Please Jenny [The Older Men Series #1] © (En escritura)

Please Jenny [The Older Men Series #1] © (En escritura)

Sharid Andrew

31/05/2019

PROLOGO

Asco…

Asco es lo que siento al verme al espejo. Al verme consumido en la lujuria por una chica que podría ser mi hija. La cual me ha roto el corazón, como nadie más lo pudo hacer antes.

Asco…

Asco es lo que siento sobre el amor. Intente amar una vez y no resulto. Debía saber que volvería a pasar. Debería saber que nada bueno sale de amar a una mujer.

Asco…

Asco, es lo que dan las mentiras. Las acusaciones y sobre todo la falta de sinceridad. Me da asco verme al espejo y ver mi aspecto demacrado. Mis ojos que están llenos de arrugas acompañados de unas ojeras profundas y negras. Viendo mi traje arrugado, y las botellas de alcohol alrededor de mi oficina.

Asco, me doy al ver como mi vida se va al maldito demonio por una chica. Una chiquilla que amo. Más. Qué. Nada. En. El. Mundo.

Los recuerdos no se irán. Y sobre todo, menos el sentimiento que me carcome. ¿Qué ha pasado en mis casi treinta y seis años de vida? Tengo una hija hermosa, que no es del todo mía; pero que aun así la amo a morir. Tengo dinero, mucho dinero. Tengo una casa, una gran casa. Pero, no tengo el amor de una mujer.

¿Estaré condenado?

Jamás engañe a mi «esposa». Jamás robe, jamás defraude, cumplí con mis promesas. Nunca defraude a nadie. Pero el jodido destino siempre me defrauda a mí. ¿Será que me case muy joven? ¿Será que los hombre como yo no lo merecemos?

—¿Verdadero o Falso? —escupo con rabia al espejo.

El puto verdadero o Falso de mierda.

—Verdadero —responde una voz atrás de mí. Una voz que me dobla las rodillas.

¿Abre muerto?

—¿Me amas? —pregunto a la voz.

Pero no es solo una voz, volteo y me encuentro con aquello con lo que creía que era una ilusión, una ilusión con su voz; pero no es así. Es mi todo…

1.

Mayo 1999

Antes: A veces no todo es como esperamos.

El estallido en las gradas y el rugido de las porras retumba en mis oídos. Puedo escuchar mi nombre ser coreado por los fans, por las porristas y por mis orgullosos padres sentados en la tribuna junto con toda la demás gente.

El balón en mis manos se siente familiar. El peso del cuero se amolda en mis manos. La posición ofensiva y defensiva están listas y entonces todo se desvanece; todo se queda en silencio por los últimos momentos cruciales en el partido.

El marcador está empatado y el balón es nuestro como última oportunidad.

El balón ahora está en las manos del Linebacker, esperando mi señal para que esté en mis manos.

1… 2… 3…

Estamos listos.

—64 rojo —grito a todo pulmón —.64 rojo. Ahora.

Y el balón está en mis manos. Busco frenéticamente con la mirada a mis receptores, pero nadie de señales de estar descubierto. Sigo mirando en busca de alguna señal. La línea me tiene cubierto y aún faltan más de cincuenta yardas para llegar.

Mi adrenalina está al cien. Busco una oportunidad, un hueco y entonces, lo veo.

Es ahí cuando rompo a correr.

La sangre se agolpa en mis venas mientras esquivo a los jugadores del equipo contrario. Corro con mi alma; corro como alma que se la lleva el diablo. Corro hasta que mis pulmones arden por el esfuerzo al hacer entrar el oxígeno en ellos.

Diez yardas…

Cinco yardas…

Hasta que todo el mundo está de pie

Vuelo através del aire en el momento que me lanzo a la zona de anotación. Siento el aire abandonar mis pulmones, el balón en mi estómago y el color contrario debajo de mí.

El reloj suena dando final al partido. Y hemos ganado.

La gente grita y de repente soy lanzado al aire por múltiples pares de brazos. Mis compañeros gritan de emoción; aclaman y alaban mi nombre mientras la gente se abarrota en el campo más emocionado que nunca.

Mis pies tocan el suelo y soy atacado por un pequeño cuerpo con curvas. Sus brazos están alrededor de mí. Me quito el casco y puedo ver esos ojos verdes mirarme con admiración, su pequeña falda de porrista se balancea y entonces, la beso.

La beso hasta dejarla mareada. La traigo a mí y le doy vueltas, emocionado y feliz. Acabo de anotar el Touchdown ganador de la final. Tengo a mi chica Blythe, y mis padres vienen a mi lado después de haber dejado en el suelo a mi novia. Mi hermosa novia porrista. Joder, soy afortunado.

—Bien hecho hijo —dice mi padre Steven, mientras me envuelve en un abrazo fuerte. Sé que está orgulloso de mí —. Estoy orgulloso de ti. Estás destinado a grandes cosas.

Ahora mi madre Janine me abraza con lágrimas en los ojos. —Soy la madre más feliz del mundo, cariño. Me haces tan orgullosa —toma mi rostro en sus manos y me mira a los ojos. Joder, amo mi vida —. Eres el mejor, Dank. Jamás dudes de ello. Ni dudes que te amamos y siempre te apoyaremos.

Estoy tan agradecido con mi vida.

Y una persona más se lanza a mi cuerpo. Mi mejor amigo Jonathan.

—Hermano así se hace —me da un apretón, y se aleja de mi —. Entre en pánico, pensé que todo estaba acabado. No podía descubrirme, pero maldita sea si eso no fue grandioso. Ganaste el partido por nosotros. Eres una mierda increíble. Ouch. —Hace una mueca de dolor, mientras se soba el brazo —. Lo siento señora T, prometo no llamarlo mierda.

Mi madre lo fulmina con la mirada, pero después se rompe en carcajadas. Al igual que los demás. —No me presiones, Jonathan. ­—Advierte mi madre.

—¿Iras a la fiesta después? —pregunta mi padre. No quiero ir, pero como acabo de ganar el partido, creo que es necesario ir.

—Supongo, debo de dar la cara al equipo.

—No llegues demasiado tarde, Dank —replica mi madre —. Y si bebes, llama a tu padre para que vaya a recogerte. No hagas nada imprudente.

—Lo prometo mamá.

—Bien. Que te diviertas cariño —dice antes de darle la mano a mi padre y desaparezcan para volver a casa.

—Joder, hoy fue grandioso, nos vemos en la fiesta entonces —dice mi mejor amigo antes de irse a duchar.

—Ah, creo que alguien lo tiene hoy —rompe el silencio Blythe, mordiéndome el lóbulo del oído —, ¿Lo quieres antes o después de la fiesta, nene?

Blythe es caliente. La primera vez que la vi mis pantalones se pusieron tremendamente apretados gracias a la enorme erección que me provoco. Recuerdo ponerle la mano en el trasero mientras hacia las pruebas para entrar al equipo de animación y último que supe es que me tenía en una especia de llave de lucha libre, y me maldecía por ser un asqueroso chico. Sus curvas bien formadas, su cabello rubio, sus pechos de copa B y sus ojos verdes me atrajeron de inmediato. Pero el genio de no doy una mierda por estúpidos chicos como tú, fue lo que cerro el trato. La perseguí por meses, hasta que hace medio año accedió a salir conmigo. Pero hasta hoy, no había tenido sexo con ella, las cosas no eran así con mi chica, la quería sabia eso. La respetaba y mucho. Pero si ella iba a dármelo, no era quien para decir que no.

—¿Sí? —pregunte con un tono coqueto y seductor.

—Lo tienes, señor estrella QB. Así que date prisa.

No necesito decirlo dos veces. Corrí a las duchas como si se tratara de otro touchdown, sólo que en este caso iba a ser el Home Run.

(***)

El sexo era fascinante. No tachen eso, era increíble.

Casi dos horas después de haber tenido relaciones con Blythe y dejarla acostada en su cama, salí rápidamente y me dirigí a la fiesta del equipo. Es una mierda dejar así a mi chica, pero supongo que más vale pedir perdón que pedir permiso. Los chicos contaban con mi asistencia y eso haría.

Tome mi camioneta Chevrolet del 90 color rojo y conduje hacia la casa de Marcus Scott. Mi otro mejor amigo. No lo conocía tan bien como a Jonathan, pero hemos vivido buenas aventuras desde el séptimo grado cuando todos empezamos a jugar futbol americano.

Marcus Scott era todo lo contrario a Jonathan, mientras el tenia pelo negro y ojos azules, Jonathan era rubio con los ojos color avellana, muy claros; color casi miel. Marcus era reservado e inteligente. Era el típico chico con dieses y miembro del club de ajedrez. Aunque eso no le molestaba en ser atractivo, popular y atlético. Además era bondadoso y muy amable, el chico perfecto para cualquier chica desde mi punto de vista. Pero Jonathan. Jonathan Maxwell era el típico bad boy de la escuela preparatoria. Él era arrogante y alocado, pero dentro de todo ello solo era un chico con fascinación a la química, ayudante de los chicos en problemas y un buen amante de aventuras; además de las chicas. Aunque todo eso cambio hace tres meses con su novia Miranda. Los dos eran grandes tipos, y si estábamos los tres, éramos grandes complementos.

La mansión de Marcus Scott era impresionante. Su padre era un maldito magnate del petróleo, y todos sabíamos que eso no acomplejaba a mi buen amigo. Además de tener mucho jodido dinero, él estaba destinado a grandes universidades: a estudiar medicina o tal vez leyes en Harvard, Yale, Stanford o Princeton. Tal vez sea un genio matemático apuntando al MIT ¿Quién sabe? Aun teníamos un año para saberlo.

Conduje hacia la gran casa de tres pisos, notando que los demás autos de mis amigos ya estaban aparcados acaparando todo su jardín delantero. Había gente abarrotada por todos lados, en al patio, en el jardín, en la azotea y en los balcones de las recamaras en los pisos arriba. Menos en la de sus padres. Baje de mi camioneta, y camine hacia la puerta, notando que mucha gente había venido.

Los padres de Marcus eran geniales. Ellos no estaban de viaje ni era una clase de fiesta ilegal porque no estaban en casa. Todo lo contrario, eran impresionantes por dejar su gran casa ser destrozada por los amigos de su gran orgullo de hijo. Algunas veces sus padres salían de su escondite en el sótano —según Marcus un cuarto privado de su padre— para preguntar si no hacía falta bebidas, comida e incluso alcohol. Nosotros teníamos en un buen pedestal a sus grandiosos padres, y a pesar de ello, jamás se le subía a la cabeza. Era un chico estupendo.

—Pero miren quien llego —grita un muy ebrio Gummer, defensa del equipo a la multitud —. Pero si es nuestro gran campeón. ¡Dank Thompson!

Toda la gente alrededor grita, y me felicitan mientras me abro paso dentro de la casa de Marcus. Camino unos metros, hasta que una chica con falsas tetas, que piensa que es sexy me intercepta.

—Vamos mariscal, prueba un poco de esto —dice con voz temblorosa, claramente casi al estado de ebriedad.

Pero no me interesa.

—Hey, Dank —la voz de Marcus me llama desde las puertas que dan a su patio trasero —, amigo trae tu culo aquí, tenemos problemas.

Eso me saca de mi aturdimiento de la victoria, para fruncir el ceño e ir rápidamente a su encuentro.

—¿Qué pasa, amigo? —pregunto cuando lo alcanzo.

—Tenemos que subir a mi habitación. Algo va mal con Jonathan, trate de hablar con él, pero me evadió por completo. Pensé que estabas aquí y fui a buscarte. Note que apenas llegaste, ¿Estuvo bueno? —pregunto con diversión en su voz.

—Claro que estuvo bueno. Pero el caso es que tenemos que ir por nuestro amigo —replico rápidamente, yendo ahora de nuevo dentro de la casa, para subir al segundo piso donde se encuentra su habitación.

—Lo siento. Fui idiota de mi parte pedir detalles —dice con voz arrepentida.

—Te los diré, pero Jonathan no es así. ¿Cómo lo viste?

—Decaído hombre —empieza a explicar —, jamás lo he visto así. En todos los años que los conozco, jamás lo vi así. ¿Crees que algo le paso a sus padres?

—No lo creo hombre, puede que sólo este deprimido, tal vez peleo con Miranda. Sabemos que besa el piso en el que ella camina, ¿Crees que pudo ser una pelea? —pero incluso tengo sospechas de que no es nada de eso.

—Preguntémosle hombre.

Asiento mientras entramos a su habitación.

Devastación.

Devastación es lo que hay en la mirada de nuestro amigo Jonathan. Lo cual nos pone en alerta de inmediato. Además de la casi botella de Jack Daniels a su lado.

—John, amigo. ¿Qué pasa? —pregunto con cautela. El estado sentado fura del balcón que se encuentra en la habitación de Marcus. Corro rápidamente a sentarme a uno de sus lados. Mientras Marcus se sienta en el otro —. Mucho alcohol por una noche, ¿No crees?

—La cague —es su simple respuesta. La cual sale casi como un susurro —. La cague estupendamente —repite.

—¿Qué fue lo que paso? —dice Marcus suavemente, quitando la botella de Jack de su lado.

—Está embarazada —dice, y los ojos de Marcus se encuentran con los míos abruptamente —, está jodidamente preñada.

—Oh mierda, ¿hablas de Janet? —pregunta Marcus.

Janet es la ex de Jonathan, hace cuatro meses lo dejaron. La maldita perra lo engaño. Lo engaño con un hombre treinta años mayor que él. Lo cual es una mierda ¿Quién mierda se fijaría en una niña? O peor aún, era una perra caza fortunas.

—¿Qué? ¡No! —dice Jonathan con horror —. Miranda está embarazada.

—Joder, ¿Qué ella no tiene quince aun? —Le pregunto, él podría tener serios problemas —Amigo, en unos meses cumplirás los dieciocho, podrían arrestarte —afirmo con voz cargada de miedo por mi mejor amigo

—¿Crees que no lo sé, joder? Ella es jodidamente joven, pero no quiere abortarlo. Dice que escucho el jodido corazón. Ella quiere tenerlo. Ya quiere al estúpido bebé, sin siquiera saber que es.

—Esto es una mierda, amigo. Pero, ¿en verdad quieres que lo aborte? —pregunta Marcus con voz llena de preocupación.

—Mierda, claro que no. Pero, ¿qué puedo ofrecerles? Soy un maldito niño. Ni siquiera la preparatoria he terminado. La quiero y seguro como la mierda que también quiero a mi hijo. ¿Pero qué esperan de mí? Tú y Dank tienen dinero. Yo tengo que trabajar para ganarme mi mierda. Papá se la pasa borracho. Mi madre cada vez está más enferma. Una beca de futbol es lo que me queda para darme un futuro. —Toma la botella de nuevo y le da un trago grande —. No puedo darles nada, y eso me llena de impotencia. No ser que hacer.

Los tres nos quedamos en silencio sin saber que decir. Hasta que Marcus rompe el silencio.

—Te ayudaremos. Yo tengo dinero, y si le digo a mi padre que me dé, lo hará.

—No quiero tu maldito dinero de caridad, Marcus —escupe con rabia.

—¿Quién dijo que te lo regalare, bastardo? Decirles a mis padres que soy malo en química y necesito ayuda. Lo cual es un poco real, me rompo el trasero y solo obtuve una B —todo rompemos en risas —. La cuestión, es que a mis últimos tutores les pagan trecientos dólares la hora. Imagínate esos trecientos por tres horas de tutoría por cuatro días de la semana. Saldrás de esta amigo. Todos saldremos de esta. —Afirma, y le da unas palmadas en la espalda a Jonathan. Marcus es el mejor amigo que tiene.

—Y yo, le diré a mamá que le ayudaras en su jardín. Ya no puede cuidarlo como antes porque le empiezan a doler los huesos. Le diré que estás buscando trabajo y será la excusa perfecta para sus amadas plantas ¿Qué dices?

—Digo, que son lo mejor jodido que me pasa. —Sus ojos se llenan de lágrimas, y nos abraza a los dos fuertemente —. Gracias amigos. Muchas gracias. Mi chica se merece lo mejor.

—También lo merece, amigo. Ahora suéltanos antes de que piensen que somos gays. —Todos reímos por mi broma. El ambiente se aligera y salimos a divertirnos de verdad en la fiesta.

A veces no todo es como esperamos.

2.

Presente

Ahora: La lluvia puede guardar grandes secretos.

Ha sido un maldito día demasiado largo.

Amo mi trabajo, pero los días grises con lluvia como este me ponen de mal humor. Los inversionistas no han estado convencidos con mi último proyecto y retrasaron la junta para decidirlo para dentro de un jodido mes. Además de que mi maldita mujer se vuelve cada vez más descarada con sus amantes. Mierda.

El trabajo es cada vez más agotador, y según mi secretaria, hubo un maldito error con el último embarque de materias primas que debía venir de china. Doble mierda.

Mi vida es monótona y pienso en los días de gloria cuando estaba en la preparatoria y yo era el jodido dios del mundo. Mi mirada se pierde entre las fotos que están colocadas cuidadosamente en el librero que está en una pared de mi oficina; una opresión en el pecho aparece y me obligo a quitar mi mirada de ellas.

Las fotos que resumen mi vida. Una foto de mis mejores amigo y yo en los días de gloria. Una foto de mis padres más reciente en su último viaje a Japón. Una foto de mi hermosa hija Cloe, y una foto de mi familia. Cloe, su madre y yo. Ninguna sólo de su madre y yo. Toda nuestra relación es una farsa. Una farsa que no puedo terminar al no querer dañar a mi hija. Todo gira entorno a mi princesa; pero hay una foto que siempre me llega al corazón. Jonathan y yo. Extraño tanto a mi mejor amigo. El sabría qué decir, el sabría qué debo hacer.

Retomo mi trabajo rápidamente. Redactando rápidamente un nuevo contrato para poder convencer más a los inversionistas. Mando un mail rápido a mi abogado y le doy las últimas novedades del Facebook falso de mi jodida esposa.

Es extraño como miles de personas maldicen el internet y todas estas nuevas cosas llenas tecnología de hoy en día. Gracias a ellas tengo pruebas de la infidelidad de mi mujer; y gracias a ellas puedo tener una exhaustiva descripción de las vidas no tan de mierda como la mía que tienen mis antiguos amigos.

El teléfono de mi oficina suena y la voz de mi secretaria llega por el altavoz. —Señor, la junta de las cuatro se mueve para las cinco. El señor Anderson no puede llegar a la hora acordada.

Mierda. —¿Ya revisaste la agenda? No quiero que se repita lo de la última vez.

—Sí, señor. Ya lo he comprobado. No tiene nada para esa hora. Además el señor Scott le ha dejado un mensaje —informa rápidamente.

—Bien, entonces la junta a las cinco. ¿Qué quiere mi viejo amigo, Marcus? —pregunto con interés, hace meses que no me llama. Debe estar ocupado con su esposa.

—Dice que lo invita a cenar. Algo de un aniversario.

Mi curiosidad se esfuma y mi humor de ensombrece. —Gracias, Blythe. Lo llamare después.

—De nada señor Thompson. Sólo para recordarle que hoy saldré antes de las ocho, hace semanas que le informe mi salida antes de tiempo.

—Estoy al tanto de eso Blythe, lo tienes ganado. Diviértete con tu hijo.

—Gracias, Dank. Mandare el resto de tu agenda a tu móvil. Pasa buena tarde —dice y corta la comunicación.

Mi ex novia de la preparatoria Blythe, es mi secretaria. Es una gran y hermosa madre soltera. Hace más de siete años que trabaja para mí. Tuve la oportunidad de ayudarle después de su matrimonio fallido y el nacimiento de su hija. Sin embargo, cualquier cosa relacionada con amor, queda más que claro que se quedó en el pasado.

Aun es la hermosa chica de la cual tuve un breve enamoramiento en la preparatoria. Es aún más fuerte, ahora que cuida de sí misma y de su pequeña hija de seis años. Debo decir que fue una sorpresa volver a verla después de años. Las pocas personas de la preparatoria con la que llevaba amistad, se fueron desvaneciendo conforme paso el tiempo. Las personas que jugaron a mi lado se fueron a diferentes universidades. Algunas simplemente se casaron y muchas más fueron adheridas a los acuerdos prenupciales y esposas trofeo para heredar las fortunas de la familia. Gente comprada, pero ¿no es lo que yo soy?

Tomo el iPhone del bolsillo de mi pantalón izquierdo y llamo a mi aún mejor amigo Marcus Scott.

—Hey, amigo. No pensé que fueras a llamar tan pronto. Pensé que estarías algo ocupado —saluda con tono alegre.

—Sí, bueno. Mi reunión se cambió y tengo más tiempo del que quiero. Así que decidí apresurar lo inevitable —bromeo.

—Es bueno saber que me quieres tanto —contesta en tono burlón —, le dije a Blythe que estaría por la ciudad pronto. Me retrase en un viaje de aniversario con Blair. La lleve a París.

—Uf, París. No he tenido la oportunidad de ir. ¿Cómo es que tu esposa es mejor qué la mía? —pregunto con tono melancólico.

—Hermano, entiendo que le hiciste una promesa a nuestro amigo. Pero no necesariamente debías hacer lo que hiciste. Pudiste haberlas cuidado, nadie te dijo que te casaras. Pudiste ser feliz —dice con aire triste. Todos los que me conocen dicen lo mismo. Y hasta ahora me doy jodida cuenta.

—No pensé en ese tiempo las cosas, Marcus. Pero no puedo hacer nada. Amo a Cloe, no me imagino nada sin ella. Si pido el divorcio ella puede decir la verdad. No me dejaran verla. —En este punto estoy más que frustrado.

—Debes decírselo. Ya casi es mayor, seguro lo entenderá. Pero la cuestión es, ¿es lo único que te preocupa? —pregunta con interés. Sabe leerme muy bien.

—Sabes que no, pero esto mejor dejémoslo para unas copas esté fin de semana. ¿Te parece el Royal a las ocho el sábado?

—Me parece bien. Hablare con Blair, hemos estado hablando de un bebé —comenta, pero su voz es tensa.

—Eso es genial, hermano. ¿Entonces al fin tendrás legado? —pregunto con voz divertida. Él ha querido ser papá desde hace años.

—La cuestión, es que también ese tema amerita copas. Nos vemos el domingo, tenga que pedir perdón o pedir permiso. —Los dos estallamos en carcajadas por la frase —. También debemos hablar de otro tema, casi es noviembre y se acerca el aniversario.

Lo sabía, pero al parecer necesitaba también una copa para ello. —Y-yo —empecé a contestar, cuando el teléfono de la oficina me interrumpe.

—Espera un minuto, Marcus. Me llaman a la oficina y puede ser urgente.

—Atiende hombre, tengo tiempo.

Pongo el teléfono celular en espera y contesto el comunicador. —¿Qué pasa Blythe?

—Perdona la molestia, pero en la línea cinco tengo una llamada de la escuela de hija ¿Se la paso? —pregunta.

—Por supuesto. Algo debió pasar. Casi siempre llaman a su madre. Gracias Blythe, la tomare desde aquí.

—De nada —contesta y cuelga.

Pulso el botón de la línea cinco y atiendo. —Buenas días —saludo —. Aquí el padre de Cloe Thompson, ¿En qué puedo ayudarle? —digo de forma cordial.

—Señor Thompson. Soy el director Marshall es necesario pedir una disculpa de por la interrupción en su tan saturado trabajo, pero el caso es que su esposa no atiende a ninguno de sus teléfonos —dicen y aprieto la mandíbula. Maldita sea, ¿Dónde mierda se metió esta vez?

—No estaba al tanto de que mi esposa estaba ausente —digo, pero en el fondo si lo sabía —. ¿Hay algún problema con Cloe? —pregunto ahora con preocupación.

—Sí, sucede que su hija sufrió un accidente cuando estaba en la clase de deportes —mi corazón se paraliza al escuchar accidente —, nada grave, pero se desmayó a medio maratón. Sugerimos que la venga a recoger. Es necesario que la lleve al médico, tal vez tenga algo que no está en nuestras manos.

—Gracias por informármelo, director. Iré en seguida por ella. —Digo y me apresuro a tomar mis llaves del auto, mi cartera y demás.

—Es un placer, señor Thompson. Esperaremos su presencia. Sólo de su nombre en la oficina y su hija estará esperándole. Que tenga un buen día. —Se despide y cuelga.

Tomo de nuevo mi móvil y le cuento a Marcus lo sucedido. Espero no sea nada grave.

(***)

Llueve a mares mientras me estaciono enfrente de la escuela. La misma escuela que yo asistí y que tiene buenos y malos recuerdos. Busco una sombrilla debajo del asiento del conductor pero entonces; la veo.

Ella discute sobre algo con el que parece ser su padre, él tiene la cara roja y le grita en la cara. Su cabello largo rizado color chocolate, le llega debajo del hombro. Su cuerpo está bien formado y viste un sencillo par de jeans que se amoldan a sus kilométricas piernas a la perfección. No puedo ver bien la forma de cuerpo, ya que una pesada sudadera con el logotipo del equipo está cubriendo su torso. Seguro es de su novio jugador. Tal vez ella sea una porrista.

Mi mente vaga y hace querer poseer ese cuerpo. ¿Qué mierda me pasa? Jamás había tenido pensamientos sobre otra mujer, mi pantalón está un poco apretado en la zona de mis genitales. Y necesito tiempo para procesar porque siento lo que siento, y el por qué una chiquilla que apenas puedo ver me trae así.

Sigo mirando la escena, hasta que…

Crack.

Una bofetada por parte de aquel hombre gira su ahora empapado rostro a un lado. Mi mandíbula se tensa y salgo de mi auto rápidamente para detenerlo si quiere volver hacerlo. Pero el hombre ya se está dando la vuelta y yéndose en un lujoso Mustang rojo.

La chica sólo se queda es su sitio. Observo como sus hombros se mueven. Está llorando. Y mi corazón se estruja al verla llorar. No quiero verla llorar, doy unos dos pasos, cuando su mirada se traba con la mía. Sus ojos son color chocolate, casi negros. Su rostro es perfecto, termina en una linda forma de corazón y sus labios rosas, son gruesos y suaves. Su atenta mirada me hace un barrido de pies a cabeza y puedo ver varios sentimientos cruzar por ella. Desde la tristeza a la curiosidad, de la curiosidad a la lujuria, de la lujuria a la vergüenza.

Sus mejillas se encienden al percatarse que también la miro y seguramente tengo una mirada divertida al haberla atrapado comiéndome con la mirada. No la culpo, he hecho lo mismo. Con una mirada hacia a mí, niega con la cabeza y entra a la escuela de nuevo con todos los músculos agarrotados.

¿Qué demonios acaba de pasar?

Niego con la cabeza y camino a mi antigua escuela. Cuando entro, logro divisar a la chica entrar al baño de mujeres perdiéndose entre las puertas, sin regalarme otro vistazo de ella.

Cuando camino, paso por la vitrina de recuerdos y puedo ver fotos mías en los días de gloria. Fotos de mi equipo, fotos cuando gane el campeonato, pero lo que más me llama la atención; es la foto de mi mejor amigo, en medio de todos los trofeos. Siendo aun respetado por la escuela y recordado como lo que es. Miro con atención un poco más, hasta que me percato de la chica caminando y saliendo del baño.

Viene directo a mí.

—¿Bonitas fotos, no? —pregunta con un tono de voz suave y a la vez sensual. Se ha quitado la pesada sudadera y solo trae una sencilla camiseta de algodón de manga larga. Algo sencillo, pero remarca todas sus curvas.

—Depende de a cuál te refieras —digo, y sus ojos se encuentran con los míos.

—Mi favorita es está —dice señalando la del día del segundo campeonato.

Todos estamos en una gran bola, abrazados. Los ojos de Jonathan, Marcus y míos están relucientes. Eran días felices. Antes de que todo se fuera a la mierda. Pero puedo ver su fascinación a la fotografía. Es espontánea y puede sentirse la felicidad irradiar de ella.

—Creo que también es mi favorita —comento y miro de nuevo a la chica que me mira detenidamente. Seguramente atando los cabos, ha visto el parecido.

El timbre del cambio de clase suena y la chica se sobresalta. Murmura una disculpa y sale disparada en la dirección contraria. Toma las escaleras y desaparece. Mierda, no conseguí su nombre.

Los jóvenes empezaban abarrotar los pasillos. Porristas con sus uniformes riendo y parloteando sobre chicos y otras mierdas. Jugadores de futbol riendo de chistes con sus amigos y uno que otro aferrándose a sus chicas. Los nerds siempre solos, al igual que ella. La divise entre la multitud. Caminaba con la cabeza gacha y veía como uno que otro chico la miraba, aunque ella no prestaba atención a su alrededor. Entonces recordé porque estaba aquí y fui a la dirección. Al momento que entre mi hija estaba en una de las silla de espera con una bolsa de hielo en la cabeza.

Me alarme en seguida.

Después de saber que solo fue un golpe por la caída; la lleve a casa. Estaba tratando de conseguir un poco de jugo y galletas para llevarle su habitación, cuando mi celular suena. Tuve que despedirme rápido y volver a la oficina. La junta casi la había olvidado. Mientras iba de camino me encontré en la que se supone que es mi mujer salir de un maldito hotel de cinco estrellas. No necesitaba ser un genio para saber que hacia ahí, pero ella debería saber que la prensa esta por todas partes y me tenían en la mira por ser alguien importante.

La vi llamar un taxi y subirse rápidamente a él. Al poco rato un tipo salió después de su huida. Era bastante joven a decir verdad, parecía de menos de treinta, aun pienso que debería estar entrando es sus veintes. ¿Con qué sí, no?

Bueno, de algo estoy seguro. En los días lluviosos te encuentras con muchas cosas. Una joven la cual me hizo perder el sentido, la calma, además de que me excito como la mierda. Los días grises fueron testigos del engaño de mi mujer y sobre todo sé que…

La lluvia guarda grandes secretos.

3.

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