PLANETA ELO-KATRA

CAPÍTULO 1:SENTENCIA.

PARTE 1.

En prisión.

¿Cómo demonios terminé aquí? Pensé que solo los idiotas caían en las trampas de los Capa Gris de Stern. Y, sin embargo, aquí estoy, atrapado como un novato. Bien hecho, me digo, irónico. Aceptar ese trabajo fue una estupidez, lo sé. Veinte años como mercenario deberían haberme enseñado que cuando algo parece demasiado fácil, rara vez lo es. Pero después de ese desastre en ELO-KATRA, no podía permitirme el lujo de ser exigente. Necesitaba créditos… y los necesitaba con urgencia.

Supongo que tuve suerte de que, incluso con todo el polvo sobre mi nombre, alguien todavía quisiera contratarme. ¿Un trabajo sencillo de recogida y entrega? Sonaba como una broma, y aun así lo acepté. Tonto. Claro, desde hace años que dejé de hacer trabajos de transporte para drogadictos o traficantes de poca monta, pero cuando estás entre la espada y la pared, el dinero es dinero.

Ahora que lo pienso… toda esa operación fue sospechosa desde el inicio. La ruta era ridículamente limpia, sin puntos de control, ni rastreos de los Capa Gris por el cinturón de asteroides frente a la puerta del Sector Ternix. ¿Por qué no lo vi venir? El camino despejado fue la primera trampa, la entrada directa a esta celda.

*Ruido de pasos*

“Hablando del diablo… ¿Por qué escucho más pasos de los que debería? Bueno, no importa.”

—Prisionero 0W44175 de 003—Z51, ponga sus manos en las marcas amarillas de seguridad magnética de la pared.

“Bien, gracias, muchachos, por darme la pista exacta de dónde estoy. Piso 3… sé que esta prisión de Stern tiene 25 pisos en total. Bloque Z, por supuesto, estoy en el borde, a unos 20 metros del vacío. Celda 51. Si no me fallan las cuentas, eso me deja 50 celdas a mi derecha y 49 a mi izquierda. Información de sobra para cuando decida salir de aquí.”

—Será juzgado según el reglamento supremo de la Coalición de Sistemas Libres por contrabando de bienes biológicos ilegales encontrados en su nave. Se le encontró sin documentos ni permisos en el Anillo Korrus, el cinturón de asteroides del Sector Ternix, bajo la protección de la Coalición de Sistemas Libres, y enfrenta cargos adicionales por intentar escapar de esta prisión… siete veces.

“Genial. Una multa astronómica que no puedo pagar ni aunque vendiera mi nave… si es que aún existe, claro. Y otra condena de meses en este cubo oxidado antes de que escape otra vez.”

—Tu sentencia es la MUERTE.

Su mirada altiva y burlona del cerdo me molestó mucho, el veredicto también 

—Cómo puede darme una sentencia un Capa gris sin un juicio, debe llevarme como mínimo a un Juzgado de Sentencia o ante un Tribunal de Sentencia.

—El juez es la persona a mi lado derecho y los testigos a mi izquierda, usted ya está condenado, esta manera es más fácil y eficaz ya que muchos prisioneros se fugan en el proceso.

Finalmente, el prisionero dirigió su atención a los demás presentes. El “juez” era un hombre alto y delgado, con un bigote cuidadosamente peinado que le daba un aire algo ridículo. Junto a él estaban dos Sentinels, superiores en rango a los Capa Gris de patrulla, aunque mostraban un evidente nerviosismo, como si fuera su primer día en funciones. Completando el grupo, tres guardias de prisión observaban la escena con rostros serviles, sin disimular su sumisión.

—No se puede culpar a los prisioneros, su seguridad es un asco jajaja

— ¡ABRAN LA CELDA!

—No te gustan las verdad.. *golpe* — El prisionero intentó responder, pero fue interrumpido por un golpe antes de terminar la frase.

—Sé que la prisión no tiene la mejor reputación, pero un perro como tú no tiene derecho a decir eso en mi cara. — El guardia le propinó otro golpe, disfrutando la violencia en su expresión. — Por eso ahora juzgamos al prisionero en su propia celda, y las sentencias suelen ser casi siempre las mismas: muerte. — Una risa burlona resonó en la pequeña celda.

El prisionero, lleno de odio, solo pensaba en aquel guardia. “Maldito cerdo”, pensó. “Si logro salir de esta, será el primero al que mate”. Sin embargo, reconocía la realidad: estaba atrapado, y salir de aquella situación parecía imposible. La burla descarada del guardia, su sentencia injusta, el aliento repugnante que se acercaba demasiado y la saliva que le salpicaba mientras reía, todo contribuía a su creciente ira.

“Maldito Thorn”, maldijo en su mente, “juro que le haré la vida imposible incluso después de mi muerte. Me tendió una trampa con ese encargo”.

Con la sentencia ya dictada, solo le quedaba caminar hacia su muerte.

PARTE 2:

Con las manos sobre la cabeza y los grilletes metálicos asegurados en las marcas amarillas de la celda, el prisionero permanecía inmovilizado. Los grilletes se adherían magnéticamente, limitando tanto sus brazos como sus pies para impedir cualquier movimiento. 

“No poder patear al intruso de mi celda que me pide que muera, ¿es esto acaso lo más bajo que puedo llegar?”

—Instalen el supresor eléctrico en sus grilletes y sáquenlo de mi vista —ordenó el guardia de forma severa.

— ¡Sí, señor! —respondieron enérgicamente los subordinados.

“Los lamebotas están más mansos que de costumbre. ¿Supresor eléctrico? Tiraron el presupuesto por la borda, no tenían esas cosas la última vez” 

El supresor eléctrico era una novedad en el equipamiento, destinado a generar descargas automáticas ante cualquier intento de liberarse o manipular los grilletes sin autorización.

Uno de los guardias lo tomó firmemente y comenzó a guiar al prisionero hacia el pasillo mientras que el resto pasó a otra celda

En el trayecto, otros prisioneros de diferentes razas aparecieron en escenas similares, la prisión albergaba criminales de otras razas también, todos eran escoltados por guardias y con expresiones que oscilaban entre el pánico, la desesperanza o la indiferencia. Algunos, sin embargo, mostraban incluso una sonrisa, una rara señal de conformidad o quizá resignación ante el destino que les aguardaba.

“Bueno veo a un prisionero riendo, quizá no le fue tan mal en su veredicto, que envidia”

Condujeron al prisionero a un área amplia donde una sala de control, protegida por vidrio blindado, destacaba en un lado. En su interior se observaban figuras de aspecto severo, algunos con trajes y otros con placas distintivas: los Capa Gris.

La sala comenzaba a llenarse de prisioneros, “algunos rostros parecen familiares”, continuaban llegando más detenidos.

“esto ya se pasa de raro”

Uno a uno, los guardias ubicaron a los prisioneros en una cuadrícula marcada en el suelo con bordes amarillos y un sistema magnético similar al de las celdas. Así, quedaron inmovilizados, manteniendo una separación de medio metro entre cada uno. El guardia que lo guió hasta la sala así como cada guardia que traía prisioneros luego de dejarlos asegurados, fue a la sala de control, colocó el control del supresor eléctrico en una ranura del panel de la sala de control, transfiriendo la activación al sistema central.

muchos guardias regresaron a los pasillos de celdas por más prisioneros, solo se quedaron el algunos guardias vigilando a los reclusos, después de todo no podían hacer nada estando con grilletes supresores

Uno de los hombres trajeados se acercó al micrófono del sistema de altavoces, su voz resonando en el espacio mientras observaba la sala repleta de prisioneros inmovilizados:

—Prisioneros de STERN, todos ustedes han sido juzgados y encontrados culpables. En consecuencia, se les ha sentenciado a la muerte.

“esto no pinta bien, ¿nos mataran a todos? Esto ya es ridículo”

 El prisionero observó las distintas reacciones de quienes lo rodeaban. Algunos lloraban desconsoladamente, otros gritaban en desesperación y otros simplemente parecían atrapados en el shock. A cinco personas de distancia, a su izquierda, reconoció un rostro familiar: un hombre delgado que sollozaba, alguien a quien conocía desde hacía tiempo. Este tipo, un joven débil al que le habían dado cuatro años de prisión por intentar vender drogas a un Capa Gris fuera de servicio en una luna cercana, había sido capturado en el mismo lugar que él. Habían sido transportados juntos a esta prisión, durante lo que él calculaba que sería su cuarta o quinta vez en ese lugar; ya ni lo recordaba bien.

 El joven siempre lo había tratado como a su jefe, aunque el prisionero sólo había intervenido una vez en su defensa, golpeando a su agresor por razones personales y no por protegerlo, aunque nunca le había contado la verdad al chico. Era agradable que alguien le tuviera tanto respeto, incluso si no era del todo merecido. En algún momento le había ofrecido sacarlo de la prisión y fugarse juntos, pero el joven había rechazado la oferta, insistiendo en cumplir su sentencia. Planeaba ir a las minas en el Anillo Korrus, donde trabajaba un familiar, y ganar créditos honestamente. A pesar de que esas minas eran un verdadero infierno, era uno de los pocos lugares donde aceptaban a ex-convictos sin problemas.

 “si calculo bien le debería quedar como 5 o 7 meses para salir, ¿porque está aquí?”

Del lado derecho, un hombre reía sin cesar. Era el mismo que había visto en los pasillos antes y había asumido que su felicidad se debía a haberse librado de la muerte, pero ahora parecía evidente que solo estaba loco. También distinguió a otros rostros conocidos de sus veces anteriores en la prisión, aunque, como siempre, era malo recordando nombres.

—Mi persona es alguien muy humanista —volvió a hablar el hombre trajeado en el podio—. Sé que muchos de ustedes no merecen morir, así que les daré una oportunidad de expiar sus pecados y crímenes. Todos ustedes se unirán a la guerra en ELO-KATRA. Supongo que han escuchado del tema.

“así que esa es su intención, tomar prisioneros para carne de cañón” 

*BOOM*

Todos se asustaron, algunos perdieron prisioneros perdieron el equilibrio, pero sin poder dar un paso solo se agacharon, las personas de traje con caras asustadas solo trataron salir del sitio acompañados por los Centinels y guardias.

“la explosión venía de muy abajo, quizá los pisos sin prisioneros, malditos grilletes, no quiero esperar mi muerte aquí”

“¿Qué maldito ataca una prisión? No es como si fuese a robar mucho de un lugar así”

*******

PARTE 3.

En una nave “garra de Hierro” un modelo especial que usan piratas que tiene 3 grandes puntas metálicas diseñado así para incrustarse en el casco de cruceros espacial o estaciones en órbita. luego de el choque las puntas huecas funcionan como tunes por el cual ingresan los piratas y asaltar

llevaba muchas personas, todos con trajes espaciales, mochilas de propulsión, cascos oscuros que ocultan sus rostros, con armamento militar 

— ¡TODOS LISTOOS! – gritó Nira Falken la encargada de esta operación — Objetivo en T menos tres minutos

Aunque todos estaban nerviosos esta no era la primera operación de inserción que tenían.

—La misión es simple – volvió a hablar para calmar a sus subordinados – entramos en el segundo piso en construcción de la cárcel STERN por el lado este, el grupo Alpha colocará y detonará los explosivos en el lado norte, equipo beta hará lo mismo por el lado sur de ese piso, cuando los capa gris bajen a inspeccionar ambos equipos subiran los pisos matando a todos los guardias que vean, en ese periodo yo y el equipo omega nos adentraremos al núcleo para poder explotar toda la prisión, recuerden solo tienen 45 minutos para ir y regresar a la nave antes que explote todo 

solo era un trabajo más para Nira pero cambiaría todo su futuro y el de muchos.

la nave se acopló como estaba planeado

—Todos saben que hacer — gritó Nira  — por un nuevo amanecer, ¡liberen de esta vida a TODOS!

Todo parecía seguir el plan original, hasta que la explosión de la bomba del equipo Beta se desató antes de tiempo. No solo eso, sino que la detonación resultó mucho más potente de lo previsto. Nira observó con sorpresa cómo algunos de los soldados del equipo Beta corrían hacia ella, ensangrentados y con expresiones de horror en sus rostros; uno de ellos, incluso, llegaba con parte del brazo destrozado

— Mi señora, la bomba se detonó antes de tener tiempo de alejarnos completamente y sin presionar el detonador, la explosion también fue mayor de lo que indicaba la información que nos dieron y gran parte del equipo murió, solo sobrevivimos los que vienen conmigo que nos quedamos un poco lejos para vigilar

el soldado hizo todo por llegar e informar a Nira luego solo se arrodilló desangrándose sin saber qué hacer — Ve a la nave que te atiendan e informa a la nave nodriza sobre las bombas—

—Tú ve al lado norte e informa que tengan precaución con las bombas — le habló Nira a un soldado de su equipo — el resto sigan con el plan.

La prisión se dividía en 2 partes cada parte de 15 pisos, toda la estructura tenía una forma rectangular anclada por cables que lo sujetaban entre 2 asteroides enormes, la numeración de pisos es inicia en el piso central siendo este el piso 0

***********

—Hey tú eres Cero ¿verdad? amigo me recuerdas soy Orin una vez me prometiste sacarme de aquí, por favor no quiero morir, sé que puedes hacer algo, tu siempre saliste vivo de este tipo de situaciones el Gran Baren que destruyó toda una flota por capricho, en la prisión cuento tu leyenda 

—¿Por qué le llamas Cero? — preguntó uno de los prisioneros, otros que escucharon que Baren estaba ahí se asustaron pensando que él era la razón por la cual les atacan

—Su número de prisionero inicia con 0 siendo de la época de la fundación de esta prisión, es de los pocos de esa época que siguen con vida, cuando ingresé aquí no sabía su nombre, me ayudó aun sin conocerme, no me quiso decir su nombre por lo que le llamaba Cero 

otro prisionero opinó con enojo —Si él es Baren como dices estamos jodidos, de seguro los Solarin lo buscan, la Red de Dominio Solaria mata a todos los que no puede tener 

*BOOM* 

otra explocion sonó

“No creo ser la causa de este ataque aunque a los Solaris no les falta razón para matarme estoy seguro que con la guerra no tienen tiempo para mí”

—Orin me gustaria ayudarte, pero ves que estamos en la misma situación, si de alguna manera me libero al menos del supresor eléctrico te ayudare un poco porque me das lastima 

—pareces un tipo divertido, soy Lex — entre sonrisas se unió a la conversación el prisionero raro que solo reía cuando lo sentenciaron a muerte 

la puerta del lugar se abrió, entraron muchos soldados, aunque no se les veía la cara por el traje con cascos oscuros se les reconocía fácilmente por el emblema en el hombro y pecho de un sol saliente que pertenecía a los rebeldes que se hacían llamar Insurgentes del Amanecer.

—Maten a todos los guardias y sigan por la puerta de ese lugar— dijo un rebelde apuntando a la puerta tras los vidrios blindados 

los rebeldes empezaron a disparar a los guardias aunque no les importaba matar a varios reclusos en el proceso, algunos guardias trataron de defenderse, hubo bajas de ambos lados pero los más afectados fueron los prisioneros, algunos rebeldes se adelantaron a intentar abrir la puerta de la sala de control de ese patio

—Mi señor la puerta está asegurada, no podemos usar las bombas aquí— Dijo el soldado rebelde que se adelantó

—Usen el arma EMP

—Pero señor el panel de control de adentro no solo gestiona las puert..

—USALOO — interrumpió con cara muy irritada la persona a cargo de esta pequeña unidad, estaba muy enojado de que las cosas se salieran de control y el solo quería más méritos para presumir frente a Nira.

Algunos guardias notaron el arma y trataron de detenerlo disparandole, el soldado logró usar EMP de Pulso Corto antes de caer al suelo herido, el EMP una arma de pulso electromagnético que desactiva todo dispositivo electrónico en una área corta, desactivó el cierre de seguridad de la puerta pero también el panel de control al otro lado de la puerta

Baren se agacho lo más que pudo cuando inició los tiroteos y le hizo una señal a Orin que haga lo mismo, aunque ambos sufrieron heridas de balas no fueron en lugares críticos, Baren en el hombro izquierdo y a Orin le rozó una bala por el muslo derecho, cuando Baren vió el EMP sabía que tendría una oportunidad de salir. En el momento que el soldado rebelde usó el EMP no solo se abrio la puerta sino que tambien se desactivaron los supresores electricos y la retención magnetita del piso

—Es nuestra oportunidad Orin, toma una arma

Varios prisioneros aprovecharon la oportunidad de correr o atacar, en el disturbio Baren y Orin tomaron armas de guardias y el tiroteo se intensificó ahora con los prisioneros involucrados, aunque parecía que los rebeldes tendrían la ventaja la verdad es que el número de prisioneros era mucho más elevado que los guardias de prisión y rebeldes aun después de las muertes de el primer enfrentamiento, muchos recogieron armas y otro se lanzaron contra todos tratando de escapar pero al ver que no sería posible escapar solo comenzaron a atacar a los guardias y rebeldes

contrario a lo que Baren pensaba inicialmente de Lex este en vez de empezar a matar como el loco que parecía al inicio, solo se limitó a seguir a Baren y defenderse de vez en cuando pero ya no reía como lo hacía antes, cualquiera que lo viera ahora pensaría que es un inocente encerrado injustamente

“¿Por qué este loco me sigue?, sus cambios de humor si que son raros, estaba feliz de morir pero ahora parece muy asustado, si no lo hubiera visto su cara antes hasta a mi me engañaria pero ví cómo lo sacaban de las celdas de crímenes mayores, ahí no meten a santos”

el líder de escuadrón rebelde logró pasar a la sala de control, no podía retener a los prisioneros nuevamente ya que todo se reinicio y necesitaria la clave de los guardias y no tenía tiempo para eso, solo bloqueó la puerta con una silla y se fue con varios de sus hombres por la ruta de los Centinels abandonando al resto de sus hombres.

Con los rebeldes y guardias encerrados junto a los prisioneros libres que les superan en números solo les quedaba luchar por aguantar, Baren se lanzó contra un guardia que estaba más cerca, forcejearon pero Baren logró romperle el cuello luego cogió el arma de el guardia, sabía que no puede disparar el arma de cualquier guardia ya que tienen detección biométrica para que solo los guardias puedan dispararlas pero aun sirve como objeto contundente y con eso golpeó a un rebelde se lanzó nuevamente para hacerle caer y también le rompió el cuello, quitó el arma del rebelde con el cual comenzó a matar a los rebeldes, /en unos minutos los prisioneros tomaron el control de la sala, mataron a muchos guardias y rebeldes, algunos otros estaban noqueados y otros sometidos como rehenes a los que desvistieron quitándoles todo su equipo y les dejaron tirados amarrados de brazos y piernas con ropa rasgada de algún muerto cercano

—¿Ahora que haremos Cero?

— Lo ideal es llegar a la sala del Alcaide, tiene una pequeña nave de escape donde entran 2 a 3 personas pero el problema es cómo llegar, se la ruta pero debe de estar plagada de rebeldes y guardias, y aun no tenemos idea de porque esos locos atacaron una prisión como esta.

—Que tal si solo salen matando a todos como ahora?

—Te llamas Lex verdad?, no puedo hacer eso, esta vez tuvimos suerte por ser muchos y aun así hay varias bajas, no habrá esa ventaja, ahora todos los prisioneros ya no son aliados ya que no hay salida para todos eso nos hace competidores entre nosotros para ver quien logra escapar

—¿Y la única opción es la sala del alcaide?— preguntó Orin

—En realidad no, la sala del alcaide es la mejor opción por ser una mini nave pero a parte de eso también hay cápsulas de escape para situaciones de emergencia, hay 2 puertos que están cerca del área de control donde residen los guardias justamente para que ellos escapen si hay alguna catástrofe

—PORQUE NO SE ABREE— gritó un prisionero tratando de abrir la puerta por donde se fue el que dirige a los rebeldes

—Orin, quítate las ropas de prisionero, quita la ropa de algún rebelde que no tenga heridas de balas, busca cargadores para tu arma y cualquier cosa para defenderte

—yo también lo haré— gritó lex— ¿serás mi líder ahora?

*puñetazo*

—No soy líder de nadie —piso Baren a lex en el piso— no creas que no te ví escondiéndote tras de mí utilizándome como escudo

—No es lo que crees te juro, lo lamento pero pareces ser el que tiene más posibilidades de salir de esta prisión

—Si deseas puedes ir por el mismo camino que yo pero para la próxima vez que me trates como tu escudo yo mismo te disparo

—COMPRENDIDO CAPITÁN— respondió feliz con la mano en la cabeza como saludo militar

 *puñetazo*

—No, nunca me llames capitán ni líder ni nada similar 

—Ok, entonces como me dirijo a ti? eres el que nos guiará

—Eso suena bien, llamame Guia

Baren también buscó y quitó equipo a los rebeldes, un traje que podría soportar al menos unos minutos el espacio exterior  y que tenía propulsor de aire para situaciones de gravedad cero, reunió cargadores para el arma militar rifle de asalto del rebelde que mató al inicio y una pistola pequeña de un guardia, también 2 granadas.

El armamento de la prisión está diseñado para que solo los guardias puedan usarlo así no tener riesgo de robo por parte de los prisioneros si hay alguna revuelta, cada arma tiene un reconocimiento dactilar y solo se destraba sí reconoce que lo sujeta un guardia, las granadas solo se pueden activar al ser golpeado en un marca con la culata de una arma de guardia activa, sabiendo eso Baren arrancó una mano de un guardia y se acercó a la puerta de la sala de control donde estaba el cadáver del rebelde que usó el EMP
—Es bueno que almenos estos rebeldes trajeran algo muy útil y me lo dejaran jajaja

—¿Qué harás con eso?— preguntó Lex que lo seguía desde atrás junto con Orin que tambien se mostrar curioso

—Verán, si una arma de la prisión deja las manos de un guardia hay un intervalo de 0.5 segundos antes de desactivarse y si es interrumpido y forzado a un reinicio el arma reconocerá la última huella guardada como legítima, si cambio la mano del guardia por mi mano en esos 0.5 segundo mientras disparó el EMP a la arma esta se reiniciará sin notar el cambio y reconocerá mi huella aceptandome como legítimo dueño

Baren uso la mano arrancada de una del guardia para activar su arma, una vez activada el arma dió el EMP a orín
—A mi señal disparas
Orin sujetó el EMP apuntando a el arma de guardia con la mano cercenada activandolo

—AHORA

*destello*

Baren realizó el cambio y el arma luego de un sonido peculiar y reiniciar se activó en las manos de Baren

—Jajaja funcionó aunque solo con mi mano derecha ya que mis datos biométricos no están en el sistema de guardias, esto solo es un bug, guardar el EMP Orin

— ¿Y por qué usar esa pistola si ya tienes un rifle de los rebeldes?—pregunto Orin quien también cargaba un rifle— ¿nosotros también debemos hacerlo?

—Si desean pueden hacerlo pero no es completamente necesario, esto más que todo fue para activar las 2 granadas que tenía un guardia, mire al resto pero ninguno más tenía

—¿Todos deben llevar?

—Ninguno debería llevar granadas, no aquí pero me alegro que haya pasado asi tenemos mas opciones, TODOS ESCUCHEN,—los otros reclusos dispersos por toda la sala posaron sus miradas en Baren — Tengo una granada y abriré la sala de control— levanto la mano mostrando la granada — esta es una oportunidad para escapar, no todos lo lograremos, muchos morirán pero si eres afortunado sobrevivirás, todo depende de cada uno, ahora retrocedan

—¿Por que tenias que gritar todo eso? ahora sera mas dificil escapar con todos tratando de hacerlo también

—Lex tiene razón cero, ¿cuál es tu plan?

Baren giro mirando hacia la puerta trabada de la sala de control y en voz baja y tratando que nadie los oyera les dijo — solo retrocedan y dejense adelantar por los otros, nosotros no iremos con ellos, tomaremos otra ruta, solo hagan lo que digo, conozco este lugar, después de todo soy el guia — diciendo eso le guiño un ojo a Orin

Todos retrocedieron, Orin y Lex de fueron mucho más atrás que los demás reclusos, Baren también se distanció un poco de la puerta, activó la granada y lo mantuvo en su mano un momento antes de lanzarlo

*BOOM*

La granada explotó justo antes de tocar la la puerta, muchos estaban tirados al piso para que la explocion no les dañara, luego de escuchar la granada se levantaron y se precipitaron como una horda para ser los primeros en llegar al pasillo ahora abierto tras la sala de control, con todos empujándose no se dieron cuenta que Baren y su grupo estaban atras sin correr, cuando ya no había nadie baren habló

—Bueno ahora empieza la excursión.

CAPÍTULO 2:

PARTE 1.

La gran mayoría de los reclusos ya había salido por el pasillo hacia la sala de control. Sin embargo, Baren y su grupo se quedaron en el recinto. No estaban solos. Algunos prisioneros se habían quedado, bien fuera por desconfianza o resignación. Miraban al grupo de Baren con recelo, como si sospecharan de sus motivos para quedarse después de iniciar la huida.

—Guía, ¿qué sigue ahora? —preguntó Orin, rompiendo el silencio.

—Regresaremos por el pasillo por el que ingresamos e iremos hacia el bloque de celdas —contestó Baren, con voz firme.

—¿Cuál es el plan, entonces? —insistió Lex, algo nervioso.

—Lo explicaré en el camino y en un lugar donde haya menos oídos. Ahora, ya que tienes el EMP, abre la compuerta por donde nos trajeron.

—Ok —respondió Orin.

Con el dispositivo EMP en mano, Orin se acercó a la compuerta por la que los guardias los habían llevado originalmente y desactivó el circuito con precisión. Pronto, el sistema de seguridad de la compuerta quedó inoperativo.

—Baren, ya disparé el EMP, pero la puerta no se abre —informó Orin, frustrado.

—No era para que se abriera sola —replicó Baren, manteniendo la calma—. Pero ya desactivaste los seguros, así que ahora nos toca hacer el trabajo manual. Lex, tú a la derecha; yo a la izquierda. ¡Jalamos juntos a mi señal! Uno, dos… ¡ahora!

Ambos tiraron con todas sus fuerzas, pero la compuerta apenas se movió.

—¡Ugh! Esto no va a funcionar, ¿alguna otra gran idea, Guía? —bufó Lex, agotado.

La compuerta estaba compuesta por dos enormes paneles metálicos que deberían deslizarse hacia lados opuestos. Su tamaño y peso hacían imposible moverla sin mejoras corporales significativas. Justo en ese momento, un prisionero que había permanecido en la sala se acercó. Era un Thera, una criatura de gran tamaño y fuerza, cuya raza era conocida por su longevidad y resistencia física, miden alrededor 2.8 metros y tienen una piel grisácea. Baren observó al Thera acercarse, sin saber exactamente qué intenciones tenía.

—¿Vas a ayudarnos? —preguntó Baren, notando su paso decidido. La cara del Thera le resultaba vagamente familiar, como si lo hubiera visto antes, pero no recordaba su nombre.

—Te llaman Baren, ¿no es así? —dijo el Thera, su voz retumbante llenando el espacio—. Debes ser hijo o nieto de Valtor, el de «cien vidas». Te pareces mucho a él.

—No he escuchado ese nombre en mucho tiempo… Y «cien vidas» siempre me ha parecido un título ridículo —respondió Baren, tratando de ocultar la incomodidad que sentía.

El Thera rió suavemente, una risa ronca y pesada.

—Lo sé suena ridículo para mí también—dijo, acercándose aún más con una expresión amistosa—. No es algo que los jóvenes entiendan del todo.

—¿Me ves como un niño? —replicó Baren, ligeramente molesto.

—No te lo tomes a mal chico. Pero los humanos viven muy poco. ¿Cuántos ciclos tienes? —El Thera lo miró con una mezcla de curiosidad y condescendencia—. Te ves de unos cincuenta o sesenta. Eso para los de tu raza ya es una edad considerable, ¿verdad? Los tuyos, sin mejoras, apenas viven noventa o cien ciclos. Para nosotros, esa edad aún es juventud.

Con una sonrisa paciente y una mirada que combinaba respeto y lástima, el Thera se plantó frente a la compuerta. Baren y los demás observaron, sorprendidos, cómo el Thera tomaba posición, encajaba sus manos en el borde de los paneles y, con una fuerza casi sobrenatural, comenzó a abrir la compuerta. El metal rechinaba, y la puerta, finalmente, cedió.

—Soy Thakur —se presentó el Thera, plantado de espaldas a la compuerta, bloqueando el paso con su imponente figura—. Si tienes al menos una décima parte de la habilidad de Valtor, confío en que tienes un plan de escape decente. Podemos cooperar para salir. Como ves, soy fuerte y útil; no seré una carga. —Al decir esto, Thakur lanzó una mirada rápida a Orin, quien parecía el más débil del grupo, con un traje que le quedaba evidentemente grande, flojo en los brazos y piernas.

—Soy Baren. Si deseas ayudar, primero escucha bien: no estoy garantizando la huida ni la salvación de nadie —dijo Baren, sin titubear—. No soy su capitán ni su líder; me repugna ese tipo de rol. Tengo un plan, y no me incomoda que nos sigas, pero si no hay cápsulas de escape para todos, no me culpen. Lo principal para mí es mi seguridad, y no dudaré en sacrificar a alguien para lograrla. Si aun así estás de acuerdo, puedes unirte.

—Parece una amenaza, pero es mejor que quedarme en este ataúd de metal con la muerte asegurada —respondió Thakur, sin inmutarse.

—Muy bien. Coge un arma y una máscara de oxígeno de algún guardia, porque dudo que el traje de los rebeldes sea de tu talla.

Baren se colocó el casco, mimetizándose con la apariencia de uno de los rebeldes que habían invadido la prisión. Empezaron a moverse por los pasillos a paso rápido pero alerta, con las armas preparadas.

—¿Nos contarás tu plan ahora, oh gran guía? —preguntó Lex con un tono burlón.

Baren lo miró con disgusto, aunque la expresión quedó oculta bajo su casco. Sin más comentarios, empezó a explicar su plan.

—Como no podemos ir a la nave de escape del alcaide, iremos por las cápsulas de escape de los guardias. Según los documentos, la prisión cuenta con cápsulas para todo el personal, excluyendo a los prisioneros. Sin embargo, en la práctica no es así. Solo tienen como máximo la mitad de cápsulas que dicen tener y, de esas, muchas están en «mantenimiento». Esa es la excusa que ponen cuando algún supervisor de la Coalición de Planetas Libres viene de visita. Incluso llevan algunas cápsulas a la sala de ingeniería como prueba. En términos simples, el plan es llegar a la sala de ingeniería y de ahí a la estancia de los guardias. Con suerte, y dado que muchos están muriendo en el ataque de los rebeldes, habrá suficientes cápsulas para nosotros.

—Si ese es el caso, ¿por qué estamos regresando al pabellón de celdas? —preguntó Orin, agitado por el ritmo de Baren, que resaltaba las diferencias en condición física entre ambos.

—Porque conozco una ruta más corta —respondió Baren con una sonrisa apenas perceptible bajo el casco—. Un atajo con una vista que vale la pena.

Mientras avanzaban en dirección al ala de prisioneros, el sonido de voces se filtró por el pasillo.

—Todos contra la pared —susurró Baren, haciendo una señal de silencio. Él se colocó al frente del grupo; Orin estaba justo tras él, seguido por Lex y Thakur, todos obedeciendo sin vacilar.

Baren se asomó por la esquina y observó a varias prisioneras y guardias corriendo, perseguidas por un grupo de rebeldes.

—Son del pabellón de mujeres —informó en voz baja—. Los rebeldes vienen tras ellas, y pronto llegarán aquí. Saldremos y dispararemos antes de que cualquiera de ellos alcance este punto. Las prisioneras están en el medio, así que servirán de cobertura. Yo, que llevo el traje de los rebeldes saldré primero, dispararé a los guardias. Ustedes encárguense de los ocho rebeldes que las persiguen.

Sin esperar confirmación, Baren y Thakur salieron de la esquina, desatando una lluvia de disparos con precisión letal. Baren era despiadado, calculador, y letal con su pistola. Con cada disparo, su puntería dejaba claro que no era la primera vez que disparaba para matar; sus manos se movían con frialdad y exactitud, sus ojos calculaban cada blanco y disparaban sin el más mínimo temblor. No dudaba ni pestañeaba mientras derribaba a los guardias, sin importar quién cayera.

A su lado, Thakur igualaba su habilidad con una destreza inesperada, sus disparos precisos y certeros. Aunque su tamaño podría haber sugerido un guerrero de fuerza bruta, Thakur demostraba un enfoque calculador y una puntería sorprendentemente ágil.

Sin embargo, Lex y Orin seguían pegados a la pared, inmóviles. Bajo sus cascos, ambos mostraban expresiones de conflicto. Orin nunca había matado a nadie y entendía que, si quería sobrevivir, tendría que hacerlo. Pero la idea lo llenaba de angustia. Lex, por su parte, parecía paralizado, incapaz de soportar la idea de ver morir a otros.

“Me sorprende lo preciso que es Thakur en sus disparos,” pensó Baren mientras avanzaban. “Por su cuerpo, habría pensado que era solo un montón de músculos.”

La lluvia de disparos continuó por unos instantes más hasta que, finalmente, el último de los rebeldes cayó. Baren, sin mostrar un ápice de remordimiento, guardó su pistola y se giró hacia el grupo.

—En la lucha por la vida no hay tiempo para dudar —dijo con voz cortante, mirando a Lex y Orin con una mezcla de desdén y paciencia forzada—. Si van a sobrevivir, más les vale que aprendan a disparar.

Baren no era el tipo de líder que inspiraba esperanza o compasión. Era implacable, y en su mente, sobrevivir requería una determinación que no dudaba en imponer sobre los demás, aunque su único objetivo final fuera su propia salvación.

el grupo de reclusas que en un inicio eran alrededor de 15 solo sobrevivieron 6, el resto murió en el fuego cruzado

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PARTE 2. 

Nira escuchaba los informes que llegaban por el transmisor, y con cada mensaje, la tensión en su rostro aumentaba. Varios equipos reportaban problemas mucho más graves de los previstos. Algunas unidades habían perdido contacto completamente, mientras que otras, al parecer, enfrentaban obstáculos inexplicables en áreas que, según la planificación, deberían haber estado despejadas. Nira intentaba mantenerse calmada, recordándose que debía confiar en sus hombres. Son capaces y están preparados, se repetía. Pero en el fondo, una inquietud la carcomía. Los fallos parecían demasiados para ser mera coincidencia. ¿Están siendo torpes, o alguien está saboteando la operación? Apretó los puños, consciente de que, en ese momento, cualquier error adicional podría significar el fracaso absoluto de la misión… y su propia caída en desgracia.

—Si seguimos por este camino, llegaremos al núcleo en ocho minutos —informó Ben, un subalterno que caminaba junto a Nira. Detrás de ellos, un grupo de diez hombres avanzaba en formación. Eran la unidad asignada para tomar el control de la prisión desde el núcleo.

—¿Cuál es la situación del equipo que va tras el alcaide? —preguntó Nira, sin poder ocultar su preocupación. El alcaide era el único que podía anular cualquier control que pudieran ejercer en el núcleo. Debían capturarlo antes de que se percatara de sus intenciones.

—Según los informes, intentó escapar en una pequeña nave desde su oficina, pero fue derribado. No tenemos confirmación de quién lo atacó ni si aún sigue con vida. Pero si está fuera de su oficina, ya no podrá hacer nada para detenernos.

Nira dejó escapar un suspiro de alivio.

—Eso es lo único bueno que hemos escuchado. Sin el alcaide, podremos tomar el control del núcleo sin contratiempos. Perdimos contacto con los grupos que enviamos a los bloques de prisioneros, así que lo más probable es que ya estén muertos… Si conseguimos nuestra meta, al menos sus muertes no serán en vano.

Nira no notó la sonrisa maliciosa de Ben, oculta bajo su casco oscuro, cuando escuchó sobre las bajas de sus compañeros.

En el camino, encontraron varias unidades de guardias. Aunque lograron eliminarlos, el enfrentamiento les costó algunas vidas de su propio equipo. Finalmente, llegaron a la sala del núcleo de la prisión: un espacio enorme, dominado por una cúpula alta y un imponente pilar en el centro. Un estrecho puente conectaba la entrada con el pilar, en cuyo núcleo flotaba una esfera de 25 metros de diámetro: el generador de energía de fusión de la prisión. Sin un traje adecuado, cualquiera moriría en minutos debido a la radiación.

Desde la entrada, Nira observó el lugar con asombro, y varios de los rebeldes parecían igual de impresionados bajo sus cascos. La majestuosidad del núcleo les recordaba lo complejo de su misión. Sin embargo, entre el grupo, dos hombres no miraban el núcleo. Con las manos en sus armas, solo tenían la vista fija en la espalda de Nira, inquietos, aguardando el momento adecuado.

—Tres personas se quedan aquí. Tú, tú y tú —ordenó Nira, señalando a tres de su equipo, incluyendo a Ben—. El resto, síganme. Mir, adelante.

—¡Sí, señora! —respondió Mir, con voz firme.

Mir era una Lyker, una alienígena de estatura baja y experta en tecnología. Con su pequeña mochila, que parecía enorme en comparación con su cuerpo, se dirigió hacia los controles. Al llegar, se arrodilló en el suelo de rejilla, abrió un compartimiento en la base del panel y sacó herramientas, conectando varios aparatos desde su propio PAD. Con los dedos moviéndose rápidamente sobre la pantalla, comenzó a trabajar en los sistemas del núcleo, su atención completamente enfocada.

Mientras tanto, el grupo de guardia vigilaba la entrada. De pronto, estallaron los disparos.

Nira se volvió de inmediato, viendo cómo Ben apuntaba a sus propios compañeros y les disparaba a quemarropa. Ni siquiera se detuvo al verlos caer; se aseguró de rematarlos con tiros precisos a la cabeza.

—¡¿Qué demonios está pasando?! —gritó Nira, incrédula.

Sacó su arma, apuntando a Ben, pero no podía apretar el gatillo. Su mente luchaba para entender por qué Ben, alguien en quien había confiado durante años, los estaba traicionando. Justo en ese momento, escuchó más disparos detrás de ella. Giró rápidamente, solo para recibir una fuerte patada en el abdomen que la lanzó al suelo, casi al borde del abismo, mientras su arma caía lejos de su alcance. Al levantar la vista, vio a otro miembro de su equipo apuntándole con frialdad.

—No te muevas —le ordenó el traidor con tono amenazante.

Mir, al ver la situación, intentó sacar su propia arma, pero el hombre que había atacado a Nira, Zick disparó al suelo cerca de sus pies.

—Ni se te ocurra hacer alguna estupidez —advirtió—. El próximo disparo será directo a tu pierna. Después de todo, solo necesito tus manos.

—Conecta este PAD, ahora —ordenó Ben, acercándose y pasándole un dispositivo similar al de Mir.

Aunque dudaba, Mir no tuvo otra opción. Bajo la mirada de los traidores, tomó el PAD y empezó a conectar los cables del panel de control al nuevo dispositivo.

—¿Por qué están haciendo esto? —preguntó Nira, aún en el suelo. Apenas podía procesar lo que ocurría. —Pensé que todos teníamos el mismo objetivo: debilitar a la Red de Dominio Solaria.

Ben soltó una carcajada seca.

—Eres una ingenua, Nira, siempre lo has sido. Nos conocemos desde hace años, pero yo ya abrí los ojos. Esa tonta ideología de los “Insurgentes del Amanecer” no va a llegar a ninguna parte. Ni siquiera el nombre tiene sentido, es ridículo.

Nira lo miró, aún en shock. ¿Cómo era posible? Ben, quien había luchado a su lado, quien compartía sus ideales… o eso había creído.

Con casi todo su equipo muerto, Nira comprendió la verdad: los problemas durante la operación no eran simples accidentes. Había infiltrados de la Red de Dominio Solaria (RDS) saboteando la misión desde dentro. La traición era tan profunda que no podía dejar de cuestionarse quién más estaría implicado, ni cuánto tiempo llevaban infiltrados en los Insurgentes del Amanecer.

“No sé desde cuándo empezaron a infiltrarse ni cuántos son, pero Ben no estaba con la RDS cuando nos unimos. Eso significa que alguien lo contactó después… Si le pasó a él, probablemente hay muchos otros en la misma situación. Que hayan logrado cambiarlo así solo puede significar una cosa: alguien en los altos mandos de los Insurgentes es parte de la RDS.”

Nira, aún en el suelo y con el dolor apoderándose de sus músculos agotados, miró a Ben con furia y desdén.

—¿Desde cuándo “abriste los ojos”, Ben? —preguntó, tratando de pararse—. ¿Desde cuándo estás en contra de la liberación, de ponerle fin a esta guerra?

Ben la empujó con fuerza, plantando su bota en su pecho y apuntándole con el arma.

—No creas que te contaré algo solo porque eres una vieja amiga. —La miraba sin piedad, su voz fría y llena de desprecio—. Sé que rechazarías cualquier oferta que te haga, Nira. Así que no tiene sentido.

—¡Jamás apoyaré a los asesinos de mi pueblo! —gritó ella, apretando los dientes mientras la ira se arremolinaba en su pecho—. Pensé que tú tampoco lo harías… tus padres también murieron por ellos.

—Eso es cosa del pasado, Nira. Parte de crecer es entender que algunas cosas se pueden cambiar y otras no. La Red de Dominio Solaria no me devolverá a mis padres, pero puede ofrecerme algo mucho más valioso: seguridad. No hay mejor lugar para vivir que en el lado ganador —respondió Ben, y una sonrisa cruel se formó en su rostro mientras se inclinaba, acercándose para intentar ver la expresión de Nira bajo el casco.

Ben continuó, con voz burlona.

—Esa es la diferencia entre tú y yo. Tú, aferrada a esa ridícula ideología de los Insurgentes, buscando un «nuevo amanecer» para la galaxia, incluso a costa de tu vida. Pero yo… —Se irguió, extendiendo los brazos con una satisfacción arrogante—. Yo busco un nuevo amanecer para mí, incluso a costa de la galaxia entera.

A unos pasos, Mir había terminado el hackeo del núcleo de la prisión. Solo le faltaba un botón para transferir el control total a quien poseyera su PAD, pero mantenía las manos en movimiento, fingiendo que aún trabajaba mientras escuchaba la conversación. Miró de reojo; Ben estaba tan ocupado ridiculizando a Nira que incluso Zick, su cómplice, apenas le prestaba atención. Aprovechando el momento, Mir tomó aire y, en un acto de valentía desesperada, se lanzó contra las piernas de Zick.

Zick, sorprendido, perdió el equilibrio y disparó. La bala impactó en el pecho de Mir, quien cayó al suelo. Al caer, el cuerpo de Zick se inclinó hacia el vacío; continuó disparando al reactor en un intento inútil de salvarse. El reactor vibró, y un sonido metálico resonó en toda la sala. Ben, distraído por el caos, giró instintivamente hacia la explosión, olvidando por un segundo la amenaza de Nira.

Ella no perdió un instante. Con toda la fuerza de su pierna, pateó las rodillas de Ben, y en un rápido movimiento se abalanzó sobre su brazo, el mismo que sujetaba el arma. Forcejearon en el estrecho espacio junto al panel de control, sus movimientos desesperados y caóticos. Ben trataba de mantener el control, golpeando a Nira en el rostro, en los hombros, en las costillas, pero ella apenas sentía el dolor. La rabia y la adrenalina la hacían ignorarlo todo, incluso cuando notó de reojo a Mir, sangrando en el suelo.

“Mir está gravemente herida… pero sigue viva. Aún puedo salvarla. Solo tengo que deshacerme de este traidor.”

Con un movimiento certero, Nira torció la muñeca de Ben hasta que el arma cayó, deslizándose hasta el borde del vacío. Ben pateó el arma hacia abajo, asegurándose de que Nira no pudiera recuperarla. Sin embargo, la pelea no se acabó. Aunque parecía que sería una pelea de puños Ben escondía un cuchillo cerca su bota, Con una mueca de desprecio, dejó que Nira lo golpeara una vez más en el abdomen, inclinándose hacia abajo solo para alcanzar el cuchillo oculto en su bota. Se encogió, aparentando estar derrotado. Aprovechando el momento de duda en los ojos de Nira, levantó el cuchillo y, con un movimiento rápido, se lo clavó en el abdomen.

¡Bang!

El disparo resonó en la sala. Desde el suelo, ensangrentada y jadeando, Mir había logrado sacar su arma y, con el último aliento de energía que le quedaba, había disparado con precisión a la cabeza de Ben.

La sala quedó en silencio. Nira se desplomó, cayendo de rodillas. Todo su cuerpo temblaba, y el dolor de la herida en su abdomen la mareaba, pero era la escena ante ella la que la destrozaba de verdad. Mir yacía unos pasos más allá, su respiración débil y su cuerpo cubierto de sangre. en los brazos de Nira, el cadáver de Ben, su viejo amigo, estaba destrozado, el cráneo perforado por la bala, la sangre le había salpicado al casco de Nira y hasta podía ver materia gris. El fracaso de la operación le cayó como una ola abrumadora: sus compañeros estaban muertos o habían traicionado su causa, y Mir, su última aliada, también se desangraba.

Lágrimas silenciosas comenzaron a brotar de sus ojos, recorriendo sus mejillas mientras la desesperanza la invadía. Todo lo que había querido, todo lo que había soñado, estaba hecho pedazos a su alrededor.

“Papá… ya no sé qué hacer,” pensó con angustia, mientras las lágrimas caían, silenciosas y pesadas. “Solo quería un futuro mejor para todos, uno en el que no hubiera guerra… un futuro en el que una niña no tuviera que ver morir a su padre. Pero aquí estoy, rodeada de muerte, y es como si fuera yo quien las causara. Quizá el problema soy yo… Quizá nunca debí haber sobrevivido.”

La sala parecía cerrarse sobre ella, la herida en su abdomen palpitaba, y el dolor de su corazón se sentía como una herida aún más profunda, el peso de su dolor interno y el fracaso la aplastaba. El silencio era ensordecedor, y cada latido de su corazón parecía un recordatorio cruel de que todo por lo que había luchado había sido en vano

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