Nuevamente percibo al descanso de la última alba, una fría ventisca intempestiva, alimentada de grandes voluntades que se desplaza como manto pre nocturno, en una cálida noche de verano.
El magenta cielo a mi mirada y su sombra yaciendo a mis espaldas, despejan el velo de un sábado, solitario y escribiente de vida, que regocija en su ser el canto agrillado, y un atardecer que aún resiste a su huida.
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