Hace 10.000 años
Muerto, pensó, estoy muerto, mientras pensaba esto, el joven soldado de Castaroth se llevó la mano al bolso del cinto buscando su cantimplora de agua, pero lo que encontró fue aquella piedra, aquella por la que se encontraba así, moribundo tras una cruenta batalla por anhelo del rey por poseer una de esas siete piedras, o como la gente decía, «Perlas Demoníacas» siete gemas tan poderosas como bellas, con un poder mágico inigualable que todos los reyes deseaban obtener. Él había sido elegido como el encargado de infiltrarse en la fortaleza enemiga durante el asedio y obtener la piedra, cuando lo consiguió, fue alcanzado por dos flechas de madera élfica, letales en cualquier parte del cuerpo pasado un tiempo. La batalla había seguido mientras él estaba refugiado en la cueva, pero hacía horas que no se escuchaba un grito de dolor, un choque de metales, ni siquiera pasos. ¿Habría acabado la batalla? ¿Habrían vencido? ¿Habrían muerto todos los hombres de ambos ejércitos? Mientras pensaba todas las posibilidades se quedó mirando la piedra. Ahora que la miraba mejor era más bien un zafiro, pero al mismo tiempo no lo era, no tenía exactamente la textura de un zafiro, sabía que esa gema tenía algo especial, pero ni si quiera sabía qué era, estaba a punto de morir por culpa de una piedra que ni siquiera sabía para qué servía. Lo había perdido todo por esa maldita gema que tanto codiciaba su rey, había perdido a su familia, su orgullo, su honor de caballero, y ahora estaba cerca de perder también la vida. En un arrebato de furia lanzó la gema a un río que pasaba por dentro de la cueva seguro de que nadie debía buscar esas gemas por el bien de Karia. El esfuerzo le hizo gemir de dolor, pero sabía que la gema se perdería en el cauce del río y deseó que la gente olvidase por completo la existencia de esas gemas. De repente, dentro del agua del río apareció un resplandor, al joven no le dio tiempo de ver qué era, pero juraría que eso era el zafiro que había arrojado al agua del río, el resplandor se hizo cada vez más potente, y el agua empezó a brotar de éste a chorros, rápidamente llegando al recoveco donde se encontraba él, y el agua empezó a subir y subir, y de pronto se encontraba flotando subiendo lentamente hacia el techo de la cueva. Intentó nadar, pero sus músculos magullados se lo impedían. Cuando el agua le cubrió por completo y empezó a ahogarse, el resplandor le cegó por completo, y lo último que escucho fue como si ese mismo resplandor le hablase con una voz de niño. Y fue ahí cuando todo se apagó para el y sus pulmones se llenaron de agua. Nadie jamás encontró su cuerpo, como si nunca hubiese existido.
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