Sólo antes de las seis tuve tres comidas hoy.
Paré lentamente de cantar en mi cabeza. Levanté una mirada nerviosa hacia lo alto del camino y traté de morderme los labios con cuidado. Tenía frío, sólo un poco de hambre, aunque eran las luces que me dicen que aún queda distancia. Y un vacío.
No traía abrigo, sólo una camisa atada al cuello. Me enfrentaba a mis delirios. Quise ver qué hacía allí. Yo, maniatado a mi aventura. Tanto daba aquel día. Con una pierna daba pasos, la otra se arrastraba. Yo sacando la basura, a estas horas de la madrugada…
Me encontré yendo por la acera cada vez más despacio. Pensaba en muchas cosas. Las que dejé atrás. Supe reconocerlas cada noche para escribirlas en mis libros, en mis hojas desordenadas, desparramadas en mi cabeza. Sólo aquella noche pude ordenarlas, hasta vomitarlas en mi porche.
Quise comprender qué hacía allí, a un lado, pensando. Llegaban las palabras sin las razones, una a una, creando una maraña de emociones, tantas que no tienen nombre.
Aún queda distancia y aún voy más despacio. A cada paso voy temblando un poco más, y me sigo preguntando qué hice para llorar. Si acaso, fui de aquí y allá, con algo menos que una esperanza entre mis tragos, progresivamente más calado. Andando a todos lados, como sabe uno, desesperado. Con la lluvia en mi regazo, y yo sin ver mis pasos.
Qué sentías entonces, vida mía… Si bien, aún me queda ver un día en el que sólo recuerde haber cenado.
OPINIONES Y COMENTARIOS