La puerta permanece firme y alta, rodeada por los ladrillos de la pared, que la limitan y, a su vez, la sostienen. Su dureza da seguridad. Cerrada separa habitaciones, el interior de lo exterior, aleja. Pero invita a ser abierta, a bajar el picaporte, o tirar de él o empujar para liberarse del encierro. Nos muestra otro lugar, nos permite atravesar las paredes sin dañarnos. De chapa, de madera, de vidrio, de lona, corrediza, giratoria, vaivén, con cerradura, con pasador o blindada no importa, la puerta siempre es un puente entre la intimidad y el mundo, ambos esperan ser descubiertos y explorados. Toc Toc, hola, bienvenido.

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