POR: Daniela Meneses C.
Hay momentos en los que siento la necesidad de volver a mí. No a una versión externa o moldeada por el mundo, sino a esa esencia que me habita desde siempre. Es un llamado silencioso, como un susurro antiguo que atraviesa el tiempo. Siento que he guardado esa esencia vida tras vida, como quien cuida una llama pequeña en medio de la noche, sin dejar que se apague.
Hay en mí algo que es viejo, que ha visto muchas cosas. Y al mismo tiempo, hay algo que es inmensamente joven, impulsado por el deseo vital de experimentar, de crear, de amar. Soy ambas cosas: la memoria de lo que he sido y la promesa de lo que aún estoy por descubrir.
A veces, para no olvidar quién soy, levanto la mirada hacia el firmamento. En el cielo encuentro una forma de espejo: un recordatorio de mi vastedad, de mi origen estelar, de mi íntima conexión con todo lo que existe. Mirar al cielo me recuerda que soy más que esta forma, más que esta historia; soy un alma que camina con propósito, aun cuando no lo entienda del todo.
Y así, regreso a mí.
OPINIONES Y COMENTARIOS