Fui sentenciado a una hermosa eternidad
y todos los que un día me conocieron
jamás me han de olvidar.
Canto por la mañana,
poesía por la noche,
de todo lo que vivimos no hay reproche.
Sangre hirviente, boca sonriente
quien la besó aunque lo intente
nunca se arrepiente.
Voz quedita pero audible,
manos de seda que palpan el alma,
aunque no esté visible
sigo durmiendo en tu cama.
Por eso desde la claridad del Olimpo
te digo viéndote a la cara
que siempre me permitas
acariciarte con el pétalo de la palabra.
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