Retribución para el destino último

Retribución para el destino último

Portentoso es ese mecanismo que proclama la retribución de la conducta humana. Un principio remunerador de los actos u omisiones al que cada persona está irremediablemente sometida, y que condiciona su futuro. El comportamiento en una vida, habrá de repercutir en los cíclicos renacimientos que tenga un individuo.

Bajo el patrocinio de esta lógica, si en mi presente existencia he sido un sufrido usuario del sistema de transporte colectivo subterráneo; víctima de las más variadas andanadas, tengo asegurada, en otra vida, una buena dosis de dulzura.

Jamás he sido, ni seré, de los pasajeros que hacen como que van dormidos, que fingen ir concentrados en el oscuro túnel, que simulan leer el periódico o cualquier otro subterfugio para no ceder el asiento a una octogenaria, una embarazada, una madre con su hijo en los brazos, o a cualquier mujer por elemental caballerosidad.

Los perversos codazos y feroces empellones que he recibido me cubren de gloria. Los innumerables pisotones que he tolerado por los viajantes, quienes, sin precaución, me han aplicado con dispendio, y en perjuicio de mis huesos falanges; son mi certificado auténtico para una próxima subsistencia mucho menos aciaga.

Alegre estoy al amparo de la expectativa generada por la Ley del Karma, la cual asevera que en mi futura reencarnación experimentaré nobles efectos por haber abordado henchidos vagones, y aguantar con estoicismo, toda suerte de afrentas.

En esta existencia, me he resignado a viajar en trenes que me condenan a olores infames que emanan de gases intestinales, sudores y humores corporales. Y qué decir de los funestos ruidos que han atentado contra mi tranquilidad. ¡No importa!, pues en mi otra vida habré de gozar a causa de mi actual sufrimiento sobre rieles.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS