Realidades que no cambian

Realidades que no cambian

Enrique Juarez

23/08/2024

Una brisa fresca acariciaba mi frente y mejillas. Siempre olvido cerrar la ventana antes de dormir. Hace unos minutos que desperté. Un pequeño cosquilleo en la punta de mis dedos me hace sonreír. Hace tiempo que no pasaba. Un mechon de cabello negro posa sobre mi ojo derecho. Me hace cosquillas. Buena manera de empezar el día. Soplo lo más fuerte que puedo. Una vez. Dos veces. Tres veces. Por fin cede a la cuarta. Una pequeña victoria pienso con amargura. No siempre la tercera es la vencida.

Una música instrumental reclama mi atención. Giro mi cabeza para encontrar su origen. La pantalla de mi computadora reproduce un video. Al parecer la deje prendida toda la noche. Otra cosa que olvido hacer antes de dormir. Un hombre frente a un micrófono sonríe en el video. Su saco azul marino combina a la perfección con su camisa blanca, que solo es superada por la blancura perlada de sus dientes. Su peinado pulcro como recién salido de la peluquería adorna su rostro simétrico. La belleza es un privilegio, sin embargo, se nos exige como si fuera una simple elección. No seas envidioso me recrimino.

¡Todo lo que te propongas lo puedes lograr si tienes la mentalidad correcta! – Comienza su discurso. Su mirada es intensa. Casi salvaje. – El secreto está en los pensamientos – continua el hombre con voz gruesa – Si controlas tus pensamientos controlas tu realidad – Suelto un bufido molesto. Cierro los ojos e intentó no prestar atención sin mucho éxito. De pronto, el sonido de la puerta de mi cuarto abriéndose logra callar la voz. No hay nada más capitalista que convertir la motivación en un producto para monetizar. ¿Las personas no se hartan de escuchar a la gente que les dice cómo vivir su vida? Antes era la religión, ahora es el coaching.

Abro los ojos. Mi madre me mira en silencio con ojos cálidos. Cuanto amor habita en esa mujer. Camina en silencio hasta la computadora. Presiona tres botones y la voz del hombre se extingue. Le sonrió en agradecimiento. Se sienta en mi cama con cuidado a la altura de mi torso. Me sonríe con complicidad. Pone los ojos en blanco y mueve la cabeza de un lado a otro. Me besa la frente. Apenas un roce de sus labios fríos. Me pasa una mano por debajo de mi nunca y me levanta la cabeza con delicadeza. Con la otra mano me acerca un vaso de agua fría. Bebo rápidamente hasta saciarme. El agua escurre sobre mi barbilla. Mis labios resecos agradecen. Me termino el agua y espero en silencio para comprobar si la siento en el estómago. Nada. Absolutamente nada. ¿Las cosas realmente pasan si no las sientes? ¿Una caricia sigue siendo eso cuando el que la recibe no la siente?

Mi madre pasa sus brazos por debajo de mi torso. Con su voz tierna me pregunta si estoy listo. Asiento con la cabeza. Aspira profundamente y me levanta de la cama. Camina unos pasos y me deja caer sobre mi silla de ruedas. Me imagino sentado frente al hombre del discurso. ¿Esta realidad la puedo cambiar con los pensamientos? Se me escapo una carcajada.

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