Existen lugares que permanecen en mi memoria mucho tiempo después de haberlos conocido: sus olores, sus colores, sus formas.

Aunque, si hay algo que realmente me hace recordar un espacio, son las personas y los momentos allí vividos. A veces regresan a mí sus voces, con esa manera peculiar que tiene el sonido de ir y venir, arrastrado por el viento. Y sus risas.

No todo lo recordado es luminoso. Tristemente, mi memoria guarda cicatrices de instantes dolorosos. Al evocarlos, se convierten en un antídoto contra los golpes que traerá el futuro. Algunos aún me hacen retorcerme de rabia por no haberlos afrontado de otro modo; otros, en cambio, hoy me resultan indiferentes, aunque dolieran en su momento.

Es posible que algún día no logre recordaros. Que mi memoria, aun percibiendo, no reconozca la señal. Que mi mano no busque tu pelo. Que mis ojos no persigan tu mirada. Que mis pies se nieguen a andar.

Pero no dudes de que, aun en silencio, sabré que algo nos une. Que lo que hoy es desconsuelo, ayer fue amor.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS