La mujer ve desde la banca de madera aquellos sueños cíclicamente infinitos, regados sobre la luz crepuscular que ulula densamente de amarillo a cobre entre las hojas caídas del sauce llorón. Suelta aliviada un suspiro que a su paso deja rastros de pena alegre, sentires que nacen en una plenitud tempranera. Otoño este, que cargado de nostalgia y previsión venidera la llenan de satisfacción y melancolía, dejando paso inmediato a una emoción expectante de los días por venir. Paso un mes desde el fin de la feria-exposición internacional y el campo ferial esta tarde inaugural del cambio de temporada, luce desierto, polvoriento, parece arropado prematuramente por la desidia, en total contradicción a las dos semanas que dura el evento y donde todo es jolgorio que concentra el hormigueo incesante de personas extraviadas en su propio asombro o decepción de lo que esperaban y tras el fin, dejan todo el modernismo hipotético para convertirlo simplemente con su abandono de un mes, en ruinas de una civilización extinta hace milenios. Pero volverá a brotar en 365 días como algo nuevo, prometiendo llevarte al futuro durante una quincena repleta de agasajos. Sin embargo desde la banca a la mujer se le eriza la piel cuando arriba por sus vellos una tensión agradable con temática de baile. Los obreros ya se han retirado, hoy era su ultimo día desarmando lo stands. Ella firmo sus pagos y a continuación su vacación de tres semanas. Viajara a un país lejano para pasear por las callejuelas de otra feria aun más grande. Nada es casualidad, su dicha de contribuir ahora desde el personal ejecutivo a la organización de tan magno evento la lleva incluso en sus vacaciones a seguir trabajando sin presión alguna, por puro placer. No comprende como el resto del año la gente es tan indiferente al campo ferial, como puede ser tan fría y ni siquiera preocuparse de volver por lo menos un domingo cualquiera a dar una vuelta de paseo por sus calles y pabellones a medio desarmar. Sonríe, se ha pillado en falta de ingenuidad y vuelve a clavarse en el sauce llorón. Se abriga con los últimos rayos de sol, no es suficiente y se toma los brazos, ahora sí, parece que hubiese pasado mucho tiempo, cierra los ojos y el bullicio entra con todo a sus sentidos, desde el proceso siempre apurado de la organización, construcción, remodelación de stands, jardines, la inauguración, la música estruendosa, los olores, largas filas, las azafatas famosas erguidas esperando la arremetida de fans, todos los empresarios importantes del país reunidos junto a otros tantos del exterior, dirigiendo a todos como maestra de kínder, sonríe de nuevo, se hallo en posición superior, todos danzan siguiendo la dirección de mi índice, piensa. Y la gente llega hipnotizada “siguiendo mi flauta” agrega, a esperar la revelación de la belleza y poder, de promesas futuristicas que son al presente paradisiacas ocasiones de asombro, magia de aquellas empresas, repentinamente convertidas en suyas, como sinónimo de grandeza que su ciudad se da el lujo de restregar al mundo.

La mujer acaba de cumplir los 30 y en esta parte de la ciudad decide dar inicio a su festejo íntimo con un recuento justificativo de porque aun estando vacacionando trabaja, porque se siente tan gustosa con la sobre carga. Cuando hay que organizar la feria, en varias ocasiones le pidieron que aumente sus asistentes, que delegue parte de sus funciones y dio siempre la misma respuesta: ¿quiere que salga todo bien, que aumenten las ganancias? O ¿prefiere que las ganancias se conviertan en una interrogante y el crecimiento se estacione por tiempo indefinido? Una tiene que hacerlo. Yo tengo que hacerlo. Su personal de apoyo, era precisamente eso, nunca tomaba decisión alguna.

Desde que tiene uso de razón esperaba la feria. El primer recuerdo sale a penas, difuso e insuficiente debido al estreñimiento de su memoria por volver tantos años atrás, al principio cruzaba la enormes puertas y se animaba como perro de caza a punto de iniciar la carrera, sin encontrar la manera de soltarse del lazo que formaba el brazo de sus padres. Solo quería correr frenéticamente a coger y devorar todas las maravillas de ese enorme parque de diversiones, lanzarse sobre esos metálicos juegos que danzan chirriando al son de los gritos infantiles que los llenan. Y la casa del terror, ese castillo plomo al que tenia veto, la montaña rusa a la que no le alcanzaba la estatura para que levanten su vara y la dejen subir, ni aun cuando escapando del colegio a los 10 años con su mejor amiga se pusieron cartones dentro sus zapatilla para darse estatura, ¡que tarde increíble el retorno! Rememora. Caminando a la par de su amiga después de haberse fugado de su casa, el enojo de sus padres no importaba, la primera sensación de libertad e independencia mezclada con el disfrute de cualquier juego que se les antoje valía la pena cualquier castigo. La casa del terror y la montaña rusa, volvieron a su mente repetidamente, ya no existían, pero 15 años atrás en la adolescencia, al día siguiente de su pomposa fiesta se paro frente a ellas y olvido por completo la noche anterior. Era su verdadera graduación de la niñez, porque ahí solemne ante sus ojos el miedo que siempre espero vencer con ansias de seguridad insuperables en dos formas una lenta y torturante y otra rápida y vertiginosa la llamaban para un combate delicioso. Desde entonces hasta que salió bachiller cada año fue subir una escalera para entrar a otra dimensión ferial, primero los juegos, luego el primer beso a escondidas en el bosquecillo y finalmente los primeros tragos. En una montaña rusa de emociones sube y baja a gran velocidad de la felicidad a la nostalgia por aquellos días, crepúsculo como en el que se hallaba los últimos años del colegio porque el permiso paternal iba desde la tarde a las primeras horas de la noche.

Ahora es de noche y repasa sus primeras veces como noctámbula en la universidad, ser parte de esa secta libre de padres y compartir un mini mundo de rebeldía. La muda de ropa de las prendas bonitas a los vestidos entallados de las primeras empresas que la contrataron como modelo, más que por interés, se dio por seguir a la manada de amigas que la presiono como requisito para estudiar juntas, pero también aprovecho y por eso repitió a partir del segundo año su paso como modelo, para escuchar a los empresarios en sus cocteles, reuniones, ruedas de negocios, porque ahí concentrados los tenía a todos y muy parlanchines. Los primeros tiempos solo oía y luego participaba abiertamente, con tal precisión y fortaleza que dejando de lado su contrato de maniquí, iba resolviendo crisis económicas. No importaba que sean de una simple destilería o de todo un país, se gano tal fama que le llovieron ofertas de trabajo. Ahora menea la cabeza al recordarlo, porque ha visto en esto un rasgo de rebeldía pueril, sin embargo, enaltece su frente ante la solidez de algunos argumentos suyos que tomados por arrebatos fantasiosos se fueron cumpliendo paulatinamente en contradicción a las teorías de sus jefes, y al instante se vuelve a menear la cabeza porque se le ha cruzado impertinentemente las escenas de las borracheras en los conciertos. Cada año la juventud espera la revelación la cartelera de grupos que llegaran como si fuera regalo de navidad en orfanato, uff, dice, la universidad, es la universidad y acepta instantáneamente su conducta de excesos.

Rechazo inconscientemente las ofertas de trabajo primero con la excusa de seguir estudiando un posgrado, luego otro, hasta que finalmente apareció brillante una mañana, dibujado en las letras negras de un periódico, el puesto de vendedora de stands para la feria, aunque sobre calificada, aplico y se desenvolvió con tal pasión que se tejió una reputación profesional ambicionada por muchas empresas que pretendían tentarla con ofertas “superiores”, los disculpaba amablemente porque ignoraban por completo que se debía a su perfección en proceso constante y no a una codicia hambrienta su permanencia en el trabajo. Fue tal su dedicación y tan alta la rotación en la empresa encargada de la organización, pues la paga era poca y las exigencias muchas, que en un par de años ya manejaba no solo de los stands, también la codiciada rueda de negocios, creando para sí misma un nuevo cargo, solo por debajo en rango de los jefes de área y la junta directiva. Para nadie era un secreto que diversificó las actividades desarrollando seriamente otras ferias durante el año, que mejoro desde el aspecto del campo a la organización y que los dueños podían festejar con exceso sin que esto signifique empacho, de que sus ganancias subieran un 30% gracias a sus iniciativas llevadas con un profesionalismo digno de admiración. Nadie dudaba que llegaría a manejar todo y que de ser necesario la nombrarían socia para no dejarla ir, menos aun se dudaba que desde esta posición antes de su jubilación se haría dueña de todo, por eso es que ante este triunfo inevitable, sonríe al descubrir el porqué de esas vacaciones donde trabaja por gusto, todo es mío, siempre lo fue, solo que ahora me voy ganando el derecho a poseerlo, es mi trabajo, cultivo, siembra, mi tierra y mis frutos, eso es lo que me hace poseer. Dar valor y trabajar por fruto, sino solo fuese dueña, lo que hace de esto un objeto, ¿Quién puede hacer de su vida misma un objeto? Se pregunta con justa razón, porque eso es la feria para ella, un pequeño cajón que alberga la emoción de crecer en su vida, por eso su afán de recrearla exitosamente cada 365 días y otro poco cada ciertos meses con otras más pequeñas. Por eso es tan importante evaluarse, cerciorarse del desarrollo personal en los cierres de negocios, en la aceptación de la gente mediante su gasto en su visita, en la llegada cada vez de mas empresas, de su retorno y partida satisfecha, que se mide en su nueva inversión cada año, en el dulce que regala la prensa, en sí, en la importancia que de aportar al crecimiento de su feria y por ende de su ciudad porque la feria es termómetro económico, así la ha convertido, así ya la toman los expertos, es también un resumen de la misma, hallándose desde los más pobres a los más ricos en la sagrada comunión del gasto personal, pues las empresas reducen precios y lanzan ofertas magnificas marcados dentro un trato digno que se merece cada consumidor, con detalles y descripciones de cada producto, ya no es una transacción impersonal a través de pantallas plásticas llena de pretensiones ilusorias. Ahí también están los niños en su fiesta diurna, seguros y felices, los jóvenes en su nocturna inseguros y felices, mas lo que importa es que cada quien salta de aquí para allá sin saber cómo disfrutar más. En cada uno de estos segmentos se halla una aprobación que debe ganar, por eso recorre y analiza cada uno de ellos, claro sin invertir rangos, que sabe bien como buena economista es, que los empresarios van primero en importancia porque sin ellos las fiesta se acaba.

Ya llego a la puerta. El chofer la espera apoyado sobre el auto. Gira sobre su eje, entre cerrando los ojos, nuevamente ha regresado a la primera tarde con las filas enormes, serpenteando a través de varias cuadras y se ve como retazo menudo jalando desesperadamente el brazo de su madre, ¿4 o 5 años? No se decide. Ahí está por el medio día saltando del autobús con su mejor amiga, corriendo a la entrada como si la calle fuese un mar de tiburones, y la costa segura adentro con todos esos guardias y policías. Por la tarde se ve llegar como soldado ante una misión dura para que se ha propuesto de voluntaria nada menos que el día de su cumpleaños, ahí está saliendo, murmurando con su amiga el beso que le robaron, y ya de noche, con 20 caramelos en la boca para camuflar el tufo alcohólico, o con esos vestidos de gala que esgrimen las azafatas, casi le vuelve a doler los callos que se forman por estar horas paradas en tacos de alfiler, se los ve sacándose. Caminando con el solo pensamiento de llegar a su cama se ve desecha de cansancio por haber aportado a la organización de la feria. Eleva su mirada ante un enorme cielo oscuro perforado por estrellas y tras unos segundos deliciosos baja su vista para encontrarse con el chofer, le indica sin palabras que ya está lista para subir.

Acaso no todos tienen la suerte de reconocer desde el primer recuerdo su pertenencia al mundo, que es suyo desde el respeto mutuo de un trabajo positivo y armonioso incluso en un tormenta, porque nada es obligado, todo sigue el curso de un rio transparente, una entrega sin más compromiso que el de enriquecerse mutuamente en esta profunda relación que llevan y que se esculpe con dedicación. Va elevándose desde la panza de un avión aquella mujer que fantasea con ver su campo ferial desde los diez mil pies de altura, vuelve a sonreír, porque a la vida no ruega poder ni cofres de oro, solo respiración y salud, que todo lo demás le viene sobrando dentro el alma. Ya con ojos cerrados se halla libre en su niñez, en sus aventuras adolescentes y en sus estudios, porque el trabajo debería ejecutarse donde uno se halla sin azote mental y aquí es cuando el trabajo se hace libertad y bien se podría decir que esta mujer tiene algún problema pues vuelve a sonreír.

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