– ¿ No les parece extraño? Pregunta Camila a su grupo de amigos.
A nadie parece que le importe la pregunta. Rodrigo está ensimismado en su celular dándole me gustas a cada publicación que se le aparece de alguna chica linda y con poca ropa. Por su parte Javier y Micky debaten entre quien es más pajero.
Camila vuelve a preguntar algo enojada y alzando algo la voz:
– Oigan, idiotas, ¿no les parece raro?
Rodrigo le responde:
– ¿Qué cosa? ¿Qué obviedad nos dirás ahora? (haciéndonos sentir estúpidos ante tu inteligencia- murmura-).
Hablo en serio, dice Camila. Somos los únicos en el tren.No veo a nadie más. Es tarde, pero suele haber algo de gente. Esta noche solo estamos los cuatro. Me llama la atención.
Mientras Camila expone su intriga, el tren se detiene en el paradero y no hay nadie esperando para subir.
– Javier: Aguanta, esto sí es raro. No hay nadie. No hay una sola persona en el paradero.
– Micky: Será porque es lunes, no sé. Algo de eso o la gente ya estará en sus casas. Es el último turno de tren del día.
De pronto algo llama la atención de Rodrigo mientras se cierran las puertas transparentes del tren:
– Oigan, no es el actor de la novela esa del canal ese… ay, ¿cómo se llama?
– Javier: Sí, es Carlos Mayer, el actor.
– Camila: Eso no puede ser. Él se suicidó el año pasado, ¿recuerdan?
– Micky: No se suicidó. Lo mataron. Es evidente.
– Rodrigo: ¡es igualito! está perdiendo plata. Es tranquilamente de su doble.
Camila se queda mirándolo extrañada. Se percata que el tren no avanza. Se percata que esta persona, muy parecida a Carlos Mayer, no se parece a él, es Carlos Mayer. De pronto Mayer los mira a los cuatro a través de las puertas transparentes del tren y les sonríe. Pero no es una sonrisa de alegría. Es distinta. Es algo perturbadora…
Camila siente un frío que recorre su espalda y les dice a sus amigos:
– ¡Es un loco! ya no le paremos bola…
Rodrigo se acerca a la puerta y le dice:
– Flaco, que haces ahí parado. ¿Subes o no? por tu culpa no avanza el tren. Ya es tarde y…
De pronto Rodrigo deja de hablar. Se queda mirando a través del vidrio a esta persona.
Sus tres amigos se quedan mirándolo, sin entender qué pasa…
– Camila: ¿Rodri estás bien? te has quedado como un estúpido parado ahí…
– Micky: Si oye, estás poniendo nerviosa a Camila.
(En realidad es Micky el que se empieza a poner verdaderamente nervioso).
De pronto Mayer ha desaparecido. Ahora solo está Rodrigo contemplando su reflejo. Camila se percata que su amigo no esboza ninguna mueca, pero el reflejo de Rodrigo sí. Sonríe. Sin embargo, es una sonrisa que no es de felicidad. Es distinta. Es perturbadora.
El tren empieza a avanzar, las puertas de pronto se abren y antes de que alguno pueda reaccionar, Rodrigo se lanza hacia afuera, cayendo hacia los rieles.
Todos gritan. No saben que acaba de pasar.
Javier reacciona y jala la palanca de emergencia, pero el tren no se detiene…
– Javier: ¿Qué carajo está pasando?
– Micky: ¿Qué acaba de pasar?, Rodri, ¿qué hiciste? (sollozando).
Camila no entiende que está sucediendo, pero no entiende, aún más, lo que acababa de ver. El reflejo de Rodrigo, la sonrisa…
Antes de que alguno pueda reaccionar a algo más, el tren se detiene en la siguiente estación. De pronto aparece un señor, como Mayer apareció en la estación anterior. Javier y Camila miran sin saber quien es, pero para Micky no es alguien más…
– Micky: ¡¿abuelo?! ¡No! No puede ser, tú estás muerto. Te vimos morir en la casa cuando caíste de las escaleras borracho. ¡NO!
Micky vociferaba y gritaba sin entender que pasaba. Javier y Camila lo llevan a la fuerza al asiento, tratando de calmarlo. Estaba enloquecido.
– Tiene que ser una pesadilla, exclama Javier.
– Camila: no puede ser una pesadilla porque soy consciente de quién soy, siento que estoy aquí… soy yo… ¿Se siente como un sueño o pesadilla? ¿Esto es real?
Luego de esta distracción Camila y Javier se dan cuenta que Micky está parado frente a la puerta de vidrio viendo su reflejo. Micky no tiene ni hace ningún gesto.Sin embargo, el reflejo de Micky sonríe. Pero no es una sonrisa de alegría. Es distinta. Es perturbadora.
Camila va hacia Micky tomándole del hombro y le pregunta si está bien, cuando de pronto el tren empieza a avanzar rápidamente al punto que Camila cae al piso. Va demasiado rápido. Javier la ayuda como puede y logran sentarse en los asientos vacíos. El tren ha ido a una velocidad enorme y han llegado a la siguiente estación casi de inmediato.
Es entonces que se dan cuenta que Micky no está con ellos en el vagón. Miran hacia afuera y pueden ver a Micky parado afuera del tren y les sonríe. Pero no es una sonrisa de alegría. Es una sonrisa que les pone a ambos los pelos de punta.
– Javier: ¿Qué mierda haces, Micky? ¿Qué tienes?
Javier repite esto a los gritos una y otra vez, con el miedo en las cuerdas vocales. Empieza a maldecir a su amigo, al tren, a toda la situación. Camila se abraza a sus rodillas y se repite una y otra vez que es un mal sueño y que va a despertar, mientras trata de imaginar que Javier no grita como un loco.
De pronto, el silencio se hace presente. Camila levanta la cabeza y se ve sola en el vagón. Javier ya no está con ella.
El tren abre sus puertas. Ha llegado a la última estación. Camila se levanta, camina hacia la puerta y ve a Javier parado al otro lado de la misma. Lo ve sonriendo, pero no es una sonrisa perturbadora. Es una sonrisa tranquila, que le transmite calma. Entonces, Javier camina hacia ella, la coge de los hombros y le dice: despierta…
Lo repite otra vez, una vez más, pero cada vez levantando más la voz. De pronto empieza a gritarle de una manera desquiciada: ¡despierta, despierta, despierta!
Camila le dice que pare, se pone a llorar, no sabe qué hacer. De pronto Javier la toma del brazo y con una fuerza inusitada la lanza hacia afuera por las puertas del tren y Camila cae hacia el vacío. Cae y cae mientras lanza gritos despavoridos. Sigue cayendo en una situación que no parece tener fin, hasta que ve como se acerca el piso.Es inminente el impacto. Entonces cierra los ojos, grita nuevamente esperando el fatal desenlace. De pronto, su cuerpo golpea bruscamente el piso…
Y de pronto despierta del golpe en su cama. No estuvo cayendo, al menos no físicamente. Ha despertado de una aparente pesadilla.
Con sudor y agitada se da cuenta que todo fue un mal sueño. Empieza a respirar con normalidad, prende la lámpara de su mesa de noche, voltea hacia su derecha y su rostro calmo, toma nuevamente rasgos de horror al ver en su cuarto a sus tres amigos, sonriéndole y cada uno sosteniendo un espejo.
Los tres al unísono le dicen: Camila, es hora que veas tu también tu reflejo. No hay nada que temer.
Camila, sin entender qué está pasando, se acerca lentamente a ver su reflejo en el espejo que sostenía Javier. No sabe porque lo hace. No puede gritar. Es como si su voluntad fuera mirar que hay en el reflejo. Mientras se acerca, se dice a ella misma: es hora de ver mi reflejo, es hora de ver mi reflejo…
Daniel Quiroz-Linares
OPINIONES Y COMENTARIOS