Despierto de la longeva hora del día intentando recordar aquel sueño. Siento los retazos del alba acariciarme y la parsimonia de las motas de polvo descender pausadamente sobre los haces de luz proyectados desde mi ventana. Todo parece ir despacio, como si el mundo estuviera a punto de detenerse y sin embargo, no es más que el peroné y el fémur que se articulan con un ¡Crik! ¡Crash! hasta poder situarme en el umbral de mi cama. Antes, solo necesitaba darme media vuelta y en un santiamén estaba inhiesto en el suelo, mientras que ahora debo rodar alrededor de un edredón viejo al igual que yo, viejo y espacioso, aunque ese espacio alguna vez estuvo ocupado o eso creo yo.
Sigo tratando de recordar aquel sueño. Respiro con la prudencia que me ha enseñado la vida, aquel aire que emana la alcoba no es seco y tampoco húmedo <<suspira un aliento de modestia>>: huele a medicina, a comida rancia y a senectud, pero le encuentro agradable, de alguna u otra forma el tiempo te estampa sus caprichos. Enmarco mis pensamientos en aquel sueño, me aferro a ellos como a un chiquillo que no quiere perder su paleta. Hubiera pataleado, pero ay, mis rodillas excederían de un ¡Crik! a un ¡CRASH! Fenomenal. Ya estoy algo oxidado para esas cosas que aparentemente he olvidado pero, sin embargo, encuentro el consuelo en aquel sueño. Fue un sueño apacible, pastoso al gusto y efímero en su actuar. ¡Caray! ahora siento de repente recordarlo todo; de pronto, atisbo a la iluminación.
¿Era acaso de un niño que creyó volar?
Una idea fulminante atravesó de sien a sien
¿O de un pianista cuyas notas se ahogaban en el marfil?
La opereta, el musical, las bailarinas y danzantes, todos dramatizando una armoniosa escena.
¿Había un hombre mono que saltaba en las selvas de las sabanas?
No lo creo, quizá aquel hubiera sido otro musical
¿Y qué le sucedió al niño con mata de limón, quien ganó las octogésimas Olimpiadas de invierno?
…Oh Rudy, cuanto lo siento.
Los veo desvanecerse. Como siempre, simplemente se van, dejando atrás estigmas y sendas fisuras por donde los sueños fugitivos acostumbran escapar. Mi cerebro no es más que una cápsula perdida en el tiempo, llena de orificios.
Me aúpo con mi bastón, escucho un rechinar oxidado y seco, pero es solo la vieja cama que levanta mi trasero. Voy a la cocina. La Tv se expone ni bien entro en ella. El off articulado pastosamente sale de mi garganta y la imagen proyectaba se encoge en una sardónica línea blanca y desaparece. Aun quiero mantenerme presente en mi búsqueda. El olor a la alcoba se ha reemplazado por un aroma un poco más natural, el rancio de mi vejez aún lo percibo, pero a este se le añade los aromas de los rosales, del rocío y madreselva que ululan por mi ventana, como la fragante llamada de una tarta recién horneada. Y de repente, a mi mente asisten imágenes difuminadas en pintorescos colores de faldas y pompones. Sigo el compás del júbilo con mi mano y mi dedo índice levantado, hiendo de un lado a otro, dibujando una luna cuarto menguante y veo extasiado a la estrella que en el centro refulge con magnificencia. Por un instante efímero y fugaz siento en mí aquella sensación de ella y él, de aquel nosotros y para siempre. Y lo guardo. El tañer rojo de mi corazón se afana en seguir latiendo, tan solo por aquel recuerdo, tan triste, tan bello.
Sirvo café. La taza expulsa un constante vaho rizado y fragante. La llevo hasta mis labios y saboreo reteniendo la esencia en mi lengua. El aroma del grano se esparce y suplanta al aroma del recuerdo, por un más dulce y modesto, un recuerdo que solo en el firmamento solía contemplar…
Ven a mirar la luna a través del cristal, en la hora que todos duermen.
Oh¡ mi dulce Eleonora, vas viajando en tu máquina voladora, que sube, y sube… y sin embargo, me he negado a seguirte, lo mío son las carreras, estoy consagrado con el suelo mismo, no a las alturas.
Oh¡ mi dulce Eleonora, saluda a nuestro hijo, que amaestrando al viento en las cuerdas de un piano fue un prolijo. Dile que lo extraño tanto, en especial el libro vespertino que venía a leerme.
Pronto iré mi dulce Eleonora, solo espera, que mi corazón late por costumbre…
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