Quas la Estrella (Cuento Infantil)

Quas la Estrella (Cuento Infantil)

Héctor Cianci

15/12/2018

En un rincón apartado de la Vía Láctea, rodeados de nubes de gases cósmicos verde azulados y pequeños asteroides, convivían durante años un cúmulo de estrellas jóvenes y vigorosas. Con sus azules eléctricos irradiaban un festival de luces fulgurosas y vivas que eran de admirar entre las estrellas más viejas y lejanas que desde las distancia veían con asombro los luminares titilando. Cuando las estrellas nacieron, tomaron la decisión de llamar al cúmulo: «Nidar». Entre ellas, habitaba un poco sola y apartada del grupo una gran estrella llamada Quas que fue una de las primeras en nacer y su color anaranjado muy distinto al azul brillante de las demás la hacía distinguir hasta en los sitios más lejanos del espacio circundante. Pero Quas era muy grande entre todas y no habían estrellas cerca de ella para convivir, las menores estaban más lejos y Quas estaba aislada del grupo. Se tenía que conformar con conversar con los pequeños asteroides que la rodeaban y con algunos cometas viajeros que le contaban historias de sus travesías por el ancho espacio.

En una ocasión, cuando era el tiempo en que los cometas más famosos surcaban la galaxia, uno en especial pasó muy cerca de Quas dejando un rastro blanco de luces tras sí. Se detuvo un poco para contar una de sus mejores historias a la gran estrella anaranjada y a los asteroides, que curiosos se sacudían de emoción alrededor de ella. «Escuchen con atención un maravilloso hallazgo al navegar en los lejanos parajes del Brazo de Orión» — Dijo el cometa casi como cantando — «Existe muy lejos de aquí una hermosa estrella blanca no muy grande que gobierna un vasto reino. Tiene de súbditos ocho planetas, cientos de lunas y miles de asteroides que reciben su luz gratuitamente y sin reproche, todos giran alrededor de ella así sean grandes y pequeños.» Quas escuchaba con atención la bella historia de la estrella que según el cometa le llamaban «Sol» y que había un planeta que le decían «Júpiter» muy grande y otro llamado «Tierra» donde orbitaban cientos de unas cajitas de metal repletas de lucecitas rojas y grandes brazos azules. La estrella no podía dejar de soñar despierta en la hermosura del Sol y su reino, estaba tan distraída que ni se percató de la ida del cometa.

Pasaron los años, y Quas continuaba soñando con la historia del cometa, era su gran tema de conversación. A cada cometa que pasaba le preguntaba acerca de Júpiter y la Tierra, sobre las casitas de metal y la estrella blanca. Muchos le dieron más detalles sobre lo que llamaban «El Sistema Solar» y el nombre de los demás planetas y las travesías en el cinturón de asteroides. Quas se sumergía en un sueño profundo en ser como el Sol y tener un reino, imaginando lo feliz que sería si tuviera planetas y asteroides que la adoraran. Pero siempre terminaba triste porque sabía que nunca iba a podría llegar a ser como el Sol. Miraba muy a menudo a las demás estrellas titilar y reír, deseando volver a esos años donde era igual que ellas. Desde ese instante algo comenzó a cambiar en el interior de Quas, algo que al principio era desconocido pero que se alimentaba de un deseo: Ser la estrella más conocida de Nidar.

Pasaron miles de años, y poco a poco la estrella se hacía más y más grande. Al parecer, mientras más deseaba ser más conocida, su núcleo estelar fusionaba el hidrógeno y el helio para inflarla. Llegó el momento en que Quas cambió tanto de tamaño, que se hizo notar en todo Nidar y mucho más lejos de allí. Todas las demás estrellas tenían algo de qué hablar acerca de la gran estrella y los cometas maravillados se acercaban a ella para contarle increíbles historias. La estrella tenía más amigos con quién conversar, pero no había alcanzado la popularidad del Sol, así que fusionaba más y más los elementos de su núcleo. De un instante a otro, se volvió tan masiva que se pudo acercar mucho más a los jóvenes luminares; la admiraban tanto que la llamaron «Quas Majoris«. Así cada vez más la estrella aumentaba su tamaño y su fama.

Parecía que Quas ya había conseguido lo que buscaba, ya no estaba aislada ni tan sola. Pero algo había cambiado en ella, no se conformó con eso, su deseo era que todas las estrellas giraran alrededor de ella. «No podemos hacer eso» replicaban las estrellitas con cierto miedo, pero Quas no daba respuestas y en su silencio pensaba en qué forma haría que todas la adorasen. Su color había cambiado, era de un color rojo muy fuerte y su tamaño era realmente masivo. Definitivamente Quas no era la misma estrella. Al poco tiempo, se había vuelto tan gigante que su tamaño intimidaba a todo Nidar. Ya no le importaban las historias sobre el Sol, los planetas, el cinturón de asteroides, las casitas metálicas, los anillos de Saturno y lo azul de Neptuno, porque según ella se había convertido en la gran dueña de un cúmulo estelar. Los cometas al ver esto, quedaban impresionados por el cambio de Quas y compartían los acontecimientos con los otros cúmulos distantes.

En un instante, la gigante roja llegó a su tamaño rápido, pero no podía controlar la fusión de su propio núcleo. Algo empezó a fallar, todas las estrellas sospecharon esto al ver los comportamientos extraños en Quas; la estrella no se sentía bien, se sacudía y tambaleaba con frenesí y cada vez más se llenaba de mucha preocupación, sentía que su núcleo se estremecía descontroladamente. De pronto, el gran luminar comenzó a brillar como nunca lo había hecho, su luz se dejó ver a muchos más millones de años luz de distancia donde nadie le había visto jamás. Además del brillo sin igual, se sacudió con más fuerza y frenesí, haciendo que todas las estrellas le temieran en gran manera, y era tanto el pavor que hasta la misma Quas se temió así misma al darse cuenta de lo que se había convertido pero ya era demasiado tarde. Cuando el brillo y los movimientos alcanzaron sus máximas expresiones, una luz más fuerte emanaba desde el interior de Quas y grandes llamaradas azotaban las estrellas asustadas y asteroides que chocaban unos con otros. Cuando el miedo se apoderaba de ese rincón de la Vía Láctea, sucedió lo peor: Quas explotó con una fuerza inigualable, barriendo todo a su paso con grandes cantidades de energía nuclear.

La explosión, también conocida como «Super Nova», fue vista en muchos lugares de la galaxia y su onda expansiva viajó grandes distancias. Pasaron años cuando la gran luz que irradió la explosión había cesado, dejando ver a Nidar como un vasto espacio de nubes de polvo cósmico de muchos colores. Las estrellas y asteroides no sobrevivieron al poder explosivo del colapso del núcleo de Quas. Muchos cometas también desaparecieron, pero los más alejados pudieron ver todo lo acontecido. Uno de ellos me dijo, que hace años cuando viajaba del extremo de la galaxia al otro, pasó por lo que quedaba de Nidar; me contó que si tienes buena vista, puedes ver justo en el centro de la nebulosa un pequeño punto blanco y poco brillante, una enana blanca solitaria rodeada de polvo estelar que eran los rastros de las antiguas estrellas que una vez vivieron allí. Ahora, ese pequeño punto blanco en la soledad espera enfriarse hasta casi desaparecer en el oscuro universo.

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