Tengo tanto que pedir perdón,
que ni se por donde empezar,
me carcomen las actitudes de hace un tiempo atrás,
esas que no me dejan pensar,
las que dejar atras me hace temblar,
con miedo me cuesta expresar,
el dolor de decir que me equivoque,
que transforme aquello que era amor,
en algo que no se puede devolver.
Quizás mi castigo es el rechazo,
de quienes en su momento me aceptaron,
pero la condena más dolorosa,
se vuelve un espejo,
al encadenarme a esos momentos,
que mi ser guarda cómo tormentos.
Que forma más alarmante,
de querer perdonarme,
es que en realidad no estoy dispuesta,
a dar con orgullo tregua con mi apariencia.
es eso y mucho más,
lo que por las noches no me deja en paz,
es la forma que me ven,
es conmigo misma,
lo que mi conciencia no quiere resolver.
Es que a veces no me alcanza la vida,
para dejar atrás lo que me castiga,
de sentir que mis falencias me atormentan,
y me dejan expuesta.
Que egoísmo que se carga,
al posicionarse centrada,
en esta corta vida,
que poco nos interesa,
lo que al otro le aqueja,
es que al fin y al cabo,
somos uno en un millón,
en semejante grandeza.
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