se comparte es importante para la socialización de la especie.
Somos comunidad cuando ayudamos a los otros, cuando somos empáticos y creemos en los demás, cuando escuchamos y abrazamos, crecemos en comunidad.
Y en estos tiempos pandémicos, solo la comunidad podrá salvarnos. Organización y lucha colectiva son los ingredientes fundamentales de lo común, de aquello que compartimos en necesidad y deseo.
La trama política que estamos formando las mujeres en el mundo tienen huella para siempre. Los cuidados que realizamos son esenciales para la vida, pues somos quienes han aprendido de sus errores, por la buena o la mala. Siempre sabias y compasivas llenas de experiencias y conocimientos fundamentales para el sostenimiento de la vida.
Cuando logremos reconocernos en los demás, el mundo logrará ser un lugar más justo e igualitario, lleno de armonía y paz. Somos la fuerza danzante del agua que se mezcla con la tierra.
Los cuidados de la vida dependen de nosotras y del capital, lastimosamente la feroz bestia inicia su explotación con nuestras cuerpas. Despojando de toda riqueza del mundo a través de la violencia patriarcal y colonial que impera alrededor de la madre tierra, vínculo que permite formar una base explotadora y acumuladora de vida. Como una paradoja, inalcanzable e infinita, sistema que absorbe los recursos cuando estos son finitos.
Destructor de vida, pero dependiente de ella. El peor de los virus no es el SARS COV2, es el capitalismo voraz y despiadado que nos lleva cada minuto al fin de la civilización. Lleno de artimañas y deseos inhumanos controlado y pensado desde un grupo reducido de personas privilegiadas que nunca han aprendido de sus errores humanos pues como mencione mueren en vida. Una especie de otros humanos que no sé como llamar debido a la naturaleza de su ambición y de sus actos.
Un tipo de ego lleno de avaricia y codicia por cosas materiales que no tienen un valor real, sino un tipo de simbología que les permite ser y estar en el mundo. Llenos de todo lo que los otros no podemos alcanzar con el sudor de nuestro trabajo ultra pauperizado y mal pagado. Dueños de nuestra fuerza de trabajo. La única opción que tenemos es seguir condenándola como una mercancía más en el mercado.
Como la salud pública que no es pública, ni gratuita, ni accesible para todxs. Con la pandemia se agravó la desigualdad y la pobreza. Quienes no tenían nada, desaparecen, mueren y son olvidados. Quienes tenían poco, luchan por sobrevivir con las sobras. Quienes no lograron sobrevivir a la crisis mueren. Aún cuando hayan aprendido de sus errores.
Por eso es injusta la vida. Pero una vida que esta sometida a los deseos voraces de un grupo reducido de personas deshumanizadas y egocéntricas. Por eso es injusta porque esta constituida desde la desigualdad y la sobreexplotación de la madre naturaleza y la forma de trabajo.
Mujeres luchadoras, incansables que protegen la otra vida, la que tiene sus propios ritmos, la que respeta e idolatra a través de la emancipación humana, en comunidad. Defensoras de la madre naturaleza, incansables hasta los huesos, llenas de conocimientos que han permitido curar a la Pachamama por siglos. Dueñas de sus cuerpas y humanas. Cuidadoras del mundo que someten al capital cada que resisten y luchan por otra forma de vida. Esa que nunca debió perderse. Pero que con esfuerzo, lágrimas y sangre se defiende para que resucite del agobio y sometimiento voraz de un sistema que necesita de la muerte para vivir.
Enfermo de avaricia y codicia el capital no logra darse cuenta de que es su propio jinete sin cabeza y que algún día las mujeres habremos triunfado por completo. Pues somos humanas de carne y hueso que han resistido a sus deshumanizaciones, a sus derramamientos de sangre por siglos.
Nos quisieron matar y solo sembraron rebeldía y amor. Somos seres evolucionadas que logran crear formas distintas de entender y actuar en el mundo y somos pioneras en pensar las múltiples realidades que nos fundamentan como sociedad.
Un virus llego a clarificar la dimensión más cruel e inhumana del sistema voraz. Vino a mostrarnos que somos ese virus que infecta la vida como la conocemos, injusta y desigual. Una vida que desde los feminismos rechazamos y nos negamos a seguir reproduciéndola como es, luchamos por absorberla y modificarla hasta que sea una vida justa e igualitaria.
Monse Ramírez
Socióloga feminista
Universidad Autónoma de Estado de México.
OPINIONES Y COMENTARIOS