Sólo cuando te entregabas a mí con furia me sentía plena, conseguías que lo olvidara. Después, al abrazar tu cuerpo empapado y jadeante, me asaltarían de nuevo las dudas y la ansiedad. Hay algo mucho mejor que los polvos que ya nunca más compartiremos, Marcos: el cigarro de después.
(Realiza una pequeña pausa mientras da un par de caladas rápidas a su Marlboro touch)
Pero no lo hice sola, ya sabes. La pluma de Baudelaire escribió que el amor es un crimen con cómplice, y a mí me gusta imaginar que el tabaco me necesita tanto como yo a él y que juntos te asesinamos –musita mientras apaga el cigarro sobre el vientre del cadáver.
OPINIONES Y COMENTARIOS