Rocío suavemente vuelca su humedad,

formando y colocando cada gota

con un propósito particular.

Se posa sobre las hojas ajenas,

donde en conjunto se ven hermosas.

Sutilmente ellas se empapan,

con el rocío que cae en cuotas.

Recorre las hojas, expandiéndose,

y solo tienen tiempo hasta el amanecer,

porque luego su estado líquido va a desaparecer.

Hasta el próximo rocío no se volverán a ver.

Luego sale el sol, secando la flor con su gran esplendor,

le entrega luz y calor, para que siga creciendo con amor.

Colorida y fuerte ella se ve,

pero solo una cosa ella siempre anela:

que el rocío vuelva para poder dormir con ella.

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