¿Qué estuvo tan mal? Parte 3 – 1/2

¿Qué estuvo tan mal? Parte 3 – 1/2

Erick Lopez R.

14/02/2018

¿Qué estuvo tan mal?

Escrito por su mejor amigo

Parte 3

Episodio 1/2:

Cementerio “Caminando con Ángeles”, 6 de la tarde, con hermosa vista, verde césped y silencio total, se puede oír a los gorriones silbar y en él se puede observar lágrimas caer por su mejilla.

No me gusta verlo así, él no tiene la culpa de nada, pero insiste en que tiene culpa de todo, cree que es el responsable de la muerte de sus padres y no es así. Se le ve tan deprimido frente a la tumba y no había nadie a su alrededor, excepto yo… su amigo.

El entierro fue a las 3 de la tarde, pero él no quería regresar a casa, así que me quede a acompañarlo, sin embargo, no había pronunciado ninguna palabra… hasta ahora:

Respóndeme algo, ¿Qué sentido tiene esta vida?

Dijo con una voz fría sin despegar la vista de la tumba de sus padres, no sabía que responder, miré sus ojos y aún derramaban lágrimas, tal vez sentía esa sensación de culpabilidad en su interior, era obvio, estaba molesto consigo mismo, fue entonces cuando abrí mi boca y dije inocentemente:

Cenaremos en mi casa y dormirás ahí, vámonos, pronto va a oscurecer.

En seguida escuche la cosa más tonta que pudo decir, sólo así me di cuenta de que pude entrar en confianza y bromearle aún más:

Vete solo, me quedaré aquí -dijo con una débil sonrisa.

¿Estás demente? Qué harás toda la noche, ¿excavar y enterrarte en la tumba?

Tal vez -dijo sonriendo.

Y que… ¿me dejarás solo en este mundo? ¿Quién compartirá momentos conmigo? ¿Quién será mi compañero de guía?

– Tu perro –dijo mirando al suelo y soltando una carcajada.

En ese momento reímos juntos, puse mi brazo sobre su hombro, dimos media vuelta y caminamos directo a casa, dije:

Vámonos, va a ser divertido, prepararemos hamburguesas, ordenemos pizza, subiremos el volumen a cien, jugaremos videojuegos y si es posible te cantaré una canción de cuna…

Bromeamos y reímos toda la noche. Mi familia y yo conversamos sobre su situación, puesto que él no tenía a nadie más, sus tíos lo visitaban de vez en cuando y luego se quedaba solo en casa. Todas las noches, regresando del trabajo, iba a visitarlo, le llevaba algo de comer, pero lo rechazaba.

Mientras pasaban los días, se le podía ver en su rostro reflejado el estrés constante de los quehaceres del hogar y el trabajo.

Un día, encontré bebidas alcohólicas en su cuarto, estaban debajo de su cama, muchas de ellas ya estaban vacías, me molesté y le grite como si fuera su madre, pero a él no le importaba absolutamente nada, se sentaba en su sillón frente a la vieja caja televisora y hasta a veces se quedaba dormido sin apagarla. En una de esas noches, entré a su casa y al ver su situación fui directo al televisor a desenchufarla del tomacorriente, luego prendí la luz y le grité:

– ¡Mírate cómo estás!

– No me interesa nada, ¡déjame en paz!

– No quiero volver a verte así, mañana mismo irás a trabajar.

Esa noche agarró la botella que estaba en su pie y tiró en dirección mía, pero ésta rozó mi rostro y reventó contra la pared haciendo pedazos la botella. Mi intención no es lastimar, quiero ayudar, pero él no pone su empeño, estaba arrepentido y dolido, me contaba lo mucho que los extrañaba, se sentía culpable, pero no dejaba que se lastimase y me sentaba a su lado para que pudiera contarme y así pueda desahogar sus penas y apoyarlo con consejos, eso era todo lo que podía hacer para ayudarlo, era todo lo que tenía a la mano. Me hablaba de sueños que tenía con ellos y se quedaba dormido mucho antes de la cena, yo no hacía nada al respecto, puesto que dejaba merienda a un lado de la cama para que pudiera comérsela si despertaba a mitad de la noche.

Le despidieron del trabajo por tener mala conducta, había tenido una discusión con un amigo de la oficina que éste acabo en el hospital, al parecer se había desquitado la rabia que llevaba dentro, por un lado, me pareció muy mal que haya reaccionado de esa manera y por otro lado me agradó que haya expulsado esas energías pesadas que llevaba cargando y me daba igual.

***

Las fiestas navideñas se habían convertido en “sin sentido” para él, tenía la única casa que no llevaba decoraciones, hasta entonces. El día 24, ya estaba todo listo y preparado para llevar la navidad a su casa, yo llevé el pavo hecho por mí, listo y condimentado, detrás de mí venían mis padres con la chocolatada y el panetón y mi hermano menor, traía al chihuahua en brazos. Abrí la puerta, prendí las luces y observe una botella de alcohol destrozado y al costado estaba él en el piso, cuando lo vi al principio, por un instante creí que se había suicidado, dejé el pavo en el sillón y fui a levantarlo, se despertó y tenía las mejillas marcadas por las lágrimas, no olía a alcohol, no había bebido, para la suerte de mi familia nos contó que tomó valor para no beber de la botella y lo tiro al piso por su bien, lo hizo por sus padres, eso nos alegró mucho. Ya eran las 12, ya era navidad, comimos como reyes, bebimos vino, contamos chistes que hasta nos atoramos con la carne, en fin… todo era divertido.

En marzo, el día de su cumpleaños, no se imaginaba la sorpresa que le tenía preparado, se había retirado de su casa temprano en la mañana, así que aproveché para limpiar toda su casa. Comencé por la cocina, limpie el refrigerador, lave los platos, luego empecé a ordenar su cuarto, saque las botellas de alcohol, ordene sus libros, sacudí sus sabanas, lustré sus zapatos, lave su ropa, por último, corte el césped y pinté las vallas del jardín. Todo estaba reluciente, incluso el servicio higiénico, doble sus prendas, la mesa lucía un nuevo mantel, cambie las cortinas por unos nuevos y llamativos, enceré el piso y nada más faltaría su presencia para culminar este trabajo, pero aún no llegaba a casa.

Ya eran las 3 de la tarde y me senté frente a su ventana, desde ahí se podía divisar la esquina que no estaba más de 4 casas a la izquierda, era el lugar donde se bajaban para venir por esta zona. Estuve sentado dos horas esperando a que apareciera, mientras eso leía cualquier libro que tenía de colección, fantasmas, ovnis, extraterrestres, duendes, casos paranormales, destrucción masiva, tercera guerra nuclear, fin de la humanidad, entre otros muy interesantes, sin perder la vista desde la ventana. Uno de los libros me llamó mucho la atención que me descuide, leía el párrafo atentamente que solo pude divisar de reojo algo oscuro que se acercaba, era él y estaba a tan solo diez metros de la casa, así que baje por las escaleras rápidamente y me escondí detrás de la puerta, justo en ese momento se abrió y escuche un golpe en el suelo, me pregunté qué había sido eso, no esperé más y salte detrás de él con los brazos abiertos, había dejado caer su mochila de la impresión:

– ¡Sorpresa! ¡Feliz cumpleaños!

Volteó asustado y sonrió:

– ¿Tú hiciste todo esto?

Acerté con la cabeza y murmulle con un “ujum”, divisó el césped y la valla, pude ver como sonreía cada vez más, se acercó a comprobar si estaba pintado y dijo:

Pudiste haberlos reemplazado por unos nuevos… estos ya están desgastados (sonrió).

Saqué un felpudo, una alfombra de bienvenida que tenía escondido detrás de la puerta y grité:

– ¡Chazanm! ¡Sorpresa dos!

– ¿Sorpresa dos? –dijo riéndose.

– Ahora cada vez que alguien pasa por aquí se le está dando la bienvenida.

Él estaba completamente alegre, tenía el rostro marcado con una sonrisa de oreja a oreja y también me alegraba verlo así, entró corriendo y grité:

¡Pisa con cuidado!

Había encerado el piso más de lo normal justo en la entrada de la puerta que se fue de corrido hasta el centro de la sala, reí bastante y aún en el suelo me dijo:

¿Acaso tienes más sorpresas? –sonrió tratando de levantarse.

Ya no tenía nada más que mostrarle, me entretuve leyendo los libros, de pronto, se me ocurrió una idea:

Sí, en realidad son 4 sorpresas –dije inocentemente.

Vaya… ¿Y cuál es la tercera?

– Tú espérame aquí que ya regreso…

Salí disparado a traer el libro preferido de mamá y al regresar me resbalé de igual manera que se resbaló él y dejé caer el libro, se detuvo en sus pies y dijo:

¿Un libro de receta de postres? ¿Es la tercera sorpresa? -se rió a carcajadas.

No especialmente -me levanté- es una torta de cumpleaños.

¿No podemos comprarla y ya? -todavía riéndose.

Tú siéntate y observa como preparo todo, incluso puedes grabar si quieres…

Esa noche nos divertimos preparando la torta, había mucha harina por los suelos y huevos estrellados en la pared. Como de costumbre se había quedado dormido con el celular en las manos, se los quité. Él tiene la costumbre de grabar con su celular casi todo, una vez me comentó que lo hacía porque le gustaba recordar divertidos momentos para cuando esté deprimido pudiese sonreír un poco, después de lavar los platos y limpiar la cocina, descansé en el sillón y puse “play” a los videos que grabó.

Pensamiento: Después de todo, yo estoy ahí cuando él me necesita, trato de ayudarlo como sea, se me ocurre de todo para tratar de olvidar el dolor que lleva en ese instante y reemplazarlo por una sonrisa, él es mi mejor amigo, es mi hermano, aunque tal vez para él yo no sea el mejor, eso no importa, no lo dejaré solo.

Compartimos la amistad desde que éramos unos niños, peleábamos, hacíamos travesuras, íbamos a las fiestas, en fin, como auténticos hermanos.

Sé que ahora cambió bastante, sé que optó por un estilo de vida diferente, pero aun así, seguiré mostrándole el camino para seguir adelante en lo que se proponga, sea cual sea el grado de dificultad, no dejaré que se rinda porque para eso estoy yo, su mejor amigo.

Después de sacar la basura a la calle, me detuve a apreciar las estrellas, había luna llena y no hacía falta de luz eléctrica, iluminaba todo, calenté un poco de leche tibia, corté un pedazo de torta y lo tomé como una merienda, mientras pienso en cuál sería la 4ta sorpresa que aún falta entregar.

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