Sara (Escena teatral)

Sara (Escena teatral)

Edelweiss Bleu

27/12/2018

Un hombre sentado en un sillón, a su lado un pequeño escritorio con cajones, sobre este una lámpara, una radio vieja, un lapicero y un portarretratos, a su otro lado, algo alejado, un sillón vacío. El hombre, que ronda los 80 años, lleva puesta una bata, debajo de ella una remera desgastada y pantalones de pijama, además de pantuflas; se encuentra leyendo el diario y se nota como su expresión se transforma y cada vez deja más paso al enojo. Interrumpe la lectura cerrando el diario de un golpe.

– (Tirando el diario hacia atrás del sillón) Bah… (Se saca los anteojos limpiado los vidrios con una esquina de la remera, balbucea) Este país está cada vez peor, ¡Cada vez peor! (Pausa, levanta la cabeza, hablando al aire) Bueno, muy bien no estuvimos nunca. Pero, ¿Tan mal? Digo yo, en mis tiempos era mejor. Y no solo lo digo yo, ¡Todo el mundo lo dice! (Deja caer los lentes, que quedan colgando de su cuello) Por ejemplo ese chico del 3ro A, ¿Cómo se llamaba? Hernán, sí Hernán, y…seguro que mucha gente más lo dice, porque para que lo diga Hernán… ¡Qué buen tipo! Respetuoso, buen vecino, además ni se le notan los 55 que lleva encima. Pobre, también, no cualquiera se aguanta las pesadillas de la guerra después de tantos años, no cualquiera… sobre todo teniendo en cuenta cómo los recibieron cuando volvieron. (Pausa) Por suerte mi hijo se salvó, en el 82’ tenía…16, o casi 17, pero por ahí andaba, y se salvó. (Pausa) Que hijo de puta ese Galtieri, mirá que mandar a pibes de 18 años a la guerra. (Pausa, gesto risueño, recordando) Me acuerdo el día que ganó Alfonsín, qué lindo, qué alegría. (Recordando) Ahí sí que nos sentimos orgullosos. Mucha gente se dejó la voz y las cacerolas en la calle. Dejamos de tener miedo… Con Sara y con los chicos salimos a festejar. Cómo zafamos eh. Fue una época emocionante. Pero ¡Qué mal le fue a Alfonsín! Dios mío… y después vino el cualquiera de Carlos Saúl…mirá, MIRÁ, ni el nombre quiero decir. Al final son todos unos hipócritas. Él, y todos los que le vinieron después. Aunque nada se compara a la dictadura (Se estremece levemente), qué terror. Pero antes, ah…eso era otra cosa. ¡Esos eran mis tiempos! Sí, sí, todavía me acuerdo cuando estaba en la facultad, ahí fue cuando conocí a Sara. ¡Ay Sara! Como cambiaron las cosas. (Pausa) Quizás fueron mis tiempos porque no prestaba tanta atención a mi alrededor (Pausa) Bueno, nadie prestaba mucha atención en esas épocas…sino, nos la hubiéramos visto venir en el 76’, o en las de antes, claro está, pero ninguna fue tan terrible como esa. Igual las otras no fueron color de rosa eh… (Más bajo, perdiendo la vista) este país fue siempre una mierda.

Se queda mirando un punto fijo en la distancia, se espabila y empieza moverse como si buscara algo, encuentra la radio en la mesa y la enciende, sube el volumen. Suena un tango antiguo, de mediados de siglo XX.

(Emocionado) ¿Esta es…?… ¡Sí es esta! Esta canción… (Cierra los ojos y se deja llevar por la melodía) Es de la noche que nos conocimos. (Suelta una carcajada suave) La primera vez que bailamos me piso los pies, ¡Pobre Sara! Roja, roja se puso. Me acuerdo que en la fiesta estaba Antonio también, ¿O no era el cumpleaños de Antonio?…No, era el cumpleaños Miguel, porque fue en la casa en la que vivía antes, la de Palermo. ¡Que linda casa era! Y que jóvenes éramos todos…23 años, me faltaba poco para recibirme. (Pausa, sigue escuchando la canción) ¡Cómo me pisó Sara, pobrecita, tenía una vergüenza! (Comienza a reírse a carcajadas, recordando el momento)

La risa se transforma en un acceso de tos.

– ¡Sara! (Entrecortado)¡Sara! (Sigue tosiendo) ¡¿Me pasás un vaso de agua?!

Tarda unos segundos en calmarse, respira hondo y levanta la cabeza.

– (Caído) A veces me olvido de que no estás. (Mira a su alrededor, fija la vista en el sillón vacío)

Después de unos momentos sale de su trance y empieza a revolver el cajón.

– ¿Te acordás, Sarita, (Saca una pila de cartas del cajón) cuando nos mandábamos cartas?

Comienza a hojearlas, a pasarlas, las revisa, toma una y se calza los anteojos.Se acerca el sobre para poder leer bien.

– Esta es de cuando estábamos de novios, mirá, del 57’. Allá por la época en la que todavía usabas faldas medio largas (Se ríe y niega con la cabeza, abre la carta), vos me venías a acompañar mientras estudiaba y yo te sacaba fotos. (Lee en voz alta)

“Querido amor: Hoy quise escribirte, pero es tan difícil que le huyo a las palabras. No quiero decirte lo inevitable, el tiempo, sabía que pasaría alguna vez. Y entonces, no hubo vuelta atrás. ¿Recuerdas cuando me enseñaste el cielo de noche? Hace frío, pide un deseo, y guarda la estrella en tu bolsillo. Así cuando la encuentres tendrá tu sueño escrito, y mi nombre, junto al tuyo. Así no te olvidas de que nos enseñamos muchas cosas además del cielo, entre ellas, a que el amor es más lindo cuando cerramos los ojos, y nos pensamos como lo que somos, un poco parte del otro. Acuérdate de mí y de que te quiero, entonces, el día que ya no esté, sacarás la estrella de tu bolsillo y lo sabrás: Que el tiempo sigue siendo inevitable, aunque no exista. Te amo, esté donde esté, cuando sea. Es parte de enseñarnos el mundo. Ya no puedo separarte de lo que soy. (pausa) Sara.”

– Ay mujer… (Le tiembla la voz) Decime qué soy yo sin vos.

Empieza a llorar muy bajito. Se estremece. Se pasa las manos por la cara para despejarse y secarse las lágrimas, inspira hondamente mientras se cubre los ojos, suelta el aire, tambaleante, por la boca. Se levanta muy lentamente.

–Voy a… (Deja el comentario suspendido en el aire) voy… (Reacciona) Voy a buscar agua. Esperame.

El hombre sale, caminando encorvado y con dificultad. Por el otro lado del escenario entra una mujer joven vestida de fiesta, camina tranquilamente y se sienta en el sillón que estaba, hasta entonces vacío. Comienza a observar a su alrededor con actitud distraída, relajada. Entra un joven, vestido de fiesta al igual que la mujer. Ambos atuendos parecen anticuados. Trae consigo un vaso de agua y viene con actitud triste, los hombros caídos, mirando el suelo. Cuando llega al sillón vacío levanta la vista y se queda pasmado. El vaso se le cae de las manos y no puede moverse o decir nada. Mira sorprendido a la mujer, quien sonríe con naturalidad, al tiempo de que empieza a sonar la misma canción que se había oído antes en la radio. Ella se levanta, la expresión del hombre se relaja y también sonríe, se encuentran en el centro del escenario y bailan juntos. Ella trastabillea.

HOMBRE- (Divertido) Cuidado.

MUJER-(Avergonzada) Perdón.

Ambos ríen mientras siguen bailando.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS