Recuerdos de un día de primavera

Recuerdos de un día de primavera

Nan

12/06/2024

Cuento corto

Recuerdos de un día de primavera.

No sé cuándo comenzó, pero de un día para otro me convertí el escudero de mi amigo, una gran persona.

Camine junto a él, lo recuerdo, por supuesto que sí, después de pasar el Calo, llegamos al Cardonal, y unos minutos después a la Huerta de Hierba, no diferencie nada entre esos potreros, la Huerta de Hierba sin embargo era una pequeña pradera con pasto natural de hierba de coneja, estaba cercada con estantillos de madera y bien cerrada con ramas secas de urupaguas que sellaban perfectamente la palizada, más hacia el este, estaba Antuní, esta última tenía una casa habitada por los descendientes de un Sr.- conocido como Agapito.

Para mí todo se veía igual, pero yo aquel hermoso paisaje lo respiraba y lo disfrutaba palmo a palmo al andar de mis pasos. Descubrí una vegetación exótica y sin igual: pringamozas, araña gato, casiguas, caimitos, tecos, mayas, además, Chucho Martínez quien había vivido toda su vida en la zona, decía que en esos montes había algunos depredadores como: Guiritos, Zorros, Cunaguaros y hasta gatos de monte, estuve pendiente pero no vi nada parecido.

En aquellos paisajes solitarios, andaba armado con mi tiratira y seguía en silencio a quien sería mi futuro compadre. Después de la Huerta de Hierba, territorio de los Irausquin, salimos a un camino que nombraban la mensura, era la división de los territorios feudales entre los Osorio y los Irausquin, dicen que los Osorio tenían más de 10 fincas caprinas cada una con su terciante con unas 3000 cabezas en total.

Bueno, pero esta es otra historia. Justo al paso por la mensura, mi amigo, se detuvo y yo lo adelante sin darme cuenta, cuando entré en razón, miré hacia atrás y vi su dedo índice apuntando al cielo posado sobre su boca y su nariz, signo inequívoco de silencio, detuve mi andar, mi compañero entonces montó la escopeta, movió el cañón hacia un lado del camino, inclinó la cabeza buscando su objetivo…contuve la respiración… y un » pa» rompió el silencio del momento, despertando de pronto el monte aletargado al calor de la media tarde y asustando los pájaros que cruzaban el cielo sin saber que pasaba.

Después del sonido seco, sobrevino un efímero silencio, tiempo suficiente para reaccionar al evento. Corrí entonces en dirección al punto del disparo y le traje a mi compañero su primera presa.

Le hice las patas a la liebre para poder cargarla y continuamos la marcha. Esta fue la primera y la última presa, no hubo más suerte ese día.

Ya casi cayendo el sol nos detuvimos en una cañada entre Villa Linda y Guaruguaro, bajo un frondoso Curarí en flor, tan frondoso que parecía que estábamos bajo un manto dorado, con pinceladas verdes de sus escasas hojas entre el amarillo intenso de sus flores, justo por donde se colaban finísimos haces de luz que impactaban el suelo, adornado de amarillentas flores casi secas, haciendo del lugar un paraíso indescriptible de ensueño…allí mi amigo miró las ramas del Curarí y seleccionó tres tallos perfectamente rectos como de diez cuartas cada uno, los cortó y quitándole las hojas y las flores se los tercio en el hombro y seguimos camino a casa,

De mi parte ni un Chuchuve pude librar, ese día.

Fin.

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