Planeta rojo

La base marciana está desierta, casi opresiva. Solo el sonido del respirador en el casco interrumpe el silencio. A través de los paneles de vidrio, Marte se extiende en toda su infinita soledad. La atmósfera es gris, pero no por las nubes, sino por la ausencia de vida y esperanza.

— ¿Cuánto tiempo más voy a esperar aquí?
La voz parece perdida, como si las palabras flotaran en el vacío del planeta.

— Ya sabes la respuesta. El tiempo no importa. Nada importa aquí.

— No lo sé… Pensé que vendrían… Pero, ¿para qué? ¿De qué sirve si no puedo siquiera sentir que hay alguien ahí fuera?
Una pausa. Su rostro muestra signos de agotamiento, de una batalla interna.

— ¿Por qué esperas algo? Estás sola. Siempre lo has estado. ¿Creías que Marte iba a cambiar eso?

— No. No creía eso. Pero… necesitaba algo. Algo que me sacara de mi cabeza, de esta rutina. De esta… niebla.
Su voz se quiebra, pero intenta recuperar el control.

— Y aún así, nada. La base está vacía, y tu mente también. Eso es lo que siempre ocurre, ¿verdad? Vas de un día al siguiente, arrastrándote por la gravedad de tus propios pensamientos.

— No quiero seguir así… Pero no sé cómo salir de aquí. A veces me pregunto si alguna vez estuve realmente en control, o si esto ya era mi destino, siempre en esta estación, siempre aislada, siempre… nada.
La voz tiembla de nuevo, y hay un dolor en sus palabras.

— El control es una ilusión. Nunca lo tuviste. Esa idea de “escapar” es solo una distracción más. Aquí, en Marte, como en tu mente, no hay escape. Solo la espera interminable.

— (desvía la mirada) No quiero seguir así… Pero… ¿qué hago ahora?
Su respiración se vuelve más pesada. El sonido del respirador parece estar en cada rincón de la habitación.

— Porque no sabes hacer otra cosa. El vacío te consume porque no tienes otra opción. Y no hay visita en la estación, no hay rescate. Solo tú y tus sombras. Solo eso.
Una pausa prolongada.

— Ya… lo sé. Estoy atrapada en mi propia mente. Y Marte solo es la extensión de eso. Pero… (pausa) ¿y si el problema no está solo aquí, en la estación? ¿Y si todo esto, todo… es solo una forma de escaparme de mí misma?
Una revelación suave, casi susurrada.

— Ah, finalmente lo entiendes. No hay escapatoria, ni aquí ni en ningún otro lugar. Porque si no te enfrentas a ti misma, cualquier lugar será la misma prisión.
El silencio llena el espacio, pesado como la atmósfera de Marte.

— Entonces, ¿qué hago ahora?
No hay respuesta de inmediato, solo el sonido del respirador. Finalmente, la voz regresa.

— Estás sola. Pero eso no tiene que ser el final. Puedes seguir esperando, si eso te ayuda. O puedes hacer algo. No por ellos. Por ti. Porque si no lo haces, serás tú quien se pierda por completo.
Una última pausa.

— (susurrando) Es una lucha constante… pero tal vez… tal vez aún no está todo perdido.
Una sombra de esperanza, casi imperceptible, se asoma en su voz mientras mira hacia el horizonte marciano.

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