Las luces de las lámparas aumentaban la migraña de Raimondi mientras que suspiraba enojado y frustrado por la tediosa música de su compañero. Trató de distraerse sacando su celular, observando los mensajes de su esposa que le decía que le esperaba en casa pronto para celebrar el cumpleaños de su hija, Alexa. Escribió torpemente que tomaría un poco de tiempo dado que antes de salir de la estación, hubo una llamada de una mujer que estaba escuchando disparos y gritos cerca de su casa, por lo que tenía que ir a investigar.
Observó cómo su esposa veía el mensaje e inmediatamente empezaba a escribir, dejándole un mensaje frio e insípido acerca de la ineptitud que tenía este como padre, a lo que Raimondi dudó pero decidió no contestarle nada. Después arreglaría ello.
—Tu esposa es toda una fiera, ¿verdad? —dijo su compañero haciendo que Raimondi automáticamente bloqueara su teléfono y lo observara indignando —. ¿Qué?
Su cabeza se llenó de diferentes tipos de maldiciones que podía decirle a ese jovencito pero simplemente se dedicó a observarle.
Justin Walters, 23 años, el chico nuevo de la comisaria, su nuevo compañero.
— ¿Qué carajo haces viendo mi celular mientras conduces? — dijo y este encogió su hombros mientras le dedicaba una perezosa sonrisa —, ¿muy gracioso, niño?
Este negó mientras seguía sonriendo y dedicó su mirada a la carretera. Alargó su mano hacia el radio y disminuyó el volumen un poco haciendo que Raimondi mentalmente le agradeciera.
—Roberto Raimondi, 43 años, un metro y cincuenta centímetros—dijo haciendo que Raimondi rodara sus ojos irritado —, ex agente del interpool que terminó trabajando en un pueblo de una población de tan solo diez mil habitantes, ¿qué le habrá pasado? — continuó.
Raimondi se quedó en silencio observando cómo se perdían los edificios y árboles mientras que el auto avanzaba a toda velocidad. Recordó todas sus aventuras en Inglaterra, Nueva York, el Mediterráneo, recordó todos sus casos, sus compañeros y no pudo evitar sentir un poco de nostalgia antes de responder: — Mucho tráfico en las grandes ciudades.
Walters sintió como el aire se tornaba un poco tenso ante esa simple respuesta por lo que se limitó a guardar silencio.
Al cabo de cinco minutos, se acercaron al vecindario de Big Wolf, apagaron las luces y aparcaron frente a la casa que había señalado la mujer de la llamada.
Por su apariencia, era antigua. Los vidrios de las ventanas estaban completamente rotos, tenía basura alrededor del jardín, y las flores de estas se veían descuidadas. Al detenerse en el porche, observaron como la puerta principal tenía dos marcas de bala cerca de la cerradura, por lo que ambos oficiales sacaron sus armas.
—Entraré lentamente y a mi señal, entrarás, ¿entendido? —susurró Raimondi mientras empujaba la puerta lentamente. Al no escuchar respuesta, dio la vuelta y observó que su compañero no estaba cerca —. Walters —susurró buscándole.
Al no tener respuesta, respiró llenándose de valor, dio la vuelta encontrándose con el cañón de un arma contra su cabeza. La puerta estaba abierta de par en par pero solo se veía el brazo de esta persona dado que había bastante oscuridad a su alrededor.
—Bienvenido, ex agente Raimomdi —espetó la persona que en la oscuridad sostenía el arma. Dicho esto, Raimondi sintió como alguien se hacía detrás de él y golpeaba su cabeza con bastante fuerza haciendo que este cayera al suelo y se perdiera en la oscuridad.
(…)
Un golpe de agua fría despertó a Raimondi, haciendo que este saltara un poco en su asiento. Las luces blancas dificultaron su vista, junto con su rostro mojado pero pudo divisar tres figuras junto con una en el suelo que dedujo que era Walters.
—Agente Raimondi— dijo una de las figuras. La voz era masculina, grave, profunda —. ¿Sabe por qué está aquí? — cuestionó mientras se acercaba y le limpiaba el rostro a Raimondi.
Observó a la persona que le limpiaba el rostro, pero maldijo internamente cuando vio que este usaba una máscara de Guy Fawkes. Trato de moverse pero se encontraba con sus manos detrás de su espalda, amarrado; junto con sus tobillos amarrados a la silla en la que se encontraba sentado.
— ¿Y bien? — espetó el enmascarado con impaciencia.
—Efectivamente— dijo observando a dos personas que se encontraban a unos 4 o 5 metros detrás del enmascarado, también utilizando mascaras. Observó el cuerpo inerte de Walters en el suelo —, tenía una cita con tres ineptos para que cumplieran mi fetiche de que me amarraran y me mojaran mientras usan una ridícula máscara de Guy Fawkes— espetó observando a su alrededor tratando de encontrar algún tipo de salida.
El enmascarado soltó una carcajada antes de sacar una navaja y acercarla al rostro de Raimondi. Este ni se inmutó ante la amenaza y suspiró cansado.
— ¿Qué le han hecho el pobre muchacho? —dijo genuinamente preocupado.
— ¿Walters? Tan sólo está descansando—Respondió el enmascarado —.No sabes cuánto esperé para este momento, no sabes cuánto esperamos.
—Verás, no sé si recuerdes hace unos años, en Italia— comenzó el enmascarado haciendo que Raimondi rodara sus ojos —. Tenías la misión de asesinar a alguien, a una persona que el gobierno enmarcó como un traidor pero…—
—Joder, hombre— la voz de Walters hizo eco, interrumpiendo al enmascarado —, ¿por qué todos los villanos deben dar un monologo de diez horas? Ve al punto hombre, tengo una cita con una chica después de esto.
Ahora fue Raimondi fue el que soltó una carcajada mientras negaba. El enmascarado se alejó de Raimondi y se arrodilló al lado de Walters, lo tomó de su cabello rubio haciendo que este suelte un quejido.
— ¿Muy gracioso? —repitió. Walters asintió todavía sin encarar a Raimondi. El enmascarado suspiró y acercó su navaja al rostro de Walters —, tienes una sonrisa muy encantadora ¿sabes? —murmuró e hizo señas a sus dos compañeros para que lo sujetaran.
—Debemos plasmar esa sonrisa para que impresiones a tu cita —dijo y sin esperar, dio la espalda bloqueando la vista de Raimondi y comenzó a cortar las comisuras de los labios de Walters, el cual soltó un alardido de dolor para después empezar a gritar con fuerza.
Después de lo que pareció una eternidad, Walters dejó de gritar y el enmascarado se levantó, revelando al pobre hombre recostado en su propio charco de sangre. Su rostro inerte se veía espantoso, sus labios tenían unas incisuras bastante profundas revelando parte de la piel interna de sus mejillas, y se veían unos cortes que cruzaban verticalmente por sus parpados.
—Vaya, vaya, vaya— dijo el enmascarado limpiando sus manos y la navaja con su camisa —. Dejando de lado mi historia, lleguemos al punto en honor a nuestro invitado.
Se acercó a Raimondi y se agachó un poco para estar a su altura —Es tiempo de pagar tus pecados, Occhipinti.
Dicho esto, todo cayó como un balde de agua fría sobre Raimondi.
Italia. Familia Delucci. Antoine. Pedro. Melissa. Annelisse.
—La muerte es el remedio de todos los males; pero no debemos echar mano de éste hasta última hora— susurró sacando un arma, apuntando directamente hacia la frente de Raimondi. —Di adiós a la una, a las dos, a… —
—Ese –ese hombre, cita a Pablo Picasso y después cuenta hasta tres— dijo Walters con dificultad —Mátenme antes de que su cliché lo haga, por favor.
El enmascarado gruño mientras que Raimondi reía por última vez.
—Es Moliére, hijo— suspiró y cerró los ojos deseando que su familia estuviese bien y Walters muriese rápido.
—Tres— dijo el enmascarado y jaló el gatillo.
(…)
“Un nuevo día” pensó Mitch Hudson observando cómo los nuevos aprendices llegaban a sus puestos de trabajo.
Tomó una cajetilla de cigarrillos y salió para poder fumar su primer cigarrillo del día con total tranquilidad. Saludó a algunos de los aprendices que estaban apenas llegando cuando una vibración de su celular le saco de su tranquilidad.
Saco este y vio la notificación de un mensaje desconocido.
Roberto Raimondi, eliminado. Enviando paquete.
Hudson enarcó una ceja sin entender y rápidamente llamó a Raimondi. Espero en la línea mientras fumaba su cigarrillo cuando escucho el timbre indistinguible de Raimondi, por lo que acabó la llamada y se dio la vuelta para encontrarse con Walters.
Su rostro estaba desfigurado, su frente tenía la palabra “PAYASO” grabada con lo que parece ser una cuchilla, sus parpados estaban totalmente quemados y su boca ahora era una línea que iba de oreja a oreja. Su camisa estaba llena de sangre y llevaba en sus manos la cabeza de su compañero, Raimondi, el cual tenía un disparo en toda su frente.
Otro mensaje llegó y apurado Hudson observó su celular.
BOOM. GM es el siguiente.
Segundos después, el cuerpo de Walters explotó, haciendo que Hudson saliera volando y todo a su alrededor se convirtiera en un caos.
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