PENSAMIENTOS DE MEDIA NOCHE

A una desconocida querida:

  «Fue el inicio y el fin de la escritura dulce, siquiera de la amarga»

Los días corrían de igual forma. Perdidos y difuminados tras los lentes gastados, los días no parecían distintos a las personas: Caóticos, cambiantes, desequilibrados, desesperantes. Era fácil perderse entre ellos, mezclarse y pasar desapercibido. Con diversos mundos en la cabeza, pero un total silencio entre los labios. Aún con los años, el recuerdo no se convirtió en algo vago.

En casa la situación era exasperante, me aferraba a la vida por puro instinto y monotonía, quizás hasta miedo y vergüenza. Pensaba que lo que me esperaba en el retorno, no era distinto al año anterior, salvo el cambio de horarios al pasar al siguiente grado. 

Entonces, me coloqué en el rincón más apartado y oscuro, sin querer perturbar a nadie, y nadie a mi. 

El bullicio de la juventud, los ecos pasando por los pasillos, la luz clara del sol. Era una primavera cálida y suave. 

Saben, hasta pude sentir, llegar a mi el olor de la vainilla; tan puro, tan dulce. Para cuando me di cuenta, ya tenia la mirada atrapada. El sol le daba en toda la cara, fue gracioso pero se veía tan tierno. En comparación con la carcajada de mi padre, la suya era más estridente, pero no de los que golpean, sino de los que contagian y te hacen querer acompañar a carcajear. 

La ví.

Pensé …es luz ¿Puede iluminar mi mundo también? 

«Sé que si supieras como ha ido la vida hasta ahora, tomarías conmigo y entre sollozos preguntarías en que momento se jodió»