Él fue el primer incendio en mi piel, el primer ladrón de aliento y luz, con manos frías y lengua de serpiente, desangró mi inocencia sin permiso.
Me enseñó a temer el mundo, a encontrar sombras donde había sol, me enredó en su red de mentiras, clavó sus venenos disfrazados de amor.
Perdí mi nombre en noches sin fondo, me vendí en sábanas ajenas, buscando en otros cuerpos un reflejo, una migaja de cariño negada.
Engañé a quienes me amaban, perdí amigos, perdí pedazos, caí en un pozo de miedo y deseo, un laberinto sin puertas ni luz.
Él se ahogaba en sombras digitales, decía que era normal, que todos eran así, pero hoy sólo siento asco, asco por su voz vacía y su engaño.
Tras dos años de mentiras y prisión, rompí cadenas, derribé muros, dejé atrás su sombra, su falso reino, y recuperé mi alma con fuego y puño.
Como un ave que nace del humo, con alas que queman y ojos de llama, renací en medio de la tormenta, dueña de mi historia, de mi voz.
Hoy grito en silencio, una rabia que no olvida, porque no fui un juguete roto, soy cicatriz, soy fuerza, soy calma.
Que aquella primera vez quede atrás, un recuerdo que no pesa, soy viento, fuego y esperanza, un cuerpo abierto a la vida.
En cada paso, reconstruyo el fuego que creyeron apagar.
OPINIONES Y COMENTARIOS