La luna llena alumbraba con su esplendor las calles de Luriath, la lluvia caía pacíficamente y hacia una brisa suave que arrastraba las doradas hojas de pino por las calles de la ciudad, se escuchaba el galope de los caballos y unas risas procedentes de la taberna “Rio cauteloso” la cual estaba abarrotada de consumidores, un olor a pan tostado con mantequilla y cerveza de mandrágora inundaba el sitio, risas y un trovador que cantaba “El lobo solitario” resonaba en todas partes de la taberna, haciendo el lugar mucho más simpático. En la taberna, un par de hombres apiñados en el extremo de la barra, reían y se daban pequeños empujones unos a otros, escuchando una historia que les contaba uno de sus compañeros.
– ¡Oye Lyshu, dame otra de esas cervezas, que esto se está poniendo muy interesante!- Grito Gerald, un hombre fornido, el cual portaba casi siempre una espada en su regazo y vistiendo con un orgulloso uniforme militar color índigo con el sello de la familia real de Luriath, sus dientes amarillentos los cuales estaban un poco salidos bailaban al son de sus palabras, su cabello rojo fuego era lo que más destacaba de él, el cual brillaba por los candelabros de la taberna.
– —Y entonces nos íbamos a empezar a agarrar a golpes, pero antes de que el me golpeara le di una patada en las pelotas, de seguro el tipo después de eso se fue llorando con su esposa- Una voz grave salió de la boca del narrador del relato, un hombre gordo con cara de pocos amigos y con dientes perfectamente cuidados y blancos, una barba rubia y frondosa que llegaba hasta la barriga casi descubierta del caballero, a diferencia de sus compañeros el no portaba ni una espada, sino un enorme cañón de mano con gigantes bolas de acero como munición, la cual estaba amarrada a su cinturón, su calvicie brillaba igual que el cabello de Gerald, la cual a cada hora él se aceitaba con su extracto de cardenal.
-Que buena historia Sullivan, no es digna de que un bardo haga una canción de ella, pero sin duda una muy graciosa historia, ese campesino se merecía un buen golpe en las pelotas por burlarse de tu para nada enorme barriga.- Contesto Siegfried con un tono de burla. El más viejo de los cuatro y el de mayor rango militar, eso se hacía notar ya que en su espalda colgaba una gran capa de escamas doradas, que hacia juego con su uniforme índigo, tenía las mangas cortadas enseñando sus marcados músculos de los brazos, un cabello color platino con una coleta amarrada justo en la nuca, sus ojos color miel brillaban por la calvicie de Sullivan, pero lo que más llamaba la atención del viejo, era su increíblemente grande espada Claymore, la cual media más de la mitad de su cuerpo y que el hombre sabia maniobrarla como si fuera una daga con un solo brazo.
-No me hagas enojar, viejo.- Le contesto Sullivan con un tono retador y molesto hacia la burla que hizo Siegfried por su físico.
-Todos sabemos cómo terminara, Sully, no soy un asqueroso campesino al cual le cobras la protección, la última vez que peleamos te deje con la barriga mirando al cielo, no creo que esta vez sea diferente, amigo mío- Contesto Siegfried mostrando su tan habitual tono egocéntrico, cerrando su puño derecho dispuesto a iniciar una pelea.
-Esto no será como la última vez, capitán Siegfried.- Gruño Sullivan levantando su puño lentamente para iniciar el inevitable conflicto, mientras tanto, Gerald reía en su asiento, ya que a él siempre le encantaba ver como el capitán le daba una paliza a Sullivan.
-¡Disculpen la tardanza señores!- Llego Lyshu estampando las jarras de cerveza en la barra. Lyshu era un hombre alto de tez pálida con dos vistosas cornamentas cafés sobresaliendo de su cabeza, la cual era adornada por un cabello largo del mismo color café claro, el cual llegaba hasta su cadera, su altura se debía a las enormes piernas de venado que tenía. Con unos ojos molestos, Lyshu miraba a los dos soldados –Si se van a pelear, vayan afuera, no quiero que me destruyan la taberna… De nuevo…-.
-¡Tranquilo!- Dijo Gerald mientras le daba un gran sorbo a su cerveza. –Yo los iba a contener-
-Si por ti fuera, dejarías que mataran a Sull… Digo, que se mataran entre ellos.-
-¿Qué dijiste?- Refunfuño Sullivan, con un facción de ira. –Esas cornamentas tan grandes que tienes hacen que no puedas pensar bien en lo que dices, mejor te las quito y con suerte hasta te haces un arcano.- Los otros soldados solamente se limitaron a reír, ya que les dio gracia la cara petrificada de Lyshu por la amenaza de Sullivan. –Es broma Lyshu, sabes que no lastimaría al creador de estas obras de arte.- Levanta la cerveza en forma de reverencia a su dulce sabor.
-Claro, aparte nuestro amigable compañero no lastimaría ni a una mosca.- Dijo Siegfried, dando unas risotadas mientras le daba unas palmadas en el estómago de Sullivan.
-Ohm… Arcano… Sabes lo que pienso de esos tipos, solo crean vida sin consideración alguna, acaban vidas para crear otras, si, gracias a ellos tenemos todo lo que tenemos ahora, pero también, gracias a ellos se desencadeno la guerra entre las naciones.- Le contesto Lyshu a Sullivan con un rostro apacible, pero que en este se notaba un atisbo de rencor cuando menciono la palabra “Arcano”.
-No se dé que te quejas Lyshu- Contesto Gerald –Si gracias a los Arcanos es que tu estas aquí, al fin y al cabo, tu raza es una creación de ellos, eres un homúnculo.-
-Gerald…- Respondió Siegfried mostrando los colmillos y con sus ojos casi en llamas. –Te recuerdo que yo soy una cruza de Goliat y a nosotros no nos gustan que nos digan “Homúnculos”, tú y Sullivan como humanos, deberían tenernos más respeto.-
-Disculpa Siegfried…- Contesto con arrepentimiento Gerald soltando un gran suspiro. –No quería ofenderos, se lo que han estado viviendo por ser de esas razas, no debí de abrir mi bocota…- Gerald toma un pedazo de pan y se lo mete a la boca entero, para seguir con la conversación –Bueno, cambiemos de tema ya que esto es algo incómodo y no se puede disfrutar. Uhmm… Tengo una idea, aprovechando de que la gente se está marchando y ahora podemos escuchar mejor lo que decimos, capitán Siegfried ¿Por qué no cuenta una de sus legendarias historias? Usted es el guerrero más sabio y viejo de todos y por lo tanto, debe de saber muchas historias de guerra interesantes- Dijo Gerald con un rostro de esperanza ya que siempre que se ven, nunca están cerca de una taberna para que Sieg cuente una de sus historias y esta era su oportunidad para escuchar los relatos del gigante. Gerald tenía razón, Siegfried era el más sabio y viejo de todos los soldados a la orden armada de Luriath, teniendo un total de 101 años de edad y aun así, viéndose extremadamente más joven de lo que en realidad debería de estar si fuera un humano, por su especie hibrida con un Goliat, una raza tremendamente poderosa y salvaje que vivían en las montañas de Naru. Siegfried también era conocido por muchos sobrenombres como: “El gigante de Kithza”, “Plateado de Luriath”, pero el sobrenombre más conocido por todos los lares, era “El gigante de los relatos”, en cada posada que Siegfried iba, una historia nueva le contaba a los borrachos, soldados, taberneros y trovadores que se encontraban, los trovadores muy a menudo hacían canciones de los relatos que contaba Siegfried, en la cual curiosamente la canción que el trovador estuvo cantando “El lobo solitario” es una historia que había contado Siegfried hace cinco lunas.
-¿Una historia? Mmhhh… Tengo una, pero no quisiera llamar la atención de los consumidores y de esa rata que está tocando esa estúpida arpa, cantando mi historia toda embarajiñada, es una vergüenza, si todavía estoy aquí es por esta dulce cerveza de mandrágora.- Contesto Siegfried para darle un gran sorbo a la cerveza hasta acabarla –Esperemos a que todos se larguen, así Lyshu podrá disfrutarla también.-
-Estoy de acuerdo- Contesto Sullivan –Lyshu se merece otro de tus relatos-
-Gracias Sully- Dijo Ly con una sonrisa –Ya falta poco para que todos se vayan, cerrare y ustedes si quieren se pueden quedar en los cuartos del segundo piso.-
-De acuerdo- Respondió Siegfried mientras aceitaba su espada y le daba un mordisco a un enorme pan con pasas.
Los minutos pasaron y la rebosante taberna quedo sola, solamente estaban los soldados y el tabernero, el silencio que había era tan intenso, que incluso la suave brisa y la lluvia de fuera alcanzaban a crear un sonido pacifico, el sitio todavía seguía oliendo a pan con mantequilla, pero ahora un fuerte olor a sidra de manzana abrazaba el lugar, ya que Lyshu se encontraba haciendo su tan deliciosa sidra fría para servirle a sus amigos, hecha para acompañar a la interesante conversación que se iba a aproximar en unos pocos momentos, Lyshu se encontraba feliz, ya que iba a escuchar otra de las historias de Siegfried.
-Ok, siéntense amigos y disfruten de la deliciosa sidra que hizo Ly, solamente tendré que decir algo antes de empezar a contar la historia, como sabrán, yo cuento historias en las tabernas sin molestia, por lo que ustedes se preguntaran “¿Por qué nos hizo esperar hasta que toda la gente se fuera?”, es que esta historia es especial para mí, ya que es la historia de un amigo de la infancia que tenía cuando yo era un huérfano en las calles de Morhan, un hibrido igual que Lyshu y un servidor, esta historia no es de guerra, pero sin duda alguna, es una de las historias más impresionantes que he tenido la fortuna de saber e incluso de participar…-
-¿No es de guerra…?- Musitó Gerald interrumpiendo a Siegfried con una cara de tristeza al saber de qué la historia no era de conflictos bélicos.
-Cállate Gerald y déjalo hablar- Como siempre, Sullivan quejándose. Aunque Sully y Sieg no se lleven muy bien, a Sullivan siempre le han encantado las historias que Siegfried cuenta.
-Gracias Sullivan, bueno, antes de contar esta historia quiero decirles que si quieren escuchar un relato con un final feliz, les recomiendo que se vayan a dormir de una vez, porque esta historia para nada tendrá un final alegre, ya que la historia que estoy a punto de contar es la vida de Rieenre, un hibrido muy único de dragón y humano, la historia de un bardo que fue capaz de cantar muchas más canciones y poemas que los demás, una aventurero que peleo contra quimeras, mantuvo relaciones con una reina siendo un plebeyo, asesino al verdugo real sin siquiera ser visto, fue capaz de navegar sobre el mar de Kalath, atravesó el lago de las sirenas sin ser corrompido y sobre todo, su mayor hazaña, fue el único que entro en la mazmorra de Noctarion y vivió, aprendiendo una canción mágica, la más hermosa y poderosa de todas, capaz de enamorar a cualquier mujer con solo escuchar la hermosa sonata, con el poder de hacerte rico con tan solo tararearla, con la fuerza de hacer que el hombre más poderoso del continente se arrodillara a los pies del cantante, aprendió “El cantar de los mil bardos”.
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